Hugo E. Grimaldi
Columnista invitado
Más allá de haber elaborado una lamentable metáfora anclada en la dramática actualidad de la guerra que se vive en Ucrania, el presidente Alberto Fernández ha prometido un paquete antiinflacionario que llega al menos dos años tarde. El cerebro de economistas y analistas se ha exprimido bastante durante estas últimas horas para intuir qué va a contener, habida cuenta de que el hartazgo de la sociedad es mayúsculo, aunque no queda muy en claro si finalmente está dispuesta a entender de qué se trata.
Los índices de febrero -que auguran un aumento sostenido de la pobreza- no le han traído más que incertidumbre al Gobierno nacional, ya que los aumentos pegaron fuerte en el rubro alimentos y todavía mucho más en los distritos más pobres, votantes del kirchnerismo que están desencantados y que en las últimas elecciones se han corrido hacia los extremos.
¿Qué puede contener el paquete, salvo algún sorpresivo conejo sacado de la galera a último momento, estilo Plan Austral o Convertibilidad? Si se descartan medidas disruptivas de ese estilo destinadas a devolverle el ánimo a la gente, el Gobierno dispone de dos caminos más o menos claros: a lo que se pactó con el FMI y se votará hoy en el Senado y b) el tradicional cuento del agio y la especulación que nunca dio resultados pero que saldrá al ruedo sólo para contentar a los brujos de la aldea, en este caso el kirchnerismo más aferrado a estas prácticas.
Es interesante ver qué dice el Fondo sobre la inflación para observar que el voluntarismo no tiene espacio debido a la dimensión del esfuerzo que hay que hacer “a través de una estrategia múltiple que implique una reducción del financiamiento monetario del déficit fiscal y un nuevo marco para la implementación de la política monetaria para ofrecer tasas de interés reales positivas para respaldar el financiamiento interno, que combinado con otras medidas, ayudará a promover una disminución constante de la inflación a lo largo del tiempo”. Es decir torniquete tras torniquete.
Por su parte, Guzmán ha negociado con el Fondo remedios ortodoxos: “un sendero fiscal y de financiamiento que sea sostenible y que ayude efectivamente a reducir sin demora el financiamiento del presupuesto por parte del Banco Central… (más) una política monetaria prudente y proactiva para respaldar la demanda de activos en pesos” pero además “políticas voluntarias de precios e ingresos para hacer frente a los desafíos derivados de la fuerte inercia de la inflación y del desanclaje de las expectativas de la dinámica inflacionaria”, según se dice en los documentos firmados con el organismo.
Debido a la prédica de muchos años, es más que seguro que la sociedad en general va a resistir esos remedios tradicionales porque cree que así se va a prolongar la estanflación (inflación más recesión), pero además como el Frente de Todos cree a rajatabla en eso mismo (Néstor Kirchner hablaba de “la paz de los cementerios”) es más que probable que para halagar los oídos de quienes en el Gobierno quieren controles de precios se invoque retóricamente el carácter “multicausal” del fenómeno, pero que se opte por hacer una comunicación “monocausal”, escondiendo debajo de la alfombra lo pactado,
Como el marketing de la victimización es fundamental para el oficialismo (el propio Fernández le echó la culpa de su pasividad antiinflacionaria a la herencia de Mauricio Macri, a la pandemia y a la guerra) es casi seguro que a la hora de la comunicación se comenzará por este segundo camino hablando de los “voraces empresarios especuladores”, del mal de la intermediación, de controles y de regulaciones, de suba de retenciones para fideicomisos, de Precios Cuidados y de la Mesa de los argentinos. El enfoque será “multicausal”, pero el supuesto combate se va a plantear como algo épico y “monocausal”.
Las grandes preguntas a responder son cómo se hace para curar a un paciente que siempre es tan mal o insuficientemente medicado y por qué esta vez va a ser diferente si no se avanza para eliminar el déficit fiscal, instancia que permita bajar la emisión y el endeudamiento.