Heráclito y el Pulgón

Heráclito y el Pulgón

Doctor en Filosofía - Columnista invitado.

Heráclito y el Pulgón

Las declaraciones de guerra contra Ucrania y contra la inflación de Putin y de Fernández, respectivamente, tienen un antecedente filosófico notable y una expresión tucumana extraordinaria.

Heráclito de Éfeso fue, sin dudas, uno de los filósofos más importantes de nuestra cultura. Injusto es el mote de presocrático, con todo respeto por el maestro de Platón, tábano de Atenas y mártir de la filosofía.

Sócrates bebió el veneno que le ordenaron las leyes, a las que respetó aun cuando fue condenado a quemar su vientre con la cicuta, pariente del perejil y de las serpientes venenosas. Heráclito, en cambio, murió bañado en estiércol a propósito de un tratamiento muy mal prescrito para su problema de retención de líquidos. Sócrates no escribió nada, pero hostigó con preguntas a los vecinos de Atenas, dejando quizás una brizna de comprensión a su injustificable asesinato. Heráclito era todo menos sociable; entre sus apodos estaba el de “El llorón” y “El oscuro”. Pero uno con locuacidad y otro con aforismos oraculares, los dos revelaron algo sobre la condición humana y cósmica.

Heráclito es conocido por la idea de que no podemos bañarnos dos veces en las mismas aguas de un río. Como bien entendió Borges, no solo las aguas se mueven, sino también nosotros, cuando dijo:

¿Qué río es éste

que arrastra mitologías y espadas?

Es inútil que duerma.

Corre en el sueño, en el desierto, en un sótano.

El río me arrebata y soy ese río.

Rodolfo Mondolfo, inolvidable maestro que dejó huellas buenas en nuestra universidad. dedicó gran parte de su vida a la difícil obra de Heráclito (que en realidad no es una obra establecida, sino fragmentos recuperados en su mayoría por Diógenes Laercio, gracias a cuya obra sobre la vida de los filósofos antiguos conservamos hoy joyas del pensamiento como las de Heráclito).

El libro de Mondolfo es insoslayable para entender a “el Oscuro”. Ahora bien, el interés del sabio italiano por Heráclito radicaba en su marxismo, el materialismo dialéctico, porque hay en Heráclito un germen de la dialéctica, del paradigma para el cual el cosmos y su devenir se deben leer como una tensión de opuestos. Por eso el griego usaba metáforas para la realidad como el fuego, el arco tensado y la guerra.

Por caso, algunos mojones importantes dan idea de la profundidad de “el Llorón”. “La guerra es el padre de todo y el rey de todas las cosas”. “Conviene saber que la guerra es común a todas las cosas y que la justicia es discordia… No habría armonía si no hubiese agudo y grave, ni animales si no hubiera hembra y macho, que están en oposición mutua”.

Esta noble cosmovisión de que la guerra (en griego pólemos) es el padre de todas las cosas no ha quedado en el estiércol donde se hundió su autor, sino que hizo una larga y extensa carrera hasta nuestros pagos.

Corría el año 1987 en Tucumán y el ingeniero agronómo José Domato había sido ungido candidato a gobernador de la provincia. Sin dudas era un hombre capacitado, pero para sus asesores de campaña le faltaba llegar a la fibra agonal del justicialismo con sus actos y discursos, por ser alguien de un perfil técnico, mezquino de las pasiones. A los fines de vigorizar su imagen le fue recomendada entonces la fórmula maniquea: muestre el enemigo, si no hay, lo inventa. Al acto lo relatan fuentes tan confiables como Diógenes Laercio. El ingeniero promete dar a los compañeros su antagonista. Despliega ante sus seguidores un discurso vehemente, del que se recuperaron fragmentos siendo vital el siguiente:

“Los tucumanos tenemos dos terribles enemigos, que debemos vencer, dos enemigos impiadosos que se esconden y nos atacan arteramente año tras año”. Les estaba dando a sus acólitos, no uno, sino dos rivales, lo que equivalía a un rumbo seguro, al tener un contra quién, un para qué militamos. “¡Son la cancrosis del citros y el pulgón de la papa!”. Los bombos retumbaban, los tambores redoblaron entonces al grito de “¡Pulgón, compadre, la c… de tu madre!”

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