¿Desde hace cuánto tiempo el director técnico es el fusible de los equipos de fútbol cuando los resultados no acompañan? Uf. Uno puede irse tan lejos en el tiempo para hallar una respuesta que, seguramente cuando la encuentre, ni siquiera será todo lo rigurosa que la situación requiere. O quizás sí, porque nos podríamos posar sobre la idea de que todo esto del cambio constante de figuras empezó cuando el fútbol dejó de ser sólo un juego para convertirse en un negocio.
Hay pautas, detalles, opiniones y hechos que nos pueden dejar una idea de qué pasa en estos tiempos despiadados hacia lo que muchos consideran el peor oficio del mundo deportivo.
Por esta horas es Atlético el que está transitando por el sinuoso camino del entrenador que se va después de una campaña decididamente mala. El tema es que las viene teniendo desde hace un buen tiempo, luego de la ida de Ricardo Zielinski. Ni Omar De Felippe, ni mucho menos Pablo Guiñazú trajeron soluciones. Se pensó entonces en “repatriar” a uno de los DT más influyentes de los últimos tiempos, Juan Manuel Azconzábal, en los papeles agresivo y efectivo en su estilo, que trajo gloria al club con recordadas conquistas, en las que se vio un equipo que anotaba mucho y lograba victorias agónicas, pero victorias al fin. Pues bien, la realidad fue muy diferente, dándole la razón a los defensores del refrán “nunca segundas partes fueron buenas”.
La tradición indicaba, al menos hasta hace unos 12/15 años, que los hinchas “decanos” estaban acostumbrados a ver un fútbol vistoso. Pero con el paso del tiempo todo cambió hacia la búsqueda de resultados, algo que hoy forma parte del ABC del fútbol mundial.
“El Ruso” dejó la vara muy alta en Atlético. Su campaña de 1.289 días reunió grandes hazañas, por lo general con defensas sólidas, zonas medias equilibradas y ofensivas intensas. Hoy, esos conceptos quedaron sólo en un recuerdo. Con un equipo que deambula en el fondo de la tabla desde la temporada pasada, y que se puso a tiro de la zona de descenso directo, “Vasco” quedó expuesto y la derrota de local ante Gimnasia se convirtió en la crónica de un final anunciado.
Que los DT no duren en los equipos cuando los resultados son esquivos no es una novedad. Se diría, es casi un estigma del fútbol argentino. Pasa con torneos cortos y largos. Asumido que los resultados marcan en general la continuidad de un entrenador, ¿qué hay de los jugadores? ¿Cuál es su responsabilidad en las malas campañas? Hace un tiempo, en una producción especial de LG Deportiva sobre este tema, se le consultó a Walter Concha, DT de Ateneo Parroquial Alderetes sobre esta cuestión. Y fue muy directo con su respuesta: “en el fútbol siempre ganan los partidos los jugadores. Y cuando pierden, los culpan a los técnicos. Esa es la frase más fácil para el hincha y para el dirigente. Además, los fanáticos influyen mucho en la continuidad del entrenador cuando, a veces, ni siquiera saben lo que pasa en el club. Porque pagan una entrada se creen con ese derecho”.
En periodismo deportivo gráfico o digital, los editores suelen rechazar los títulos de una nota en la que se dice que este y aquel equipo busca o quiere ganar, porque es una obviedad. Sino, ¿para qué jugaría? Que en el caso de los DT imperen los resultados no implica que todos vayan por ellos de manera obsesiva: muchos quieren antes que nada un concepto de juego, tener una idea clara y sostenerla. “Los equipos con proyectos son los que hacen la diferencia. Ganar y jugar bien van de la mano, un equipo sin identidad podrá ganar algún partido, pero con identidad ganará campeonatos”, opinó en su momento Fernando Vega, técnico de Alto Verde.
En alguna columna que firmó en el diario La Nación, el hoy comentarista y periodista Diego Latorre sugirió que hay una sensación de que los técnicos se han adueñado del fútbol. “O que los demás se lo hemos dado en consignación”, dijo. “Existe una necesidad de exagerar, de llamar la atención y de individualizar la derrota y el éxito. El momento social, tan convulsionado, nos conduce a descabezar a quien se equivoca y a admirar momentáneamente a quien brinda una satisfacción. Nos movemos en un mundo falso de héroes y villanos, de culpables e inocentes, y en ese nuevo paradigma, el director técnico calza como un personaje ideal”, escribió.
Nada es más cierto que, por más talentosos que sean los jugadores, o por más capacitado que esté un DT, suceden cosas irremediables e incontrolables en un partido. Planificación y concreción no siempre se llevan bien. Y cuando eso ocurre, saltan los tapones.
Es como si este oficio de estar al frente de un equipo de fútbol resulta en definitiva funcional al sistema. En este mundo del fútbol de blanco o negro, los entrenadores tienen los laureles o el cadalso persiguiéndolos fecha a fecha. Hay excepciones, como en todo, pero lo usual es que así ocurra. Son ellos la pieza perfecta para desechar dentro de una estructura en la que lo descartable ocupa el lugar de lo duradero.