“Hay que entender al arte como un juego”

“Hay que entender al arte como un juego”

Botis apuesta a una experiencia integral partiendo desde su música y su poesía en su visita a CiTá.

“Hay que entender al arte como un juego”

Pensar que el recital solista que Botis brindará esta noche, desde las 20 en CiTá Abasto de Cultura (La Madrid 1.457) será unipersonal es una falacia. “Voy a estar acompañado por mi ‘comunidad interior’, como se llama esta gira, porque todos los yoes que tengo adentro quieren expresarse y le doy espacio a cada uno”, le adelanta a LA GACETA, haciendo gala de su eterno juego entre la profundidad íntima y la exteriorización irónica de sus propuestas. Antes de su recital, se presentará como anfitrión el tucumano Germán Paz.

El músico acumula una larga trayectoria con proyectos marcados por su definición artística, donde la puesta en escena de cada recital y la amplitud conceptual son determinantes. En igual proporción juega con “la poesía y la música, que intervienen en una forma profundamente intrínseca e inseparables, y donde se filtra el humor aunque no me considere un humorista”, aclara Botis.

- ¿Hacia dónde apunta tu arte?

- Principalmente, a satisfacer una necesidad personal de expresión y de sanación. Considero la música como una medicina siempre y cuando esté enfocada con esa intención, sin importar qué géneros abarque o cuáles sean sus matices. Lo hago a través de herramientas artísticas escénicas, que exceden lo musical en tanto gran desafío porque es estar en tiempo presente, algo que nos cuesta a todos. De alguna manera, en ese momento uno se encuentra consigo mismo y es donde la sanación ocurre. Lo escénico es un gran entrenamiento para el acto de presencia.

- ¿De qué modo definirías tu experiencia en La Manzana Cromática Protoplasmática?

- Fue mucho más que una banda. En 2000 comencé a llamar a personas que estaban cerca y luego se fueron sumando otras; éramos bastante, un grupo numeroso, con muchos instrumentos y una propuesta estrambótica con personajes interpretados por los músicos, desde una plancha hasta un pochoclo. La música era delirante, influenciada por los dibujos animados, con guiones y situaciones extramusicales en escena. Había humor y emoción profunda, que marcan mi camino como compositor para que no se vuelva todo ni tan profundo ni tan supercial.

- ¿De qué modo desarrollás tu proceso creativo?

- Hoy soy más conciente del proceso creativo, porque la vida me permitió ayudar a otras personas en ese campo y me obligó a racionalizar lo que hacía al componer. Trabajamos con consignas muy lúdicas, vamos observando, inventando y entendiendo cosas que nos pasan; nos damos cuenta de que las exigencias traban la creación, cuando hay planteos sobre lo que el arte debería ser. Es muy lindo liberarse y entender que simplemente estamos jugando, sin ponerle más peso que eso, y validar lo que se hace, que es una de las más grandes de las dificultades que tenemos como creadores. Puede ocurrir de cualquier manera, basta con estar predispuesto en algún lugar del alma.

- ¿Tu camino es hacia un arte integral?

- El arte siempre es integral, más allá de que uno tenga más afinidad con una expresión que con otra. No es pintar, tocar la guitarra o actuar, se puede expresar en lo más cotidiano del ser humano, está ahí, es casi inevitable. Que cada uno tome de él lo que necesite. Yo trato de ser consecuente con esta certeza y llevarla al escenario, con la escritura, la escenografía, el vestuario, lo visual... Siempre intento tener una parte improvisada, que es del momento.

- ¿La música y la letra te vienen de lejos?

- Mi abuelo fue Héctor Marcó, un gran autor y compositor de tangos, le escribió a Carlos Di Sarli y a Edmundo Rivero. Mi madre y mis tíos tomaron la posta, hay un gen de la escritura que nos gusta mucho. La canción tiene la magia de expresar sintácticamente una idea en pocos párrafos, con métrica y rima aparte del significado. Pero hay veces en que la música instrumental deja de lado a la letra y viceversa.

- Reivindicás constantemente lo lúdico...

- Hay que entender al arte como un juego. Los niños tienen la clave: nunca juegan a un solo juego toda su infancia. Con la música debería pasar lo mismo, dejar de lado la intolerancia que genera frustración. Uno puede encontrar motivación en cualquier cosa y perderla en lo mismo. Hoy quiero sacar para afuera todas las canciones que estoy acumulando tanto tiempo.

- Y en esa idea se filtra el humor...

- Ha sido un gran aliado para expresar determinadas situaciones, para descontracturar la exigencia de la gente que observa algo sin poder catalogarlo en un lugar determinado. Yo me subo al escenario para entregar parte de mi espíritu para divertirnos entre todos. Pero ya no es un protagonista, estoy más con las emociones.

Un teatro con alta carga poética, que investiga en la mixtura entre el lenguaje escénico con las artes visuales, es la propuesta de “Quién traerá el alba”, la obra del reconocido grupo marplatense El Galpón de las Artes que se presentará hoy a las 21 en La Gloriosa (San Luis 836) en única función y dentro del 3º Festival Internacional de Teatro ARRE.

El proyecto apuesta a la renovación del lenguaje teatral, con una puesta en escena minimalista que contenga la inclusión de dispositivos tecnológicos. En escena están Mónica Juárez y Claudia Balinotti (quien además tuvo a su cargo la dramaturgia y la dirección), con el aporte del realizador audiovisual Mariano Tiribelli.

“Surgió como dramaturgia en torno a las temáticas del ciclo Teatro por la Identidad en 2003. Esa versión se mantuvo durante algunas temporadas y viajamos a México en 2004 invitados durante al Festival Internacional de Teatro Intimo en Mérida. La experiencia de este intercambio impactó en las hipótesis de trabajo, y abrió nuevas líneas argumentales relacionadas a los derechos a la identidad, a la memoria y a la justicia en el territorio latinoamericano. Tan es así que para este año hablamos de un estreno, de una nueva versión, de un texto que resignifica ese recorrido pero que se renueva con una estética entramada a la tecnología audiovisual como una interpelación para mantener activa la memoria colectiva”, explican las protagonistas.

En su desarrollo, la obra expone “conceptos e imágenes en movimiento de una identidad cultural con utopías que hace resonancia al mundo del teatro al decir de los poetas latinoamericanos o a la memoria semántica del teatro poético; la creación multimedia resulta parte de la acción dramática, es otra voz sin personajes, intimista porque buscamos un trabajo para imaginar y recuperar la mística del teatro en interpelación sobre la condición humana y sentidos de la existencia sin señalamientos ni verdades absolutas”, agregan las integrantes del grupo independiente que cumple 26 años de actividad ininterrumpida.

La puesta en escena implicó un laboratorio de producción con experiencias de filmación y tratamiento no convencional del universo visual y sonoro. “Se propuso la dialogicidad entre la dramaturgia de los cuerpos y los textos verbales, con la sonoridad y la poética de las proyecciones en un proceso de creación inmersivo. Se vienen planteando experiencias de divergencias con los procesos teatrales más clásicos, y lo que resulta desafiante es encontrar formas poéticas en la incorporación de lenguajes y dispositivos tecnológicos sin que resulten simplemente efectistas”, concluyeron.

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