Cuando el antropólogo James Frazer describía la danza de la lluvia de las tribus primitivas (ágrafas en realidad), lo hacía con la idea de que ellos tenían el pensamiento mágico de que producían la lluvia. La ciencia los agarró de sorpresa, con el tiempo comprobó que estas culturas antiguas no eran tan supersticiosas: en realidad danzaban en la época de lluvias. Es decir le decían al chamán, “dale hacé llover“. Ellos acompañaban los ciclos con rituales, en un diálogo quizás moral con la naturaleza, un pedido de mantener la regularidad, porque su supervivencia en una sociedad sin tecnología avanzada se encontraba íntimamente ligada a la cosecha.
Este diálogo está en Tucumán más roto que el de Máximo con Martín Guzman. Somos más primitivos que aquellas culturas milenarias que sacudían la curiosidad de Frazer. Es que todos los científicos y profesionales tucumanos, los políticos de la provincia, los mismísimos habitantes de esta comarca y los profesionales que nos han entregado las cuatro universidades, saben el daño que pueden llegar a causar las tormentas del ciclo lluvioso de nuestro clima subtropical con estación seca.
Nuestros chamanes y caciques se reúnen todos los años para decir que una vez más la lluvia fue la mayor de toda la historia. Pero lo que repetimos es el rito de inundarnos. Una rareza para aquellos brillantes primitivos que no podemos imitar.
Demasiado miedo
Pero de rarezas se construye nuestra vida pública. En estas mismas tierras los legisladores de la provincia se aumentaron el sueldo esta semana. Su decisión se justifica en la necesidad de adecuar sus emolumentos con motivo de la inflación que la propia política no logra dominar de ninguna manera. Y el incremento de la dieta de los representantes del pueblo podría no entrar en ningún cuestionamiento ya que fue adecuada según se ajustaron los sueldos de los empleados públicos. Entonces, ¿por qué se hizo a las escondidas? ¿Por qué nadie quiere hablar públicamente del tema? Una rareza más. ¿Cómo es posible que quiénes representan al ciudadano común le teman y no puedan explicarles estas cosas?
En esta rara semana, mientras los legisladores tucumanos se daban cuenta de que no les alcanza con sus ingresos y que necesitan más, los diputados de la Nación demostraron la mayor de las extrañezas. Mientras ellos hablaban las piedras alzaban sus voz demostrando que la violencia inexplicable se oye más fuerte en nuestra Argentina.
Más increíble aún fue lo que se escuchaba dentro del recinto. Se entiende que la intervención de los diputados durante la sesión es para argumentar y explicar sus razones en pos de defender una idea o un proyecto puesto a consideración de todos.
Las intervenciones a la hora de hablar sobre el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional fueron defensa de posiciones. Quienes saben del poder de la oratoria enseñan que cuando se busca defender ideas o razonamientos y se decide atacar a las personas se cae en verdaderas falacias ante la debilidad argumentativa. Es como tirar piedras, pero desde dentro del recinto. Casi ninguno de los oradores en la Cámara de Diputados de la Nación pudo evitar arrogar improperios a los demás en lugar de dar razones de por qué aprobar o no el acuerdo.
Más raro aún fue detenerse en los discursos. Todos se defendían y ninguno fue capaz de elogiar el acuerdo con el FMI. Con distintas palabras todos consideraron que el arreglo era un mamarracho pero había que aprobarlo. Otros -también con epítetos disímiles- coincidían que era un mamarracho, pero no lo aprobaban, y estaban los más pícaros que sintiéndose los brujos de la tribu sabían que el acuerdo era un mamarracho y se abstuvieron. Pero, ¿si todos consideraban que el acuerdo era un desastre por qué le daban el visto bueno? Las rarezas en las que los actores públicos introducen al país dejan al descubierto cuán cerca estamos de aquellos individuos que estudiaba el antropólogo Frazer. Eran pícaros que sabían cómo sufrir el menor costo personal sin importar lo que terminara ocurriendo. Como si no hubiera transcurrido el tiempo…
Mamarracho
La reunión en el Congreso y sus innecesarios incidentes fueron repudiados por todos. Unos estaban a favor y otros en contra, pero ninguno hizo absolutamente nada para detener la sesión hasta que la violencia cesara. Es como si hubieran ido a una obra de teatro de la cual conocían todos los parlamentos, los actos y el final. Y, por lo tanto, nadie hizo nada para cambiar la historia.
Peronistas y anti-peronistas pensaron en sus necesidades para 2023 antes que en las consecuencias para el país. Nada nuevo, ninguna rareza. Lo que sí quedó en el recinto son muchas preguntas.
¿Habrá una divisoria de aguas significativa en la política argentina a partir del tratamiento parlamentario del acuerdo con el FMI? ¿Qué pasará esta semana en el Senado de la Nación, reducto de Cristina en estos últimos dos años? ¿Qué actitud tomará la vicepresidenta respecto del acuerdo? ¿Seguirá la misma ruta que tomó su hijo Máximo o aprovechará que solo vota en caso de desempate para seguir muda? ¿La distancia entre el kirchnerismo de Cristina con Alberto Fernández es definitiva, carece de retorno? ¿Esa distancia se traducirá en ruptura? ¿Abandonarán el gobierno los funcionarios de origen K? ¿Cristina podrá conservar intacto el espacio político que lideraba? ¿Cómo se las ingeniará Alberto para gobernar si no recompone la alianza que dio vida al Frente de Todos? ¿Empieza a partir de ahora un acercamiento al ala dialoguista de Cambiemos, y muy especialmente a Gerardo Morales, execrado por el kirchnerismo por el encarcelamiento de Milagro Sala?
Todos estos interrogantes alfombran de dudas el complejo escenario político de estos días y la mayoría no terminarán de aclararse hasta que los chamanes anuncien un nuevo tiempo.
Una sola cosa está clara: la relación política y personal entre Presidente y Vice está dañada y no parece tener solución en el horizonte. Cristina se pinta no para salir a escena sino para la guerra, pero cuidando que no afecte la integridad del frente que ella misma pergeñó. Tampoco parece que ninguno de los funcionarios que responden a su conducción vayan a renunciar a sus cargos. Pero ya lo hicieron una vez… Lo demás dependerá de la capacidad de los líderes de manejar sus sentimientos e impulsos. Y, entre cartas y videos ya mostraron sus debilidades emocionales
Suspicaces y ansiosos, hay quienes vaticinan o ven venir una recomposición del actual sistema de opciones políticas. No son pocos los que susurran a oídos de Alberto que evalúe la conveniencia de un acuerdo con la UCR que la sustraiga de brazos del PRO, que representa inequívocamente hoy al espectro conservador, de derecha, en la política argentina. Si esa ficción se hiciera realidad, el kirchnerismo se desplazaría hacia la izquierda y el PRO en la dirección opuesta.
Una mirada menos fantasiosa indica que el año próximo ambas coaliciones alumbrarán una fuerte competencia en sus respectivas PASO sin que la sangre llegue al río. En ese caso, Fernández deberá imponerse al candidato que Cristina le plante, ya que es muy difícil que ella vuelva nuevamente a integrar la fórmula del Frente de Todos o su eventual sucedáneo. Todo hace suponer que intentará volver al Senado en representación de la provincia de Buenos Aires.
Por su lado, el macrismo deberá resolver qué actitud toma ante su desgastada relación con Rodríguez Larreta. Fracturar el espacio con otro candidato podría abrirle posibilidades a quien postule la UCR que lo enfrente, salvo que las fórmulas que compitan el año próximo sean “mixtas”.
Ayer, Roberto Feletti afirmó que si el gobierno nacional logra encaminar la cuestión industrial, la recuperación de empleo, tranquilidad cambiaria y recuperación del salario, con que empiece a esbozarse ese rumbo tiene chances fuertes de ganar en 2023. Parecieran ser demasiadas cosas.
Todas estas elucubraciones de los brujos de la tribu política abren el interrogante de cuál sería la repercusión en Tucumán de ese panorama que se avecina preanunciando un conflicto interno creciente en el oficialismo.
Todos aquellos prolegómenos cambiaron. No se observa tanta fluidez en la relación entre el Presidente y su actual Jefe de Gabinete y hace rato que proliferan versiones de alejamiento que el acuerdo con el FMI disiparon levemente.
Habrá que estar atentos a la evolución de los acontecimientos en el sentido que pudieran alterar la linealidad del proceso que hoy se observa: un Jaldo cada vez más consolidado, aunque Manzur intente por todos los medios conservar la mayor presencia posible en la provincia.
Uno divido en dos es tres
Las rarezas en Tucumán son más raras que en otros lados. Si se llegara a partir el oficialismo, a nivel nacional habrá dos sectores (albertistas y kirchneristas), pero en estas comarcas podrían llegar a tres: manzuristas, jaldistas y camporistas o cristinistas. Jaldo había encontrado cierto diálogo con algunos camporistas, pero los nuevos tiempos de amistad con su ex enemigo lo llevaron a construir un puente con Alberto.
Si esta hipotética ruptura avanzara y se desbordara habrá que ver cuáles serán los destinos de La Cámpora, que tiene varios cargos en la Provincia.
Los cambios de gabinete en la provincia siguen siendo provocados por los jugadores que se lleva Manzur a jugar en las ligas nacionales. Pero los suplentes no salen de la cantera jaldista sino del banco de suplentes que armó Manzur. Todo sigue igual entre ellos como la primera vez, el problema es calmar las fieras que tienen por abajo. La que más gruñe alrededor del gobernador interino es Deiana, quien no encuentra consuelo y compensaciones después de la guerra entre los dos líderes.
En la Casa de Gobierno están tranquilos y sienten que están haciendo los deberes porque las últimas encuestas dicen que el 43 por ciento de los tucumanos votarían por ellos en 2023, mientras que la oposición cosecharía apenas un 27 por ciento. Con esos guarismos Jaldo siente que su parsimonia es más efectiva que la paz oriental que solía mostrar Manzur.
Mientras tanto en la calle opositores se unen con el oficialismo en sus ataques al intendente de la Capital y esperan con ansias que la Corte Suprema se digne en resolver si los canales que inundan a la provincia son responsabilidad de ella o del municipio.
La rareza tucumana siembra la duda de si es más justa y más civilizada una cultura que no sabe cómo influir en los desastres y acompaña mágicamente los ciclos, o una que es científica, sabe todo pero se inunda igual. Tal vez fructifica el aumento salarial legislativo y contribuye a dilucidar esta incógnita.