KIEV, Ucrania.- Los próximos dos meses traerán, para la región que se conoce como Donbás, en el este de Ucrania, una pelea en el territorio entre las fuerzas invasoras rusas y el ejército ucraniano, con elementos que recuerdan a los conflictos del siglo XX.
Durante ocho años, ambos bandos han luchado en un escenario en el que parte del ejército regular ruso y las unidades separatistas pro rusas enfrentan a las fuerzas ucranianas, apoyadas por grupos armados, de ultraderecha como el Batallón Azov, ahora integrado a la Guardia Nacional Ucraniana, que depende del gobierno de Volódimir Zelenski.
Ahora, después de la derrota en Kiev, las fuerzas rusas se están redistribuyendo en la región para enfrentarse a las más experimentadas unidades de Ucrania.
“Las batallas que vienen se parecerán más a las batallas de maniobras de la Segunda Guerra Mundial que a las que se libraron en las ciudades de Kiev, Mariúpol y Sumy en las seis semanas que ha durado la guerra hasta ahora”, asegura Frank Ledwidge, catedrático de estrategia y ley militar de la Universidad de Portsmouth, Inglaterra, en un artículo publicado en “The Conversation”, y citado por BBC Mundo.
Es poco probable que los rusos triunfen, dice Ledwidge. Después de su reciente derrota en el norte, Rusia ha llevado a cabo algunos cambios significativos, explica. El más importante de ellos es que ha nombrado a un comandante general, Alexander Dvornikov, encargado de coordinar un solo objetivo operativo, enfocado y realista, en lugar de tres objetivos separados que compiten entre sí, en el norte, el sur y el este.
Esto, sostiene el catedrático, anticipa una guerra larga por la dominación del este de Ucrania. “Los rusos quieren batallas rápidas de aniquilación. Lo que obtendrán es una guerra de desgaste. Por su amarga experiencia, los comandantes ucranianos entienden los riesgos de estar rodeados”, explica Ledwidge.
Ayer, los soldados ucranianos se resistieron a un ultimátum ruso para deponer las armas en el pulverizado puerto de Mariúpol, que según Moscú sus fuerzas habían tomado casi por completo en lo que sería su mayor triunfo en la guerra en casi dos meses.
El primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, dijo que las tropas en Mariúpol seguían luchando a pesar de la exigencia rusa de rendirse antes del amanecer.
“La ciudad todavía no ha caído”, dijo al programa “This Week” de la cadena ABC. Añadió que los soldados ucranianos siguen controlando partes de la ciudad.
Rusia dijo el sábado que tenía el control de partes de la ciudad y que algunos combatientes ucranianos permanecían en la planta siderúrgica de Azovstal, con vistas al mar de Azov.
La captura de Mariúpol, el principal puerto de la región suroriental de Donbás, sería un premio estratégico para Rusia, ya que conecta el territorio en poder de los separatistas prorrusos en el este con la región de Crimea que Moscú se anexó en 2014.
Luego de que no pudo superar la resistencia ucraniana en el norte, el ejército ruso centra ahora su ofensiva terrestre en Donbás mientras mantiene los ataques a distancia en otros lugares, incluida la capital, Kiev.
Cerca de 4 millones de ucranianos han huido del país, las ciudades han quedado destrozadas y miles han muerto desde el inicio de la invasión el 24 de febrero.
“Los ocupantes serán responsables de todo lo que hicieron en Ucrania”, dijo el presidente Zelenski en su cuenta de Telegram, donde publicó imágenes de la destrucción que, según dijo, eran similares a los “terribles tiempos” de la Segunda Guerra Mundial.
El Papa Francisco abogó por el fin del derramamiento de sangre y lamentó la “Pascua de Guerra” durante su discurso en la Plaza de San Pedro después de la misa.
Zelenskiy acusó a Rusia de “intentar destruir deliberadamente a todo el mundo” en Mariúpol y dijo que su gobierno estaba en contacto con los defensores.
Rusia informó que Ucrania había perdido más de 4.000 soldados en Mariúpol hasta el sábado. Kiev dice que el total de sus pérdidas de tropas en todo el país en lo que va de guerra es inferior a esa cifra, entre 2.500 y 3.000. Las cifras de ninguna de las partes pudieron ser verificadas de manera independiente, informaron periodistas que están en la zona.
Rusia califica su actuación como una “operación militar especial” para desmilitarizar Ucrania y erradicar a los nacionalistas respaldados por una alianza militar expansionista de la OTAN. Occidente y Kiev acusan al presidente Vladimir Putin de una agresión no provocada.
En el resto de Ucrania, hubo más ataques rusos en torno a los principales centros de población. Medios de comunicación locales informaron de una explosión en Kiev, aunque el vicealcalde Mykola Povoroznyk dijo que los sistemas de defensa aérea habían frustrado los ataques rusos.
El alcalde de la ciudad de Brovary, cercana a Kiev, dijo que un ataque con misiles había dañado la infraestructura.
Los bombardeos en la segunda ciudad más grande de Ucrania, Járkov, dejaron cinco personas muertas y 13 heridos, informó la emisora pública ucraniana Suspilne.
Mientras continuaban las operaciones de limpieza en las zonas en las que se han retirado los rusos, la defensora del pueblo ucraniano dijo que casi todos los edificios altos de la ciudad de Okhtyrka no eran aptos para ser ocupados. El Servicio Estatal de Emergencias dijo que se habían recuperado 41 cadáveres en la ciudad de Borodyanka.
La mayoría de los ucranianos celebran la Pascua ortodoxa el próximo domingo, pero en Bucha, una ciudad al norte de Kiev donde Ucrania acusa a Rusia de haber matado a decenas de civiles, unas 50 personas asistieron a un servicio religioso, portando sauces de color rosa y rezando por los muertos. (Reuters)