Poco a poco, los deportes que se practican en Tucumán fueron recuperando la energía de sus campeonatos después de la pandemia que armó un descalabro en sus programaciones. Todos menos el automovilismo, que incluso desde antes de que la covid-19 se instale en la provincia, ya venía a los tumbos con sus programaciones. De hecho, ya transitando mediados de abril, sólo el karting de tierra vislumbra un comienzo de actividades (el día 24 en Lamadrid). Las demás categorías transitan por el lado oscuro de la Luna.
Los motivos para que el que fuera el segundo deporte más convocante de Tucumán caiga en esta inacción son variados. Lógicos algunos, polémicos otros.
La falta de apoyo económico suficiente es determinante. Con escasa ayuda privada, los recursos oficiales que se destinan no permiten darle actividad continua a un deporte reconocido como caro.
Que la dirigencia haya entrada en un impás de planes y proyectos comunes desde hace tiempo también influye. No hay clubes que quieran asumir responsabilidades mayores. Hay una realidad concreta: en las últimas semanas, desde la Federación de Automovilismo -que pasa por un tiempo de descrédito y de decisiones controvertidas- se los llamó para ver cómo seguir. Y nadie asistió a las reuniones.
Un tema candente son las barreras administrativas -por ejemplos los permisos medioambientales- que se han impuesto cuando se decide una plaza para correr. No es descabellado deducir que también detrás de estos obstáculos se atizan cuestiones políticas.
Por otro lado, están los pilotos que se resisten a correr bajo las normas vigentes, emanadas por la Comisión Deportiva Automovilística y a las que Tucumán adhiere. No son todos, pero si su número es grande. Y eso ya es de por sí un gran problema. Dicho de alguna manera, no hay ganas de hacer las cosas por la vía de la legalidad. Y de esta manera, impera una crisis de confianza que no conduce a nada.
Es así que, bajo esta rebeldía, se organizan carreras ilegales, con avales de comunas y municipios, sin que por caso la Secretaría de Deportes de la Provincia pueda mediar. En esas pruebas no hay seguros que den resguardo al competidor, ni permisos que avalen las propuestas.
La de las carreras “informales” es una situación que se repite en provincias del norte, como Catamarca y Salta, donde se está corriendo sin una federación de por medio y adonde suelen acudir desde hace tiempo los corredores tucumanos para mantenerse en acción. ¿A quién le reclaman en caso de situaciones que requieren fiscalización, revisión y arbitraje? Difícil saberlo. Y como si esto fuera poco, en Santiago del Estero -otro lugar cercano y afín para la aceleración- tampoco de vivieron tiempos tranquilos últimamente. Y aunque trataron de mantener el esquema oficial, hubo crisis, como si fuera un espejo de lo que está pasando en Tucumán.
Hay una verdad insoslayable: no se pueden hacer carreras baratas. Los pilotos buscan eso, pero es imposible. Se reitera: se trata de una disciplina cara.
Lo llamativo es que lo expuesto es una realidad del automovilismo en esta parte del país. En las provincias desde el centro hacia el sur se están haciendo competencias legales en su mayoría. E incluso creció el número de pilotos después de la pandemia. Se está trabajando con buenas unidades, mecánica y tecnología acorde a los tiempos que corre. Qué distinto a lo que pasa en buena parte de la región norte, con vehículos obsoletos en una gran cantidad.
Vale ser justo: hay talleres, preparadores y pilotos que están haciendo bien las cosas. Los resultados se ven en las competencias regionales y nacionales de las cual toman parte. Pero a ellos también los supera la situación, porque no pueden mostrar en la provincia lo que hacen.
En el norte, cuestiones como la vestimenta, la preparación, la tecnología, van para atrás. La seguridad se atiende poco. Se llega al punto que, en temas como elementos clave (un buzo homologado, un casco, las botitas) y en inscripción, se retacea la inversión. Pero en tener mejores motor, chasis y jaula sí se paga.
Como corolario, una reflexión. No hace mucho tiempo, el administrador del autódromo de Las Termas, Héctor “Toti” Farina, dijo que el piloto del norte prefiere gastar plata en una leva y no en seguridad, siendo que esto último es lo más barato por todo lo que está en juego, incluyendo, claro está, a la propia integridad física del piloto.