¿Vivimos tan mal como manejamos? ¿O manejamos tan mal como vivimos? ¿Es acaso el tránsito un parámetro fiel para definirnos como sociedad? ¿Es acaso uno de los mayores reflejos de nuestra pérdida de valores? ¿Se puede decir que a la hora de conducir un vehículo, e incluso de formar parte de los peatones, en Tucumán cada uno hace lo que quiere? La respuesta, en la mayoría de los casos, es sí.
Si hay algo en lo que somos buenos es en quejarnos. Y el tránsito es uno de nuestros principales puntos de conflicto. ¿Quién no renegó cuando ve hasta tres filas de autos estacionados a las puertas de una escuela? Pero después doblamos a la izquierda en una avenida y no entendemos a los que se enojan con nosotros. El insulto está a flor de labios.
En 1992 el filósofo y jurista Carlos Nino definió en su libro “Un país al margen de la ley” habla de la “anomia boba”, haciendo referencia a situaciones sociales en las que todos resultan perjudicados. “No es el resultado de intereses o valoraciones que la ley no pudo satisfacer y que se busca satisfacer al margen de ella”, advirtió. “En una sociedad que padece una anomia boba todos violan la ley hasta tal punto que, por hacerlo, nadie obtiene ventajas sobre otros. Todos salen perdiendo. Así, esta sociedad podría quedar representada por la imagen de dos conductores que no respetan los semáforos pero no llegan más rápido a ningún lado sino que chocan y se arruinan o se matan. Nadie se beneficia más que por un momento, y finalmente todos se ven ampliamente perjudicados”, razonó. La definición es tan exacta que se asocia sin dudas con nuestra provincia.
La frase “el tránsito en Tucumán es un caos” es remanida. Y para verificarla confluyen en él distintas aristas que no podemos dejar de reconocer. Por un lado, el monstruoso parque automotor al que hay que controlar. Ordenar todo esto es una tarea titánica. El otro, un tema que tampoco tiene solución: el desastroso servicio público de pasajeros que padecemos. La afluencia de rodados particulares disminuiría notablemente si tanto ómnibus como taxis funcionaran con presteza. Y tampoco hay un sistema de estacionamiento funcional.
El que esté libre de pecado...
Repasemos algunas de las infracciones que a diario se cometen en la vía pública y después que levante la mano aquel que jamás las hizo. Estacionar en lugares prohibidos (a veces la pintura amarilla es inexistente o simplemente no la queremos ver); estacionar en doble o triple fila (las entradas y salidas de los colegios son el mejor ejemplo); conducir hablando por celular o mandando mensajes; doblar a la izquierda en las avenidas; doblar como si fuera giro libre en las avenidas cuando siempre depende de un cartel indicativo; pasar semáforos en rojo; sobrepasar la velocidad permitida (40 km/h en las calles, 60 en las avenidas, 120 en rutas, 130 en autopistas, 20 en pasos a nivel y frente a escuelas o colegios); girar en U; circular a contramano; no tener puesto el cinturón de seguridad; no llevar las luces bajas encendidas; detenerse sobre la senda peatonal; en motos, circular con más de dos personas a bordo, no llevar el casco puesto. Y de ellas, la costumbre del celular se volvió la más perniciosa. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las distracciones en la conducción pueden ser de cuatro tipos: visuales, como apartar la vista del camino; cognitivas, como reflexionar sobre un tema de conversación del que se esté hablando por teléfono o estar absorto por una preocupación; físicas, como cuando un conductor sujeta o manipula un aparato, en lugar de tener las dos manos al volante, y auditivas, como responder un celular. En una llamada telefónica, esas cuatro distracciones ocurren en simultáneo.
Además, el tránsito nos pone irascibles. La Organización Mundial de la Salud estudió que en cerca del 90% de los accidentes de autos el factor humano es determinante y muchas veces también lo es el factor emocional. La Psicología del Tránsito ha detectado un síndrome de ira al volante. Según una investigación, el 52% de los conductores argentinos maneja con síntomas de irritación y el 20% lo hace con un nivel de irascibilidad alto. Y en Tucumán transgredimos la ley a diario. Hasta los jueces, aquellos que deben impartir justamente justicia, lo hacen, Según un informe de la Dirección de Tránsito de la Municipalidad capitalina, de cada 10 personas, cinco conductores de automóvil y dos de moto usan el celular mientras manejan. Circular hablando por celular (aunque sea con manos libres) ocupa la tercera posición de actas más labradas o infracciones más frecuentes con el 8% del total. Estacionar en zonas prohibidas es la infracción que más se comete, con casi el 40% de las actas, seguida por estacionar en doble fila con el 35%. Y después nos enojamos cuando el tránsito no es fluido.
Siempre miramos a nuestros hijos como el futuro. Y apostamos por ellos para tener un mundo mejor. Una educación vial dentro de la currícula educativa sería fundamental para algo así. Tal como hemos visto, nuestras actitudes detrás de un volante o un manubrio son el fiel reflejo de lo que somos como sociedad: bobos con anomia, los definió el genial Nino.