Una de las dificultades más frecuentes por las que varones y personas con pene consultan a un especialista en sexología es la eyaculación precoz o eyaculación rápida. Consiste en no poder ejercer un razonable control voluntario sobre el reflejo eyaculador. De modo que la persona “acaba” antes -a veces, mucho antes- de lo que quisiera.
Resulta improbable encontrar causas orgánicas para esta disfunción: generalmente hay un fuerte componente de ansiedad (de hecho es común que sean varias las cosas que estas personas hacen rápido, a las apuradas, urgidas por terminar). Puede también existir un mal aprendizaje (por ejemplo, masturbaciones realizadas con rapidez a causa de la culpa). O la sensación de haber tenido una mala performance alguna vez, originando inseguridad, miedo y ansiedad frente al próximo “examen”. Todos aspectos a considerar por el profesional a la hora de diseñar un tratamiento (además de los factores vinculares, si los hubiera).
Un ejercicio tántrico
Del Tantra -una filosofía de vida originada en Oriente hace alrededor de 4.000 años- proviene un ejercicio bastante sencillo para aprender a dominar la eyaculación. Un truco que consiste en hacer presión con la lengua en el paladar. ¿Dónde exactamente? Al poner la lengua justo detrás de los dientes y subir un poco, podemos notar que hay un pequeño trayecto horizontal e inmediatamente después el paladar se eleva. En ese lugar, donde el paladar toma altura, es donde se debe hacer la presión. Maniobra que ha comprobado ser efectiva para retrasar la eyaculación.
No se trata, obviamente, de hacerlo durante toda la relación sexual: no sería efectivo y la persona terminaría cansada y con dolor en la lengua. Entonces… ¿cuándo? El momento es justo antes de la eyaculación. Es decir, cuando se percibe su “inminencia”, palabra que designa a la sensación de que la eyaculación está muy cerca, pero todavía a tiempo de ser demorada, de obtener unos minutos suplementarios. Diferente a lo que ocurre cuando se presenta el brevísimo período de “inevitabilidad eyaculatoria”, en el que, como su nombre lo indica, el clímax es inevitable, irreversible. Ya no hay vuelta atrás, como cuando se desata un estornudo.
Que el ejercicio sea sencillo no significa que no requiera práctica (no hay magia ni resultados instantáneos). Algo que puede hacerse en los encuentros o a solas, durante la masturbación.
El Tao aconseja, además, “hacer rechinar los dientes al tiempo que se contraen la lengua y la garganta, pues esto conduce la energía vital hacia arriba y la aleja de los órganos sexuales”. Y recomienda concentrarse al mismo tiempo en la contracción de un punto del perineo (ese espacio entre los genitales y el ano, donde se aloja el primer centro energético o chakra), manteniendo unos segundos la respiración en la fase de inspiración. Luego, con la exhalación resultante, visualizar cómo se introduce prana -energía vital- por la columna vertebral.
Con la práctica, este tipo de ejercicios pueden resultar también energizantes y revitalizantes, sobre todo si no se recurre a ellos con una intención exclusivamente sexual-genital, sino que se incorporan desde una mayor conexión con la experiencia sexual completa: cuerpo, mente y espíritu.