El desgastante esfuerzo para no llamar las cosas por su nombre

El desgastante esfuerzo para no llamar las cosas por su nombre

“Esto no es la entrega de 100 autos”, dijo de pronto Alberto Fernández, durante el acto de entrega de 100 patrulleros a la Policía de Tucumán. Con esa negación de lo evidente, el Presidente preanunciaba que estaba por resignificar los hechos. Por liberar lo reprimido que se encuentra obturado por lo manifiesto. Por ir más allá de la mundana materia para exponer la trascendencia de las esencias. Entonces dijo: “esto es poner en la calle 100 móviles para defender la seguridad”.

La fallida revelación del mandatario, que aclaraba que las 100 camionetas para la Policía no eran 100 camionetas para la Policía sino, en realidad, 100 camionetas para la Policía, es el síntoma más acabado de la coyuntura del jefe de Estado: el kirchnerismo está en guerra en su contra, y aunque él se esfuerza por definir el conflicto de otra manera, al final los hechos se imponen por su propio peso y hasta su propio discurso revela el enfrentamiento. Todo su mensaje político fue un llamamiento para suscribir un tratado de paz. Eso y no otra cosa es, aquí o en Ucrania, abogar por el cese de las diferencias a fin de trabajar para mejorar la vida de la gente.

Sin embargo, el Presidente declara guerras donde no las hay para evitar llamarle “guerra” a la que sus socios de hace dos años están librando sin cuartel. Ayer, la declaración de “guerra contra la inflación” no tuvo ninguna medida concreta. La “guerra K” contra el Gobierno, en cambio, no para de escalar.

En rigor, el kirchnerismo ya no debe saber qué hacer para que Fernández tome nota de que lo ha elegido como enemigo político. El acuerdo con el FMI, indispensable para la subsistencia de la gestión nacional, fue votado en contra por el mismísimo Máximo Kirchner en Diputados, mientras que Cristina Fernández de Kirchner se ausentó de todo el debate en el Senado, donde 13 de sus “fieles” votaron contra la negociación que Alberto persiguió como el agua busca la sed. Ella ya ni el teléfono le atiende.

Hoy, el peronismo tienen gobernabilidad en la Argentina porque se la garantiza Juntos por el Cambio.

¿Por qué el mandatario no llama las cosas por su nombre? Porque ello lo obligaría a tomar medidas. Por ejemplo, cambiar el gabinete. El kirchnerismo dispara mientras maneja las grandes “cajas”: desde la Anses al PAMI, pasando por Aerolíneas. Entonces, si admite la conflagración, el camino es recuperar esos bastiones o admitir que está sitiado. Todo lo demás es tan baladí como preguntar cuántos patrulleros son 100 patrulleros.

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