“Insatisfacción económica y división en la élite son letales para líderes como Putin”
Uno de los máximos exponentes de la Ciencia Política contemporánea afirma que la continuidad del jefe del Kremlin enfrenta una estadística negativa. “Al comienzo creí que Putin estaba en el juego de poder estratégico, pero ahora temo que trate de hacer algo mucho más instintivo, como un imperialismo nacionalista étnico ruso”, dice Adam Przeworski desde Nueva York.
La invasión rusa tocó las fibras sensibles del maestro de politólogos Adam Przeworski. El 25 de febrero, este pensador afincado en Nueva York tomó su cuenta de Twitter y escribió: “es la primera vez que tuiteo algo personal. Cuando tenía 4 años, una bomba cayó a 10 metros de mí y me dejó un recuerdo imborrable. Estoy pensando en el futuro de los niños ucranianos de 4 años”. Przeworski no oculta el dolor, la inquietud y la sorpresa que le produce la confrontación armada en el vecindario en el que nació (Varsovia, Polonia, 1940): no sólo está reviviendo sus traumas de la niñez, sino que también está tratando de entender lo que pasa desde la disciplina en la que funge como referencia internacional, los estudios sobre la democracia. En estos momentos tan convulsionados, el profesor emérito de la New York University mira hacia el pasado y conjetura: el autócrata Vladimir Putin no puede durar mucho en el Kremlin.
“La historia muestra que insatisfacción económica y división en la élite son letales para líderes como Putin”, opina durante una entrevista remota Przeworski, quien vino a Tucumán por última vez en 2016 de la mano de uno de sus discípulos, el funcionario provincial Julio Saguir. En esa oportunidad dictó una conferencia magistral en la que participó el gobernador con licencia y jefe de Gabinete de la Nación, Juan Manzur, y recibió la máxima distinción académica de parte de la Universidad Nacional de Tucumán. Aquella vez dejó una frase matemática. “La alternancia da 87 años de vida a la democracia”, había enunciado Przeworski, quien en 2010 obtuvo el premio Johan Skytte, especie de Nobel para politólogos.
Ningún lugar está lejos ni es ajeno para este ensayista y catedrático de Política, que habla español con fluidez y que también está preocupado por el rebrote de covid-19 detectado en diferentes puntos del globo. Pero una cosa es morir como consecuencia de la pandemia y otra por la acción deliberada de un fusil. “Al comienzo creía que Putin estaba jugando al juego del poder estratégico racional, y que buscaba una negociación sobre la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y la neutralización de Ucrania, pero ahora temo que trate de hacer algo mucho más instintivo, como sería un imperialismo nacionalista étnico ruso y que lleve esto en sus tripas”, observa.
- Su intuición y su pálpito es que Putin se va a terminar yendo. ¿Pero no es esa acaso una expresión de deseos, lo que en inglés se llama wishful thinking?
- Es un poco una esperanza, lo admito, porque no tengo ninguna idea sobre cómo esto puede pasar. Pero, si se miran las experiencias históricas, esta combinación de insatisfacción económica por parte de la población y de divisiones dentro de la élite ha resultado siempre letal para los líderes. Estadísticamente si se quiere, circunstancias de este tipo sí producen derrotas para los jerarcas. En la prensa polaca ya hay versiones de que algunas figuras cercanas a Putin están conspirando, incluido el jefe de la inteligencia militar. Esto es incomprobable: no hay forma de saber si es cierto o no. Entonces, nos quedan las cuestiones objetivas y la situación indica que Putin no puede durar mucho.
- Cuba es un país que sufre sanciones económicas internacionales desde hace décadas y, sin embargo, el régimen se mantiene en pie. ¿Por qué sería distinta la experiencia de Rusia?
- Quizá Rusia esté como Cuba en 1991. Es algo que está pasando muy rápidamente. Los pronósticos de los economistas rusos es que el poder adquisitivo se deteriorará muchísimo y que habrá escasez de aquellos productos que requieren partes fabricadas en Occidente. Pero, mira, mi percepción de que Putin terminará cayendo es finalmente una especulación. Lo importante ahora es cuándo y sobre eso no tengo ninguna idea.
- Usted dedicó su vida a estudiar la democracia. ¿Esperaba ver un escenario internacional como el actual?
- Lo que pasó en Rusia es inesperado. ¿Por qué? El régimen de Putin, hasta hace quizá ocho años, era autoritario en el sentido de que exhibía todas las apariencias de la democracia, como partidos, elecciones periódicas, libertad para salir del país y algo de espacio para las divergencias. Un periodista polaco que a mí me gusta mucho, Sławomir Sierakowski, escribió que en realidad la Rusia de Putin fue la que más libertades tuvo en la historia de ese país. Había una autocracia demasiado suave, una especie de “dictablanda”, para decirlo en términos de los años 80 o 90. Pero luego incorporó la agresión exterior en Siria, Crimea y Libia, y, al mismo tiempo, aumentó la represión interna. Por otro lado, si leemos lo que Putin dijo sobre Ucrania, parece que él siempre tenía ganas de agarrar ese territorio: siempre pensó que los ucranianos eran rusos y que Ucrania debía ser parte de una gran nación rusa. En ruso hay dos palabras para decir “ruso”. Una es “ruski”, que es un vocablo étnico, y otra es “rusinski”, que es una palabra legal. Hay personas que son “rusinski” en el sentido de nacionalidad, pero no “ruski” en cuanto a su etnicidad. Da la impresión de que Putin tiene la intención de hacer consistente lo “ruski” con lo “rusinski”, que es lo mismo que decir que todos los miembros de la etnia rusa deben ser ciudadanos rusos. Parece muy claro que esa es su visión de la gran Rusia. Putin ha dicho varias veces que Ucrania no es un país independiente, que los ucranianos son pequeños rusos y que las élites polacas inventaron la idea de la nación ucraniana. Al comienzo creía que estaba jugando al juego del poder estratégico racional, y que buscaba una negociación sobre la OTAN y la neutralización de Ucrania, pero ahora temo que trate de hacer algo mucho más instintivo, como sería un imperialismo nacionalista étnico ruso y que lleve esto en sus tripas.
- Polacos y rusos mantienen una relación muy particular. Se sabe que en Rusia no perdonan que los polacos hayan sido los únicos que se atrevieron a ingresar al Kremlin. ¿En Polonia hay miedo de una invasión como la que está sufriendo Ucrania?
- En este momento hay al mismo tiempo miedo y un poco de agresividad de parte de los polacos. Algunos quisieran involucrarse más decisivamente en el conflicto. Las relaciones de Polonia eran complicadas no sólo con los rusos, sino también con los ucranianos: hubo casi cuatro siglos de enfrentamientos bastante brutales. Pero a mí me sorprende muchísimo la solidaridad del pueblo polaco con los refugiados de Ucrania. Esto es increíble. Hay casi un millón y medio de ucranianos en Polonia que han sido muy bien recibidos por parte del Gobierno y de la sociedad. En Varsovia misma hay 700.000 refugiados ucranianos.
- ¿Esto quiere decir que no todo encono histórico dura para siempre?
- Hay algo sorprendente en la prensa polaca que yo leo todos los días. En los artículos suelen decir “sí, es cierto que en el pasado tuvimos relaciones bastante conflictivas con los ucranianos, pero...”
- ¿Y Estados Unidos? ¿Podrá sostener el equilibrio raro en el que está?
- Los estadounidenses no están dispuestos a morir por Ucrania. Esto no es tan extraño. En este país siempre ha habido una corriente intensa llamada “isolacionista” (o “aislacionista”). Los Estados Unidos entraron a la Primera Guerra Mundial en 1917, tres años después de su inicio. Y a la Segunda Guerra Mundial lo hicieron tras el ataque de Pearl Harbor, dos años después del comienzo. Yo no veo que (Joe) Biden pueda hacer mucho contra esta tendencia. En Europa están pagando 100 millones de euros diarios por la energía: mandan armas a Ucrania, pero no quieren pagar el costo bastante elevado de cortar la provisión de gas y petróleo. Los políticos piensan que la gente no tolerará el precio de una restricción energética.
- ¿Estados Unidos hace bien en mantenerse afuera del campo de batalla ucraniano?
- El peligro de extender la guerra a una confrontación entre los Estados Unidos y Rusia es enorme en la época de armas químicas, biológicas y atómicas. Los Estados Unidos están tratando de buscar una solución de negociación, pero, si esto es una estrategia factible dado el perfil de Putin, no lo sé. Hay algo más: los círculos demócratas están ideológicamente enceguecidos con China, país al que consideran su máximo rival. Tuvimos la invasión a Georgia; Crimea; la famosa línea roja de Barack Obama en Siria respecto de la utilización de armas biológicas y no pasó nada. En todo este tiempo, los demócratas repitieron que el peligro está en China. Hay una rigidez ideológica total.
- ¿O sea que mientras China se mantenga en una relación amistosa con Rusia, pero sin inmiscuirse en la guerra, los Estados Unidos no verán razones para moverse de su posición actual?
- Sí, así es.
- ¿Cuál cree que será el impacto de la nueva realidad del mundo en los países latinoamericanos?
- Tradicionalmente me parece que el primer instinto de América Latina hacia las guerras europeas es no meterse. Pero este conflicto va a tener consecuencias económicas mundiales. Los argentinos se verán afectados por las subas de los precios de la soja y del petróleo: por un lado hay una noticia positiva y, por el otro, una negativa. Yo no avizoro efectos vinculados a tensiones políticas.
- ¿Y cómo quedan parados los organismos multilaterales internacionales que han fracasado en su misión de evitar otra guerra?
- La Organización de las Naciones Unidas lleva mucho tiempo casi muerta. Toda esta estructura de instituciones internacionales es muy débil. Siempre ha sido impotente en el manejo de conflictos internacionales. Tal vez la exclusión de Rusia de la World Trade Organization sea más efectiva.
- ¿Definitivamente no se puede esperar que el mundo se ponga de acuerdo para impedir una matanza como la de Ucrania?
- Creo que es así. Vale la pena reparar en el efecto positivo de la guerra sobre la democracia en Europa. Había varias figuras y partidos de extrema derecha ligados a Putin que están sufriendo muchísimo. El ejemplo devastador de una autocracia que da poder ilimitado a un déspota caprichoso debe fortalecer las aptitudes democráticas. La democracia interna saldrá más fuerte. Y eso se ve en la unanimidad de la respuesta europea. Putin a lo mejor esperaba que Alemania no se uniera al resto del bloque y esto no está pasando.
- ¿Y qué pasa con el ex presidente Donald Trump, que simpatiza abiertamente con los líderes autócratas? ¿Sale golpeado?
- Tiene chances electorales y es muy probable que se presente como candidato, pero sí va a pagar un costo. Trump está debilitado por su relación con Putin. Ahora mismo debe soportar que sus detractores se dediquen a publicitar las fotos donde aquellos aparecen juntos.
Un teórico de la democracia que creció en el comunismo
El polacoestadounidense Adam Przeworski dedicó su vida a pensar en lo que él considera “el invento raro” de la democracia. “Crecí en un sistema comunista y vi la democracia a la distancia. No recibí el adoctrinamiento; entonces, encuentro interrogantes donde otros encuentran respuestas. ¡La democracia es un invento muy raro! Hablamos de un pedacito de la historia: dos siglos en milenios. Hay 68 países, entre ellos Rusia y China, que nunca tuvieron la experiencia de la alternancia. ¿Por qué? Porque perder una elección es muy desagradable: la democracia necesita que los aspirantes al poder sean capaces de tolerar la derrota”, explicó en la entrevista que concedió a LA GACETA cuando visitó esta ciudad en 2016 para dar una conferencia y recoger el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional de Tucumán. Przeworski es profesor emérito de Política en la New York University, donde formó a numerosos colegas, y autor de un sinnúmero de publicaciones de su especialidad, entre ellas “Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones” y “Qué se puede esperar de la democracia”. En 2010 recibió el premio Johan Skytte, galardón sueco que se conoce coloquialmente como Nobel de la Ciencia Política.