Con Mario Oscar Ferreyra encerrado en un calabozo de una comisaría de Termas de Río Hondo, todos pensaron que la calma finalmente había llegado. Pero no. “’El Malevo’ está amenazado”, explicó sin anestesia el secretario de Seguridad Interior de la vecina autoridad brigadier (r) Andrés Antonietti. Los santiagueños no descartaban que existiera un complot para asesinar al ex jefe de las Brigada de Investigaciones. “Debía garantizar la vida y los bienes y eso fue lo que hice. No podía permitir que se vayan con un cadáver”, reconoció casi 30 años después Armando Alpidio Abdala, el ex jefe de Policía de la vecina provincia que dirigió el operativo.
En marzo de 1994 los santiagueños habían planteado tímidamente esta posibilidad. Antonietti explicó en una conferencia de prensa el porqué de esas palabras. “Ferreyra solamente quiso negociar con la policía santiagueña su rendición incondicional, a cambio de no entregarse ni a la Policía ni al gobierno de Tucumán. No sé que problemas hay. También digo que aquí no se han hecho promesas a Ferreyra, la que dictamina es la Justicia y nosotros nos atenemos a ella”, señaló. “El ‘Malevo’ procedió como procedió porque se sintió agredido. Es un prófugo de la Justicia, está amenazado y nosotros le estamos brindando seguridad”, añadió.
Las palabras del funcionario encendieron la llama de una polémica que nunca terminó de apagarse. ¿Hubo un plan para eliminar al ex jefe de la Brigada de Investigaciones? Es una de las versiones que se manejaron desde el día que fue capturado en Zorro Muerto, claro que al no haberse desarrollado una investigación, jamás se supo la verdad.
Pasadas las ocho, policías tucumanos y santiagueños se presentaron en el lejano paraje de Zorro Muerto donde sospechaban que podía estar oculto. El procedimiento no fue ilegal porque contaba con autorización judicial y estaba asentado en el libro de novedades de la guardia de la comisaría termense. Dos columnas ingresaron y se escucharon disparos. Los familiares del “Malevo” dijeron que él solo había realizado un disparo al aire para que los efectivos supieran dónde estaba y así no le hicieran daño a sus parientes. Le respondieron con una ráfaga de tiros realizados con armas largas. Uno de los proyectiles terminó impactando en su hombro izquierdo. De ahí, las tropas de asalto fallaron en su intento de reducirlo. Ferreyra había prometido resistirse a su arresto a tiro limpio, pero no lo cumplió.
El colega santiagueño Eduardo Espeche fue el responsable de realizar el hallazgo testimonial de Abdala. “Lo entregó un policía santiagueño. No sé si recibió dinero por la información que brindó, pero sí puedo decir que invadieron la provincia para matarlo. Por eso él no quería entregarse. En medio de las negociaciones me contó que quería suicidarse porque si lo llevaban al penal de Villa Urquiza lo terminarían matando”, dijo en una entrevista con LA GACETA.
Con el correr de las horas, el ignoto paraje que no era conocido por nadie, se llenó de gente. Comenzaron a llegar más refuerzos, especialmente santiagueños. En el lugar, pasado el mediodía se presentaron el secretario de Gobierno de la intervención santiagueña, Jorge Busti, y el juez de garantías de Termas de Río Hondo, Néstor Migueles. Después de dialogar por espacio de media hora con los uniformados de la vecina provincia, el magistrado ordenó a los tucumanos que se replegaran porque todo quedaba bajo su control. A los minutos de haber tomado esa medida, en un helicóptero llegaron el gobernador Ramón Ortega y su ministro de Gobierno, José Ricardo Falú. Luego lo hizo la fiscala Joaquina Vermal en un vehículo del Poder Judicial. Estuvieron menos de una hora porque no les permitieron ni entrevistarse con Ferreyra. Se retiraron del lugar y la funcionaria judicial le entregó al magistrado una copia del pedido de extradición del “Malevo”.
“Me había dado cuenta de que lo querían matar”, explicó Abdala al descubrir que había recibido un disparo. “Cuando llegó el gobernador Ortega lo recibí un poco enérgico porque se trataba de una intromisión y le rogué que replegara su gente al menos hasta la zona limítrofe, si no los haría expulsar con la Guardia de Infantería y no quería llegar al enfrentamiento ni derramamiento de sangre. Le dije que se haría lo que correspondía y que lo entregaría a Tucumán vivo, aquí nadie mata a nadie”, comentó Abdala.
Misterio
A los santiagueños les generaba dudas la actitud de los hombres que habían ido a buscar al “Malevo”. Al frente de la comisión se encontraba el jefe de Policía Víctor Rubén Lazarte, que había sido atacado en más de una vez por Ferreyra. El comisario Enrique Díaz, uno de los que había sido denunciado por el “Malevo” por enriquecimiento ilícito, y los nuevos jefes de la ex Brigada de Investigaciones, que tenían serios problemas en disciplinar a la tropa porque aún eran incondicionales a su ex jefe.
A partir de ese momento, el orteguismo movió todos los hilos para desmentir esa idea. “La orden era detenerlo vivo”, declaró “Palito”. “El primer enfrentamiento con la policía se produjo a las 8.40, cuando no había ni periodistas, sino los efectivos del orden. Si hubiera habido otra intención más allá de detenerlo, se podría haber hecho en ese momento. Pero la policía sabía que había que capturarlo vivo, por lo que esperaron casi 10 horas hasta que se entregó. Pasé unas horas allí y me volví al ver que estaba todo controlado”, añadió.
“Ferreyra quería desacreditarnos y tal vez convertirse en mártir. Por eso gritaba ‘¡Quiero que me maten!’ ‘¡Fusílenme!’. Pero cuando uno quiere matarse, se mata, y lo hace ahí, en ese momento. Él trató de ganar tiempo”, explicó el comisario Díaz, que contó en una nota cómo fue el proceso de la investigación que realizaron para dar con su paradero.
Sin embargo, no dijo ni una palabra de que Ferreyra cayó porque un policía santiagueño lo había visto en una fiesta que se realizó en la casa donde se había escondido. “Puede ser que haya tenido simpatías en la fuerza, pero ahí estaba solo, como queda cualquiera cuando el árbol está caído. Esa es la ley, y quedó demostrado en la forma que vivía en ese paraje desolado”, añadió.
Cuando la suerte de Ferreyra parecería haberse recostado hacia el lado de la muerte, Abdala pidió que su pareja María de los Ángeles Núñez se reuniera con él. La joven de 18 años lo hizo y, después de un par de minutos, salieron los dos del refugio caminando. “Él estuvo a punto de matarse, pero no lo hizo por ella. No sé qué le habrá dicho, pero se entregaron ambos. Di la orden de que no lo esposaran y que lo autorizaran a cambiarse la camisa que tenía puesta por una negra y a colocarse su sombrero blanco”, indicó el ex jefe de la fuerza santiagueña.
Locura en Santiago
“El Malevo” fue trasladado a la Jefatura de Policía de la vecina provincia. Quedó detenido en esas instalaciones que, paradójicamente, estaban sobre la calle Libertad. En ese lugar estuvo detenido dos días. Se lo trasladó al penal de Villa Urquiza el 5 de marzo, es decir, 48 horas después de haberse entregado y de declarar en una causa por portación ilegal de armas y atentado y resistencia a la autoridad que, por supuesto, nunca avanzó.
Ese tiempo fue suficiente para que se creara un revuelo bastante importante. El lugar de detención convocó a miles de santiagueños que pasaron a rendirle un homenaje mostrándose con sombreros blancos. También fue el lugar donde los familiares no se cansaron de realizar denuncias ante los periodistas de todo el país que se habían concentrado allí para informar sobre el caso. Por un lado, contaban detalles sobre el supuesto complot que se había orquestado para asesinarlo. También hacían referencias que todas las personas que lo habían ayudado fueron víctimas de apremios ilegales cuando declararon. También informaron que los policías entregadores habían recibido una importante suma de dinero por delatarlo. Y, por último, expresaron su temor que lo mataran en el penal de Villa Urquiza.
En la vecina provincia también se tejieron numerosas versiones que fueron rápidamente desmentidas por las autoridades. Una de ellas es que la comisaría de Termas había recibido una llamada del mismísimo Fidel Castro para conocer su estado de salud porque había conocido al ex comisario en un viaje que había realizado años antes a La Habana. “Esa es una información falsa”, declaró en esos días el comisario Enrique Hasam, jefe de la dependencia policial. Los “amigos” de la extrema derecha que apoyaban a Ferreyra, después de recuperarse del golpe, desmintieron que el ex jefe de la Brigada haya viajado a la isla en alguna ocasión y, mucho menos, haber conocido al líder cubano, que estaba en el otro extremo, ideológicamente hablando.
En esta caotizada escena, volvieron a ser mencionados los “carapintadas”, militares que después de haber fracasado en su intentona revolucionaria e indultados por el ex presidente Menem, se lanzaron a la arena política para sumar adeptos. Según se dijo y escribió en marzo de 1994, varios ex miembros del ejército se trasladaron hasta Santiago para proteger a “El Malevo”, el hombre al que pretendían sumar a sus filas con el único objetivo de sumar votos. Los más arriesgados señalaron que se mantuvieron ocultos en el monte esperando una señal del Comandante Nutria -el supuesto líder del grupo- para actuar si veían que la vida de “su candidato” corría peligro. “No había nadie cuidando a Ferreyra ese día”, se cansó de repetir una y otra vez el jefe de Policía Lazarte.
La tormenta política que había desatado la captura de Ferreyra se solucionó rápidamente con una llamada desde la Casa Rosada. La sangre no llegó al río porque el juez Migueles aceptó el traslado del recapturado luego de haberlo interrogado. El viaje hasta Tucumán fue sencillamente caótico. Los autos que participaron del operativo circulaban a 160 kilómetros por hora, una velocidad inédita para esos tiempos, gracias que otros patrulleros les abrían paso por la ruta 9 y evitaban que curiosos se agolparan para saludarlo y que los móviles de la prensa se acercaran. A las 18.05 del sábado seis de diciembre de 1994, el “Malevo” cruzó el portón de acceso del penal de Villa Urquiza. Después de que lo revisaran, lo trasladaron a una celda especialmente preparada para él. Las crónicas de los diarios indicaban que había sido recibido con aplausos y vítores por parte de varios miembros del Comando Atila que estaban cumpliendo prisión preventiva por el crimen del oficial Juan Salinas, que también tuvo una participación en este caso.
Pero faltaba otra bomba María de los Ángeles, la joven que salvó la vida de su pareja, recuperaba la libertad el 7 de diciembre, después de haber sido interrogada por la fiscala Vermal. A la salida, rodeada por un enjambre de periodista, la joven con cara de niña, pero con carácter de mujer de campo acostumbrada sufrir todo tipo de padecimientos, anunciaba que estaba embarazada. Ferreyra se preparaba para ser padre tras las rejas.