Entrevista a Sergio Chejfec: “La literatura es mejor cuando alude a la realidad y no cuando la interpreta”

Entrevista a Sergio Chejfec: “La literatura es mejor cuando alude a la realidad y no cuando la interpreta”

Creía que una buena literatura tiene que proponerse traducir su visión del mundo en términos de matización de la realidad, no de blanco y negro. En esta entrevista, publicada originalmente en este suplemento en 2011, habla de los temas y las historias en la literatura, la obra de Walsh y la particularidad de su escritura.

EL CONTRATO. “El lector debe creer que en lo que está leyendo anida alguna parte de verdad”, sostenía Chejfec. EL CONTRATO. “El lector debe creer que en lo que está leyendo anida alguna parte de verdad”, sostenía Chejfec.
10 Abril 2022

Por Marcelo Gioffré

Para LA GACETA - NUEVA YORK

Conversando sobre literatura argentina, Martín Kohan me indicó, como uno de sus autores predilectos, a Sergio Chejfec. Beatriz Sarlo ya había dicho de él: “Hice mis apuestas sobre su sorprendente y a veces inexplicable originalidad”. De manera que abordé sus libros con el entusiasmo que correspondía a recomendaciones tan estimulantes. No se trata de un escritor complaciente con el lector, pero para quien disfruta del lenguaje los textos de Chejfec son una fiesta. Nos citamos mediante un intercambio de e-mails y el encuentro se produjo en el bar de un hotel del Soho, en Nueva York, una mañana muy fría. Entró con abrigos y gorrito de lana calzado a su cabeza. Lo reconocí en el acto, pese a las sucesivas capas textiles que funcionaban como Troyas térmicas superpuestas: después de todo, para mí no era una verdadera cita a ciegas, pues las fotos de solapa de sus libros operaban como tranquilizadoras contraseñas.

- Tu literatura se inscribe en una búsqueda del erotismo del lenguaje, y en la Argentina podríamos pensar en dos tradiciones: una vinculada a Juan José Saer, que se ramifica hoy en día en Alan Pauls o en tu caso, y otra que estuvo más vinculada a Bioy Casares, que hoy se extendería por ejemplo en Guillermo Martínez, y que apunta más al argumento, a entretener al lector. Entretener al lector, ¿te parece algo irrelevante?

- Todos tratan de entretener al lector. Cualquier libro es un contrato de comunicación y la literatura debe ser persuasiva, en el sentido de que el lector debe creer que en lo que está leyendo anida alguna parte de verdad. Es una discusión que no me inspira mucho atractivo, básicamente porque hay autores que escriben de manera muy diferente de como escribo yo y que me gusta mucho leer, es el caso de Bioy Casares. No sé muy bien dónde está la diferencia. A lo mejor la diferencia radica no tanto en la primacía de la trama, sino en cómo se representan los matices. Puede haber literaturas que no le dan importancia al argumento, divagantes, reflexivas, morosas, que desprecian el avance de la acción, y puede ocurrir que esas literaturas estén escritas a espaldas de los matices. Una buena literatura tiene que ser una literatura que se proponga traducir su visión del mundo en términos de matización de la realidad, no de blanco y negro, una literatura que no te diga esto es así, yo lo entiendo, entonces aquí te estoy ofreciendo un pedazo de realidad claro. No me gusta lo asertivo en la literatura, ni los escritores que están muy seguros de sí mismos. La literatura es mejor cuando alude a la realidad y no cuando la interpreta.

- Vos en tus libros no te planteas una historia.

- No me planteo una historia, es verdad, me planteo una serie de puntos, de temas, escenas casi teatrales que me parecen ricas para explorar.

- En tu novela El Aire, que es de 1992, ¿el tema es la espera?

- El tema es la espera, el tema es el abandono, el amor, la pareja, Buenos Aires. No me gustan las novelas que tienen un único tema.

- ¿Por qué el personaje de El Aire tenía obsesión por medir todo?

- Porque era una manera de creer que tenía controlada una realidad que se le escapa, una realidad que se desmorona, era una manera de apresarla. Buenos Aires es una ciudad que se está disgregando…

- Allí aludís a la tugurización de los techos de Buenos Aires. ¿Eso lo viste en algún lugar?

- Era completamente anticipatorio del menemismo. El último departamento donde viví en Buenos Aires, en San Cristóbal, era un sexto piso y veía edificios más bajos que poco a poco iban poblándose de viviendas precarias en los techos.

- ¿Qué pensás de los escritores como Haroldo Conti o Paco Urondo que en los 70 casi podríamos decir que abandonaron la literatura por la militancia?

- No sé si la abandonaron. No sabemos si hubieran seguido vivos si habrían regresado a la literatura. A mi me interesa cómo se traduce eso en la literatura. Conti es un escritor fascinante, tiene novelas como Sudeste, como En vida, o cuentos como Todos los veranos, que son muy buenos. Mascaró es una novela bastante fallida, pese a que se la levanta porque vendría a representar una veta alegórico política. A mi me interesa qué se produce en el escritor cuando la serie política parece intervenir su literatura. Rodolfo Walsh privilegia la literatura testimonial, periodística, por una suerte de compromiso político, pero si lees sus diarios ves que siempre lo acompaña una culpa o una nostalgia por no haber escrito la novela burguesa, como la llamaba él, una novela como las de Cortázar. Ese gesto me gusta observar y analizar, porque probablemente si Walsh se hubiera puesto a escribir una novela burguesa le habría salido mal, porque él estaba llamado a escribir ese tipo de textos testimoniales.

- ¿Qué estás escribiendo ahora?

- Estoy escribiendo varias cosas a la vez. Pero estoy dándole más importancia a una novela que se llama La experiencia dramática. Hay algunos autores que no quieren decir los títulos porque tienen miedo de que se desmorone todo, a lo mejor tienen razón y después de este momento yo voy a estar completamente bloqueado para seguir escribiendo por haber confesado el nombre.  

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