En un informe reciente, la Organización Mundial de la Salud ha adelantado que la contaminación por plásticos en los ecosistemas acuáticos ha crecido de manera impensada en los últimos años y que, para 2030, se duplicará. Ese aumento -advierten- tendrá “consecuencias nefastas para la salud, la economía, la biodiversidad y el clima”. Para evitarlo, hay que tomar cartas en el asunto. Ahora.
Aunque no parezca, tarde o temprano el agua contaminada con plástico (en micropartículas) llega a nosotros. La situación es más grave de lo que se cree y por eso es imprescindible que se creen alternativas menos contaminantes y menos tóxicas. En nuestra provincia, un grupo de investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) está en ello.
Expertos del laboratorio de Investigación de Productos Naturales del Instituto de Bioprospección y Fisiología Vegetal (Inbiofiv), dependiente del Conicet y la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), desarrollaron recubrimientos activos vegetales para alimentos a partir de extractos de plantas nativas del Noroeste Argentino y productos derivados (chilto, jarillas, propóleo y algarrobo).
“El plástico ha llegado a ser indispensable y esencial para la vida, y eso se ha logrado gracias al desarrollo tecnológico. Incluso de uno que a veces te juega en contra: hoy la contaminación se ha hecho tan grande que es inmanejable -explica a LA GACETA María Inés Isla, directora del Inbiofiv-; y los investigadores tenemos que trabajar para encontrar alternativas biodegradables”.
Envases con beneficio
“Lo que buscamos es crear opciones menos contaminantes a la hora de realizar el envasado de alimentos, y que le aporten un beneficio extra al producto”, resume María Alejandra Moreno, investigadora del Inbiofiv. En el instituto, desde hace un tiempo, desarrollan estos recubrimientos activos (también llamados “films”), que están compuestos en su mayoría por proteínas (gelatina, zeína o caseinatos), por polisacáridos (a partir de algas, agar, carragenatos, alginatos) y por lípidos (grasas y aceites); además se pueden incorporar aditivos, como plastificantes, surfactantes y conservantes. A esos compuestos se le pueden agregar extractos de plantas nativas: estos ingredientes pueden aportar al producto propiedades antioxidantes, antibacterianas y antifúngicas. Por eso es que hablamos de recubrimientos activos.
Esta película, entonces, permitiría mejorar la calidad de los alimentos y aumentar su vida útil. Por ejemplo, las propiedades antioxidantes del envasado activo ralentizan la oxidación de los componentes que producen cambios en el sabor, color y textura en los alimentos.
Todo esto ya fue testeado. “Fabricamos, por ejemplo, un recubrimiento utilizando gelatina y zeína para formar el film y le incorporamos extracto de propóleo, que lo obtuvimos de colmenas de Amaicha del Valle. En esa fórmula sumergimos frambuesas y, para ver qué tan efectivo era, las guardamos en una heladera”, relata Moreno. Se resguardaron algunas frutas con el producto y otras sin. “Las que no tenían nada, luego de varios días, estaban contaminadas y con hongos, y las que tenían propóleos tenían aproximadamente el 40 % menos de contaminación -subraya-; también hicimos otra prueba con harina de semillas de algarrobo. Armamos los films y los colocamos separando fetas de queso; gracias a las propiedades antioxidantes que tiene el extracto, el producto se pudo conservar por más tiempo”.
Hecho en Tucumán
La utilización de plantas nativas no es al azar. Cada una de ellas ya ha sido investigada y se han comprobado sus características y beneficios, pero, además, su uso aporta a la economía. “Para desarrollar estos productos biodegradables podés utilizar matrices comerciales o tratar de obtenerlos a partir de nuestra biodiversidad. Eso es lo que hacemos; es muy importante porque ayuda a mover las economías regionales. Encontrarle un uso a una planta que naturalmente crece en la zona y quizá no es valorada, permite que pueda ser producida y que haya desarrollo y trabajo”, advierte Isla. La experta comenta que las especies utilizadas no están en peligro de extinción, y que ya se están buscando alternativas para reimplantarlas en su lugar de origen y aumentar la productividad de las especies.
“Esto nos permite, además, darle un uso a los residuos y valorizar partes de las plantas que son descartadas. Del algarrobo utilizamos las semillas, que se tiran y tienen muy buenas propiedades. Y con el chilto hicimos algo similar; obtuvimos extracto de la cáscara y de las semillas, que suelen desecharse”, resalta Moreno.
Ambientalmente hablando
En nuestro país se consumen aproximadamente 1,8 millones de toneladas de productos plásticos por año; unos 42 kilos por persona. En el mercado todavía no existen aún alternativas 100% biodegradables; la mayor parte de los plásticos siguen produciéndose a partir de combustibles fósiles, que generan grandes cantidades de gases de efecto invernadero.
Los recubrimientos activos producidos en el Inbiofiv son ecológicos; disminuyen sustancialmente la contaminación, ya que son biodegradables y pueden ser ingeridos junto a los alimentos. Además de las propiedades otorgadas por los compuestos activos, entre sus beneficios se incluye la disminución del desperdicio de alimentos y, por ende, menos desechos orgánicos.