Sabine Siebold y Robin Emmott
Para agencia Reuters
A BORDO DEL ELBE, Letonia.- Horas después de que misiles rusos atacaron por primera vez ciudades ucranianas, el 24 de febrero, el comandante de la marina alemana Terje Schmitt-Eliassen recibió el aviso de enviar cinco buques de guerra bajo su mando a la antigua República Soviética de Letonia para ayudar a proteger la parte más vulnerable del flanco oriental de la alianza militar europea y norteamericana.
El apresurado envío formaba parte de la carrera de Alemania por enviar “todo lo que pueda navegar en el mar”, como dijo el jefe de la marina, para defender una zona que los estrategas militares consideran desde hace tiempo el punto más débil de la alianza. La repentina partida de los buques demostró cómo la OTAN, y Alemania, se vieron impulsadas por la invasión rusa a una nueva realidad y se enfrentan a lo que funcionarios, diplomáticos, oficiales de inteligencia y fuentes de seguridad coinciden en que es la amenaza más grave para la seguridad colectiva de la alianza desde la Guerra Fría.
Schmitt-Eliassen, que tiene su base en el puerto alemán de Kiel, en el Báltico, desde la cubierta del buque de suministro Elbe, tiene a la vista las torres de las iglesias de Riga, la capital letona. Ahí están fondeados un barco letón y otro lituano, y más tarde se unirán buques y marineros de Dinamarca, Bélgica y Estonia. Un total de 12 buques de guerra de la OTAN, con unos 600 marineros a bordo, van a iniciar una operación de limpieza de minas.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, calificó la época actual de “nueva normalidad”. Sin embargo, se parece mucho a una vuelta al pasado.
Fundada en 1949 para defenderse de la amenaza soviética, la OTAN se enfrenta a una vuelta a la guerra mecanizada, a un gran aumento del gasto en defensa y a la posibilidad de una nueva Cortina de Hierro sobre Europa.
Después del fin de la Guerra Fría, la guerra al terrorismo tras los atentados de 2001 y de una humillante retirada de Afganistán en 2021, la OTAN vuelve a defenderse de su némesis original.
Pero, esta vez, hay diferencias. China, distanciada de la Unión Soviética durante la Guerra Fría, ahora se niega a condenar la invasión rusa de Ucrania. Además, los viejos mapas de la Guerra Fría ya no funcionan. La OTAN se expandió al este desde 1990 e incorporó a antiguos estados soviéticos, entre ellos los Estados bálticos de Letonia, Lituania y Estonia. En febrero de este año, China y Rusia emitieron una declaración conjunta en la que rechazan la expansión de la OTAN en Europa y desafían el orden internacional liderado por Occidente.
Antes de la disolución de la Unión Soviética, la OTAN podría bloquear la entrada occidental del Mar Báltico. Eso sellaría a la Flota del Báltico para evitar que llegara al Mar del Norte, donde sus buques de guerra podrían atacar a los convoyes de suministros de Estados Unidos.
Hoy los papeles se han invertido: Un Moscú envalentonado puede rodear a los nuevos miembros bálticos de la OTAN y separarlos de la alianza. Si cae una nueva Cortina de Hierro, la OTAN debe asegurarse de que sus miembros no queden detrás.
Los tres diminutos países, con una población combinada de unos seis millones de personas, tienen un único enlace por tierra con el territorio principal de la alianza. Un corredor de unos 65 kilómetros que se encuentra entre el enclave ruso de Kaliningrado al oeste, y Bielorrusia, al este.
Así que el objetivo de Schmitt-Eliassen es mantener esa vía de agua abierta, como línea de suministro también para los estados no pertenecientes a la OTAN, Finlandia y Suecia.
Se cree que en el lecho del Mar Báltico, de poca profundidad, yacen millones de toneladas de viejas minas, municiones y armas químicas, herencia de las dos guerras mundiales. Las minas -viejas y sin explotar o recién colocadas- pueden tener un impacto más allá de la destrucción, dijo Schmitt-Eliassen. Un avistamiento de minas, o un rumor de avistamiento, puede cerrar los puertos durante días mientras se barre la zona. Si eso ocurre en el Báltico, existe el riesgo de que “los estantes de los supermercados se queden vacíos”.
El enlace terrestre entre Kaliningrado y Bielorrusia es crucial para el Báltico. Una toma del llamado corredor de Suwalki dejaría aislados a los países bálticos.
Las recientes acciones del presidente ruso, Vladimir Putin, no han sido todas predecibles. El 28 de febrero puso las fuerzas nucleares rusas en alerta máxima, con una retórica que Stoltenberg considera “temeraria”.
Putin dice que las preocupaciones de Rusia expresadas durante tres décadas sobre la expansión de la OTAN fueron desoídas por Occidente, y que Rusia fue humillada tras la caída de la Unión Soviética en 1991. Afirma que la OTAN, como instrumento de Estados Unidos, estaba fortaleciendo su Ejército en el territorio de Ucrania de una forma que amenazaba a Rusia.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelinski, sostiene que los países bálticos serán el próximo objetivo de Rusia. El Mar Báltico es un gran y concurrido mercado de transporte marítimo de contenedores y otras cargas, que conecta Suecia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Rusia con el resto del mundo
Durante casi 25 años, Occidente creyó que se podía contener a Rusia mediante la diplomacia y el comercio para mantener la estabilidad y la seguridad en Europa.
“Todos pensábamos que ya no habría un enemigo”, dijo el almirante Rob Bauer, presidente del comité militar de la OTAN. “Ahora nos enfrentamos a un país que está demostrando que es agresivo y que tiene fuerzas que creíamos que ya no se iban a utilizar”.