Mientras el bombardeo a Puerto Argentino era incesante, en las entrañas del ARA Almirante Irízar se trabajaba sin descanso. Convertido en un hospital de campaña y amarrado en la bahía, en pleno teatro de operaciones, el buque insignia de la Fuerza Naval Antártica albergó toda clase de heroicas historias. Entre ellas, la de un grupo de mujeres que se ofrecieron como voluntarias y forman parte del orgulloso cuadro de veteranas de la Guerra de Malvinas.
Nacida y residente en Buenos Aires, la instrumentadora quirúrgica Silvia Barrera visitó Tucumán y recibió una serie de merecidos homenajes, en el marco del Día de la Mujer. Se trata -nada menos- que de la mujer más condecorada de la historia de las Fuerzas Armadas. Tenía 23 años cuando viajó a Malvinas, junto a sus compañeras Susana Maza, Cecilia Ricchieri, Norma Navarro, María Marta Lemme y María Angélica Sendes.
“Sería imprescindible que Malvinas forme parte de los libros de historia, para que los chicos sepan que acá hubo una guerra hace muy pocos años. Y que los que participamos estamos vivos y que pueden escuchar de nuestra voz la realidad de lo que fue”, afirma Barrera. Y al contar sus experiencias visibiliza una de las tantas aristas del conflicto desconocidas para el gran público: la de la actuación de las mujeres en Malvinas.
- ¿Cómo llegaron seis mujeres a Malvinas?
- Desde 1980 yo trabajaba en el Hospital Militar Central. Cuando en el 82 se recuperaron las islas en el Ejército todavía no había mujeres en las unidades, entonces no teníamos expectativas de ir. Pero pasaron los días, comenzaron los combates en Puerto Argentino, y entonces llegó el pedido de instrumentadoras quirúrgicas. Nosotras éramos civiles, no teníamos instrucción militar de ninguna clase, pero nos ofrecimos a ir como voluntarias. Somos cinco del Hospital Militar Central y una del Hospital Militar de Campo de Mayo.
- ¿Cómo fue la situación cuándo decidieron ir?
- Nos explicaron cómo estaba la situación en Puerto Argentino, que estaban bombardeando los alrededores. Decidimos ir igual. Vinieron a darnos el equipo. Era todo de hombre, así que nos quedaba grande. Era ropa de verano, porque se había mandado toda la ropa de invierno al sur. Había que salir al día siguiente a las cuatro de la mañana, así que nos fuimos corriendo a casa a avisarles a nuestras familias.
- ¿Y cómo lo tomaron?
- De nosotras seis, cuatro venimos de familia militar y nos acompañaron en nuestra decisión. Aparte fuimos a despedirnos con los pasajes en la mano, así que no tenían otra opción que acompañarnos. La decisión ya estaba tomada.
- ¿Hubo algún tipo de preparación?
- No, nada.
- ¿Cómo se sentían al partir?
- Muy entusiasmadas. Nosotras elegimos ir. Es distinto a cuando te lo ordenan, como pasó con los soldados que se encontraron viajando a Malvinas de un día para el otro. Íbamos con todo el entusiasmo de la juventud y de las expectativas de vivir algo distinto e importante, tanto como para nuestra carrera como para la patria. Y también para nuestros soldados, porque sabíamos que íbamos a ayudarlos.
- ¿Cómo siguió la historia?
- Llegamos a Río Gallegos. Hubo mucha improvisación, hasta que después de idas y venidas logramos nos llevaron en helicóptero al Irízar. Al principio estaba esa tirantez de los hombres con las mujeres; hay que comprender que 1982 era totalmente distinto a la actualidad. Pero esas asperezas del inicio se limaron y después trabajamos muy bien, formando un gran equipo.
- ¿Cómo era el día a día en el buque?
- De noche los ingleses bombardeaban. Estábamos en la bahía de Puerto Argentino, así que sufríamos el ruido por arriba del barco. En tierra recogían a los heridos y después los llevaban al hospital de Puerto Argentino. Ahí se les hacía una cirugía o una curación y en helicóptero los traían a bordo del Irízar. Los evalúabamos y veíamos cómo estaban. A los que estaban operados y llegaban al buque, a veces se les abrían las heridas. Teníamos que tener los quirófanos preparados, con una de nosotras para hacer esa pequeña curación. Y cuando los operábamos en el buque debíamos hacer las curaciones postoperatorias. Así que fue un trabajo continuo.
- ¿Les costó mucho ser reconocidas como veteranas?
- El Ejército siempre nos reconoció como veteranas de guerra. Fuimos las primeras reconocidas de las 16 veteranas que somos. Pero no hace que te reconozcan afuera. El reconocimiento de afuera te lo da el periodismo y me parece que estaban más interesados por ocultar lo de Malvinas que por sacarlo a la luz. Así que pasaron muchos años hasta que se empezó a conocer un poco nuestra historia. Creo que todavía hoy falta mucho para que seamos conocidas.
- Ya pasaron 40 años. ¿Hay algo que la experiencia de Malvinas debería significar para la sociedad argentina?
- Primero sería imprescindible que Malvinas forme parte de los libros de historia, para que los chicos sepan que acá hubo una guerra hace muy pocos años. Y que los que participamos estamos vivos y que pueden escuchar de nuestra voz la realidad de lo que fue. Pasaron 40 años y creo que es importante en este nuevo aniversario que la gente acompañe en los actos, que se van a realizar a lo largo del país, a los veteranos de guerra. Eso nos hace bien al alma y es también una forma de ratificar que fue una gesta heroica, aunque no se haya ganado la guerra. (Producción periodística: Paula Cavanna)