A mediados de 2002, se sabía que María de los Ángeles Verón había sido secuestrada por desconocidos el 3 de abril de ese año para ser vendida a una red de trata de personas con fines de explotación sexual. Las líneas de investigación conducían hacia La Rioja. La teoría del caso era que estaba retenida en contra de su voluntad en algunas de las whiskerías que había en esa provincia donde su funcionamiento estaba amparado por la policía y la justicia. Pero la gran duda era cómo había llegado hasta ahí. Y con el correr de los días el panorama se fue aclarando.
Marita, como la llamaban a la joven de 23 años, se dirigía a la Maternidad para la colocación de un DIU. Patricia Soria, enfermera que vivía en el barrio Gráfico II, la contactó con Miguel Ardiles, que era jefe de ordenanzas (Susana Trimarco, la madre de la víctima declaró que en realidad le había mentido que era jefe de Personal) y dirigente de ATSA. Este, según consta en el expediente, la contactó con el médico José Tomas para que la atendiera. El médico, supuestamente peruano de nacionalidad, con domicilio en Los Gutiérrez, después de que el caso se hiciera público, nunca más pudo ser ubicado por las autoridades.
Carlos Posse, defensor de varios de los acusados, pidió que se analizara con más profundidad esa línea, pero al mismo tiempo señaló que la desaparecida quería practicarse un aborto porque no estaba en condiciones económicas de mantener a otro hijo. Esa posibilidad fue rotundamente desmentida por la familia y amigos de la víctima.
En la primera semana de su desaparición surgieron indicios que nadie prestó mucha atención. Surgió la pista del este tucumano. En dos días, diferentes personas dijeron haberla visto en Los Gutiérrez, El Chañar y La Ramada. “En medio del juicio nos dimos cuenta que después de haberla secuestrado la podrían haber llevado a esa zona. Allí la mantuvieron drogada o la hicieron participar en alguna fiesta. Y pensamos eso porque en el debate surgió que los Ale tenían una bailanta en Alderetes que se llamaba ‘El mundo es mío’. Siempre sospechamos que ella logró escaparse de ahí y luego la recapturaron. Por eso siempre hablamos de un doble secuestro”, explicó Carlos Garmendia, el abogado que actuó como querellante en la causa y que sigue representando legalmente a Trimarco. Pero esa teoría nunca pudo probarse en todo este tiempo, pero nunca fue descabellada con todo lo que figura en el expediente.
Según esa línea, después de haber sido mantenido en cautiverio de una casa de Yerba Buena, la obligaron a participar en una fiesta sexual en ese centro de diversión de Alderetes. Garmendia cree que logró escaparse y, caminando, se fue hasta Los Gutiérrez. El 8 de abril, cinco días de la desaparición de la joven, Daniel Verón fue entrevistado en el programa radial que conducía Noemí Colombano en LV7. En ese reportaje contó que estaba buscando a su hija, la describió físicamente y dijo que ropa llevaba puesta.
La enfermera Elvira Acosta se comunicó con la emisora para avisar que ella había visto a la joven en esa localidad. El padre de Marita, acompañado por Jorge Tobar, el investigador que fue designado para llevar adelante la pesquisa, en 15 minutos, se presentó ante la mujer. La testigo les contó que la joven se había sentado apoyada en una columna de cemento frente a su domicilio y describió que tenía la mirada extraviada. A los 20 minutos, volvió a correr la cortina y la desconocida seguía allí. Como no era de la zona se asustó y prefirió encerrarse en su vivienda para no tener problemas.
“Tenía como dilatadas sus pupilas, los ojos vidriosos, la mirada extraviada. Esta chica tenía el rostro demacrado y con ojeras”, precisó Acosta en el juicio que se les hizo a los 13 imputados por privación ilegítima de la libertad y corrupción, ya que en el momento de la desaparición de la joven la trata de personas no figuraba en el código penal argentino como delito. También contó que a los pocos minutos llegó su hermano Eduardo Acosta y le comentó lo que estaba pasando. “Le dije que estaba esa chica hacía una media hora, y se acercó a hablar con ella. Me contó luego que la joven le dijo que quería ir a la ciudad, y él le indicó dónde tomar el colectivo. Se levantó, se acomodó su ropa, y se fue caminando hacia el norte”, declaró.
Esa chica, que tenía entre 23 y 25 años, según la testigo, tenía una remera turquesa, un pantalón vaquero y zapatillas, el mismo atuendo que lucía cuando fue por última vez. “En ese momento no se me pasó por la cabeza que necesitara ayuda. Estaba como perdida, me miró como asustada. Si hubiera estado coherente me habría dicho algo o lo hubiera notado”, reconoció en la audiencia. La sala de debate se silenció cuando dijo que la foto de Marita que le mostraron Verón y Tobar era la joven que ella había visto.
Más al norte
Las localidades de Los Gutiérrez y La Ramada están separadas por poco más de 20 kilómetros. En el trayecto a La Ramada, se encuentra El Chañar. Los investigadores reconocieron que ambos lugares la vieron a Marita deambulando, perdida, como si estuviera drogada. Pero así como sumaron indicios sobre su presencia, también se toparon con algunas irregularidades.
En la causa, los vecinos Ernesto Benegas y Mercedes Sotelo declararon que vieron a la joven deambulando en estado lamentable por las calles de La Ramada. El hombre relató en la audiencia que la vio sentada al borde de una calle y al darle lástima, le ofreció un sándwich y agua, que les aceptó sin ningún problema. La mujer, que falleció antes de que comenzar el debate, en sede policial coincidió con el testimonio de su vecino y, según el acta, los efectivos le mostraron una foto de la desaparecida y ella la reconoció como la chica que deambulaba como pérdida.
En el expediente figura además que Celedonio Gutiérrez y Ramona Leonor Albornoz, otros habitantes de esa localidad, confirmaron que la chica que vieron deambulando era Marita. También señalaron, al igual que Benegas, que el Renault 12 celeste que usaba el personal de la comisaría se presentó en el lugar y que la trasladaron a algún lado y que después se enteraron que la habían llevado a la dependencia policial.
Los pesquisas confirmaron la versión de los testigos y concretaron uno de los hallazgos más trascendentales de la causa en esos días. La novedad de la aparición de la desconocida no había sido registrada en el libro de actas de la dependencia, lo que configuró una grave falla procesal que hizo irritar (y mucho) a la fiscala Joaquina Vermal, que estaba al frente del expediente. En la investigación también se confirmó que, por orden del oficial Víctor Juárez, los cabos Marcelo Justiniano Ruiz y Mario Corpus, pese a que ambos estaban de franco, fueron consignados a entregar notificaciones el sábado 6 de abril (sumamente extraño porque no es día hábil) y cuando se realizaban esa tarea encontraron a una mujer en la vera de la ruta.
Ruiz relató que le preguntaron si necesitaba ayuda y ella les dijo que debía viajar la ciudad, a su casa ubicada en Jujuy al 200 (los Verón en algún momento vivieron en un departamento en esa cuadra), pero que no tenía dinero para hacerlo. Corpus, por su parte, dijo que la encontraron haciendo dedo. Los policías decidieron trasladarla hasta la comisaría donde le informaron a sus superiores lo que estaba sucediendo. Allí, después de identificarla como Mirta Bron (¿las similitudes con Marita Verón son pura casualidad?), Juárez se presentó en la parada de la empresa Benjamín Aráoz para que la trasladara de manera gratuita. El oficial identificó al chofer como Hugo “Guiso” González. Al ser entrevistado por las autoridades, el conductor del colectivo señaló que trajo a la misteriosa mujer hasta la Terminal de Ómnibus.
Los policías coincidieron en señalar que la persona que ellos habían ayudado tenía entre 35 y 40 años, mientras que todos los testigos civiles informaron que la edad de la mujer era de entre 22 y 25 años. Los vecinos señalaron que la misteriosa mujer llevaba puesta una determinada ropa, los uniformados, otra. Los lugareños confirmaron que la joven que habían visto era Marita, los efectivos, que estaban al tanto de su desaparición y que habían recibido imágenes de la joven que era buscado en toda la provincia, no.
Una pista enfriadora
Cuando los investigadores estaban analizando la pista de La Ramada, a mediados de mayo de 2002, el entonces jefe de la Brigada de Investigaciones Norte Víctor Lisandro recibió una llamada telefónica de una vecina de la localidad de El Chañar afirmando que a mediados de mayo habían visto a Marita caminando por el lugar. Ante este panorama todos los esfuerzos se volcaron hacia esa localidad. A la búsqueda, según consta en el expediente, se sumaron unas 100 personas que pertenecían a la Asociación de Remisero Unidos de Tucumán (Arut), gremio presidido por María Jesús Rivero e integrado mayoritariamente por los choferes de la empresa Cinco Estrellas, que era propiedad de Rubén “La Chancha” Ale, que empezaba a ser mencionado en la investigación. Pero el trabajo fue en vano. Nunca se encontró ni rastro de la joven desaparecida en ese lugar.
La historia oficial de esta pista fue más o menos así. Lisandro le avisó a la fiscala Vermal que una mujer de El Chañar se había comunicado con ella para decirle que su nieto había visto deambulando a una joven en el lugar y que cuando lo entrevistaron y le mostraron una foto de la desaparecida, el pequeño se largó a llorar desconsoladamente. Durante el juicio, el jefe policial no sólo mantuvo sus dichos, sino que señaló que esa tarea la había realizado junto a su hermano Julio y el agente Juan Carlos “Coquero” Díaz (condenado por la muerte del puestero Alberto El Khalil). En el mismo debate se presentó la supuesta informante que hizo un festival de desmentidas. Señaló que ella nunca había llamado a la Policía y que era imposible que un nieto de ella pudiera haber hecho algo así, ya que sólo tenía una nieta.
“Con el paso de los años nos dimos cuenta de que todo había sido inventado para que no buscáramos en los lugares donde realmente podría estar Marita”, explicó Garmendia. “Recuerdo de búsquedas interminables en los cañaverales de la zona. Y lo hacíamos, aunque parezca increíble, con la ayuda de los Ale. Se nos burlaron en la cara porque después nos enteramos que un pariente muy cercano a Lisandro trabajaba para “La Chancha” Ale”, insistió Garmendia. “Nuestra hipótesis es que Marita logró escaparse, pero después, con la ayuda de los policías, la recapturaron y la entregaron a sus captores. Por eso hablamos de un doble secuestro”, dijo el histórico abogado de la fundación María de los Ángeles Verón.