Por Hugo E. Grimaldi
Con el aumento de las tasas de interés que ha puesto en vigencia el Banco Central, el gobierno nacional ha empezado a cumplir con lo que le prometió al Fondo Monetario Internacional en el Memorando de Entendimiento que se aprobó la semana pasada. Se trata de la primer medida concreta de la llamada “guerra” contra la inflación, un eufemismo que apenas resultó un lamentable chisporroteo discursivo de Alberto Fernández el viernes anterior, como otros tantos que lo debilitan ya sea por prometer imposibles o por amagar y no concretar o directamente por hablar de más: voluntarismo puro. Múltiples ejemplos podrían darse al respecto en estos 27 meses y medio de gestión.
Más allá del deterioro de su imagen, lo peor para el Presidente es que la otra cara de la moneda de la norma del BCRA lo pone ya mismo en una zona de alto riesgo en la pelea que tiene puertas para adentro del Frente de Todos, ya que se trata de una medida recesiva que, a favor de otorgarle “tasas de interés reales positivas” a los ahorristas, encarece el crédito para los tomadores y busca inhibir el consumo, dos de los pilares que ha defendido el kirchnerismo desde siempre. La palabra “ajuste” dicha por boca de un adlátere de Cristina Fernández está a la vuelta de la esquina.
En tanto, el FMI ha señalado que el Programa que se debe poner en marcha tiene que ser constante para abordar “de manera duradera” la altísima y persistente inflación que golpea mucho más a los más necesitados, aunque muchos analistas han marcado que al Gobierno no le conviene hacer ese abordaje rápidamente ya que la suba permanente de los precios se ha convertido en una aliada fundamental, debido a que como la recaudación crece mes a mes y los salarios y las jubilaciones estatales tienen ajustes tardíos y se deterioran, ya que los aumentos quedan por debajo de los índices de precios, la pata fiscal se fortalece. Hipocresía gubernamental en su máxima expresión.
La preocupación del Fondo para maniatar “de manera duradera” la persistente alta inflación, en lo que llama la puesta en marcha de una “estrategia múltiple” para disminuirla “de modo constante a lo largo del tiempo”, incluye no sólo esa suba de tasas ya dispuesta sino también “una reducción del financiamiento monetario del déficit fiscal”, otra receta ortodoxa que resiste el kirchnerismo. Casi de paso, el FMI hace una mención a “otras medidas” que es casi un ninguneo al caballito de batalla del Gobierno: los controles de precios.
Hay algunos empresarios que creen que la actividad extrema al respecto que están mostrando el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas y el secretario de Comercio, Roberto Felleti al pedir listas de aumentos para retrotraer precios manu militari y mostrarlo como un “acuerdo”, tiene que ver con la necesidad de dar señales internas de dureza y de que se van a seguir esas recetas de cuño muy épico, aunque tantas veces fracasadas, tal como lo adelantó esta columna la semana pasada.
Mientras el esfuerzo principal del Presidente se dedique lastimosamente a pelear los espacios de la interna y a hacer de la dilación permanente un modo de gobierno, el resto de la gestión se le hará cada vez más complicado. Muchas áreas están paralizadas y nadie sabe muy bien qué hacen.
Los diversos actores que conforman el Frente de Todos hoy están jugando al juego que más les gusta: no hacerse cargo de nada. El “ah, pero Macri…” ha sido convenientemente remozado y ahora el coro repite a diario un “ah, pero la guerra…” para poner una vez más las culpas de los desaciertos afuera de su propia competencia. La responsabilidad del aumento del precio del pan la tiene el valor del trigo en Chicago y si hubiere falta de gas en invierno (cuando llegue el frío y los cortes de luz) seguramente le será endilgada a la falta de barcos metaneros, que no podrán llegar debido a la distancia de la Argentina.
De allí, que la gobernabilidad haya entrado en zona de riesgo, pero no porque haya factores de la interna que la están debilitando con anuncios agoreros, sino porque los esfuerzos de hoy en día no se enfocan en cubrir las necesidades de la gente, sino que mayormente apuntan hacia cuestiones que sólo le interesan a la elite gobernante como son los espacios de poder, los cargos y sobre todo las cajas. La ideología también, pero ante todo lo demás parecería ser algo secundario.