Cuando uno ingresa a la provincia de Jujuy desde el sur se encuentra con una inmensa obra en pleno desarrollo. Se trata de la autopista que se extenderá desde el río de las Pavas (en el límite con Salta) hasta la localidad de Perico, donde actualmente nace la vieja autovía que conduce a San Salvador, la capital provincial, y que concluye en Yala, puerta de entrada a la Quebrada de Humahuaca. Cuando esos trabajos estén listos, los conductores atravesarán buena parte de la provincia por una ruta de cuatro carriles, con todo lo que eso implica. Este tipo de infraestructura también está presente en Salta, entre Metán y la capital (y en las ágiles circunvalaciones que rodean la ciudad). Son apenas dos ejemplos de una realidad a la que Tucumán es bastante ajena. Al menos hasta ahora: el anuncio del arranque de las obras de la autopista que comunicará Tucumán con Termas del Río Hondo, en Santiago del Estero, genera esperanza.
En las últimas semanas, el Gobierno dio el puntapié inicial de este proyecto largamente anunciado. En la primera etapa de la obra, que demandará una inversión de $ 27.000 millones, se construirán cinco kilómetros en Tucumán y otros 15 kilómetros en la provincia vecina. De acuerdo con lo que informó Marcelo Caponio, secretario de coordinación institucional del nuevo Ministerio de Obras y Servicios Públicos, estos trabajos se enmarcan en un proyecto más ambicioso, que incluye la construcción de autovías en otros tramos de la ruta 9 (por ejemplo, en Salta y en Santiago del Estero). El objetivo final es que este camino se convierta en una extensa autopista que comunique Buenos Aires con el NOA.
Actualmente, las únicas autopistas que existen en Tucumán son 1) la que une El Cadillal con la capital, de unos 30 kilómetros de extensión, 2) la Circunvalación, 3) la autopista Tucumán-Famaillá (42 kilómetros), 4) el corto tramo de la 301, entre el Canal Sur y San Pablo y 5) la Diagonal a Tafí Viejo (menos de 10 km). Se trata de distancias pequeñas. El resto son rutas de dos carriles que, en muchas casos, se encuentran desbordadas por el tráfico intenso. El mejor ejemplo es la vieja traza de la 38, en la que se mezclan autos, camiones, colectivos, motos, bicicletas, peatones, carros y un largo etcétera. Sin dudas existe un déficit de infraestructura vial en una provincia como Tucumán, tan densamente poblada y con intensa actividad productiva.
Enfocándonos en la obra que comenzó la semana pasada, vale la pena detenerse en un punto específico. De acuerdo con lo que anunció Caponio, en esta primera etapa de los trabajos está prevista la construcción de un puente elevado sobre la ruta 306, en la zona de San Andrés. Se trata de un sector muy complicado e inseguro. Durante muchos años fue conocido como “la ruta de la muerte”, debido a la gran cantidad de accidentes que se producían allí. Los semáforos llegaron como un intento por mejorar la seguridad vial, pero hoy casi nadie los respeta y el lugar se vuelve caótico. Si se concreta, el puente elevado seguramente generará mejores condiciones de circulación.
Como ocurre habitualmente con proyectos de esta magnitud, la ansiedad por ver la obra terminada puede jugar en contra. Seguramente, la concreción quedará atada a vaivenes difíciles de manejar, como las crisis económicas y los cambios de administraciones. De todos modos, creemos que es un proyecto promisorio que, una vez terminado, impactará en el comercio, en el turismo, en el transporte y -mucho más importante que todo lo anterior- en las vidas que salvará. Para ello es fundamental que los plazos se cumplan y que, más allá de las promesas políticas, se produzcan avances concretos.