Las alarmas no han dejado de sonar a pesar de la guerra en Europa y de la pandemia de coronavirus. Esta semana se hablaba de un escenario "aterrador", en referencia al último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), luego de que días atrás se conmemorara el Día Mundial del Clima. Esta agencia de Naciones Unidas lleva 28 años publicando sus evaluaciones anuales. Y su conclusión, en esta oportunidad, ha sido inequívoca: las evidencias e impactos del calentamiento global se agolpan.
"Para adaptarnos al cambio climático no solo necesitaremos inversión en infraestructura, sino también políticas de conservación de la naturaleza y hasta lazos ciudadanos".
Los últimos dos años (2020 y 2021) estuvieron entre los más cálidos jamás registrados. Los otros dos fueron 2016 y 2019. Si la tendencia se mantiene, 2022 será una nueva fecha caliente. La crisis climática se extiende y afecta las vidas de millones de personas de todo el mundo. Las olas de calor, las sequías y las inundaciones ya han superado los umbrales de tolerancia aceptables, han dicho los científicos del panel de la OMM. Pero, ¿somos todos vulnerables al cambio climático? "Sí", contesta Ignacio Gasparri, ingeniero forestal, doctor en ciencias biológicas e investigador del Instituto de Ecología Regional (IER), una unidad ejecutora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). "El clima es un sistema global con múltiples y complejas conexiones. Si bien hay sitios del planeta que por ahora se ven más afectados que otros, el sistema está siendo modificado en su conjunto. Más temprano que tarde, los cambios se van a manifestar en todas partes", añade.
- ¿Hay posibilidades de que quiénes viven en ciertas regiones se mantengan al margen de la crisis climática?
- No. No hay posibilidades de desconectar una parte del sistema y aislarse de las consecuencias.
- ¿Todos podremos adaptarnos?
- La capacidad de adaptación dependerá, en gran medida, de lo saludable que sean las sociedades y los ambientes. Es decir, tendrán más oportunidades las personas que vivan en ciudades con buenas capacidades económicas para realizar obras y para mejorar su infraestructura; en ciudades con fuertes lazos colectivos y de solidaridad; en ciudades con conocimiento; en ciudades con previsión y, finalmente, en ciudades con ecosistemas y medioambientes en buen estado de conservación, tanto naturales como productivos. Por el contrario, las personas que vivan en ciudades con capacidades económicas limitadas, con falta de integración social y con ambientes insanos afrontarán más complicaciones.
- ¿Qué se entiende por un medioambiente bien conservado?
- Aquel donde los bosques en zonas de montaña se encuentran en buen estado, donde los humedades y los cursos de agua mantienen su capacidad de regulación y donde las prácticas productivas son adecuadas y respetuosas con el entorno.
Básicamente, usted plantea que para adaptarnos al cambio climático no solo necesitaremos inversión en infraestructura, sino también políticas de conservación de la naturaleza y hasta lazos ciudadanos. ¿Cuán cerca o cuán lejos se encuentran los distritos tucumanos de esas metas? "En algunos aspectos, estamos complicados", evalúa Gasparri. De hecho, en plena pugna global por cortar la dependencia del petróleo ruso, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha publicado una semana atrás unas recetas que reducirían cerca del 3 % de la demanda mundial de crudo. Esa batería de medidas se circunscribe al teletrabajo tres días a la semana, a un transporte público barato y a límites de velocidad más estrictos.
"Más allá de que aquí no todos los empleos se prestan al esquema propuesto, primero habría que mejorar la conectividad de las comunicaciones en varios sectores, especialmente en las localidades del interior de la provincia", razona el investigador. Es que si más gente haría home office -prosigue- ya no le sería importante vivir en la misma ciudad que su empleador.
Con respecto al sistema de transporte público de Tucumán, considera que constituye, claramente, un problema y una limitación. "Hoy, este servicio ocupa una posición central dentro del debate político y social. Pero el cambio climático no es la prioridad y preocupación de ese debate. Sin embargo, este es el momento oportuno para plantearse objetivos al respecto y de aquí a 25 años", insta.
Finalmente, el investigador llama a que este cambio de costumbres en el día a día de los tucumanos -y de la humanidad, en general- no se limite en pos del objetivo de mejorar la seguridad energética de los países, sino para atajar el cambio climático. "El mundo entero debe reducir gradualmente el carbón y las subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles. Esos subsidios deberían trasladarse, en cambio, a la promoción de energías renovables", concluye.