Lo que desgasta no es el poder, sino más bien no tenerlo. Podría dar fe de eso el presidente, Alberto Fernández, quien en la madrugada de este viernes celebró una victoria en Diputados que, en lugar de fortalecerlo, puede debilitarlo aún más.
Hacia afuera, los números marcan que la autorización a firmar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) tuvo media sanción con 202 votos sobre 257 posibles. Una mayoría holgada. Sin embargo, la lectura finita desnuda otra realidad: de los 118 diputados que integran el Frente de Todos, 77 votaron a favor del proyecto, 28 lo rechazaron y 13 se abstuvieron. Es decir, la oposición le permitió al jefe de Estado dar un primer paso hacia la ley más difícil que le tocó negociar.
Alberto Fernández termina la primera semana de raid en el Congreso a los tumbos. Presentó un proyecto que no pudo sostener ni 48 horas en las comisiones y con el principal defensor de ese texto, el ministro de Economía Martín Guzmán, exiliado en Estados Unidos. Primero la oposición, exigiéndole modificaciones para salvarle el pellejo; y segundo La Cámpora, jugando al misterio y finalmente dejándolo sólo, le hicieron entender que aún falta mucho para que él pueda hablar de este como “su primer mandato”.
Todavía resta la segunda semana en el Parlamento y puede ser aún más complicada para el Presidente. Hasta aquí, ninguna de las previsiones que había hecho se materializó. En los pronósticos iniciales creían en su entorno que iban a contar con entre 80 y 90 adhesiones propias, pero se quedaron con 77. Tampoco le aprobaron lo que pretendía, porque nada queda de su proyecto. En el medio, tambalea su ministro de Economía y el saldo en Diputados es una bancada partida y al borde de la escisión.
Lo que viene en el Senado no es para nada prometedor. Seguramente el programa de refinanciación de los U$S 44.000 millones con el FMI sea convertido en ley, pero le costará remontar el capital político dilapidado. Cristina Fernández de Kirchner aún no se pronunció y el antecedente de la Cámara Baja no es un buen augurio. Además, hay que mensurar también el impacto de los incidentes frente al Congreso en el ánimo de la vicepresidenta: su despacho fue apedreado y ella grabó un video en el que apuntó directamente contra el FMI, al decir que sus políticas promueven pobreza.
En la Cámara Alta hay 72 senadores, de los cuales 35 integran el Frente de Todos. A estos se suman dos aliados. Uno, el rionegrino Alberto Weretilnek dijo hace unos días que no votaría el acuerdo y aseveró que el Presidente “carece de liderazgo”. Así, según los primeros sondeos, el albertismo tendría unos 19 votos asegurados y al menos una quincena –todos del kirchnerismo- en contra. En paralelo, para apurar el debate y evitar el default, necesitará que la oposición le tienda otra vez la mano.
Ocurre que el reglamento del Senado dispone que deben transcurrir siete días desde el dictamen en comisión para el debate en el recinto. No obstante, el tratamiento se puede apurar con el aval de una mayoría de los dos tercios presentes. Si el kirchnerismo repite la estrategia de Diputados y no se presenta para dar quórum, Fernández dependería nuevamente de la oposición.
Si se da por descontado que el Congreso le dará la ley, el dilema entonces es dilucidar cómo el Presidente recuperará liderazgo. Sin fortaleza, ¿podrá aplicar un programa económico que es rechazado no sólo por sus rivales externos, sino por casi la mitad de su espacio político? Claramente, no hay buenos indicios. Con mayor o menor virulencia y mejores o peores modales, aliados y opositores se han turnado para esmerilar su figura. Al punto que está más cerca de que se cumpla el vaticinio de Luis D’Elía: al cabo de dos semanas a pura trastabilladas en el Congreso, Alberto Fernández puede acabar “delarruizado” tras esta pulseada.
Ganadores y perdedores
Como en cada explosión, las esquirlas dañarán de manera aleatoria. Y este debate sobre la relación con el FMI no tendrá consecuencias diferentes. En el oficialismo vaticinan que el kirchnerismo ejercerá a partir de ahora una mayor y más directa presión sobre el albertismo. De la misma manera, habrá ver cómo aprovecha Juntos por el Cambio este arrebato de unidad que exhibió. ¿Podrá sostenerlo? Difícil garantizarlo, a juzgar por lo antecedentes de esa alianza.
Por lo pronto, Sergio Massa es uno de los que celebra: logró que con apenas 77 votos, el Gobierno obtuviera una victoria cómoda en Diputados. De paso, desdibujó a varios rivales en la carrera hacia 2023 y pisoteó al ministro Guzmán. Ahora tendrá lugar la prueba de fuego para el tucumano Juan Manzur, ya que de la rosca con los gobernadores y los senadores que responden a estos se hizo cargo él.
Un sector del albertismo, que tanto resiste al gobernador en licencia, estará expectante de su fracaso o de su éxito. De igual manera el kirchnerismo, tras el indulto post PASO que recibió de Cristina. Aunque no hay diálogo directo, Manzur acercó posiciones con el Instituto Patria a partir de entonces de la mano de Eduardo “Wado” de Pedro. Otro dato a prestar atención: como el jefe de Gabinete es un hombre al que el azar suele hacerle un guiño, esta vez quizás cuente con la ventaja de que Cristina, para evitar mostrarse perdidosa, libere a los senadores del bloque y sólo se recluya en el rechazo de los más duros. Así, el tucumano podría sumar algunos votos más y capitalizarlos.
En cascada, los coletazos también pueden alcanzar al vicegobernador a cargo del Poder Ejecutivo, Osvaldo Jaldo. El tranqueño permaneció casi toda la semana en Buenos Aires para dar un apoyo explícito al Presidente en su cruzada. Viajó con la garantía del voto del diputado Agustín Fernández y apostó a conseguir la abstención de la camporista Mabel Carrizo como tributo. Pese a las promesas y a los titubeos, hacia la medianoche del jueves la diputada se inclinó por respetar el mandato de Máximo Kirchner y votó en contra.
Como la interna en el oficialismo tucumano persiste aunque se esfuercen por disimularla, rápidamente en el manzurismo se encargaron de presentar el voto de Carrizo como un paso en falso del gobernador interino, teniendo en cuenta la relación del espacio político tucumano de la kirchnerista con el jaldismo. Aún más, la famaillense es esposa de Jesús Salim, quien en medio del cisma oficialista local de 2021 debió dejar la Anses por las presiones de Manzur al propio “Wado” de Pedro.
Indudablemente, la batalla peronista local quedó postergada, pero no superada. Pese a los intentos de Jaldo y de Manzur por transmitir armonía, por debajo se miden y desafían constantemente. De uno y de otro lado se resisten, y no tienen problemas en hacérselo saber mutuamente.
La reorganización que podría darse en la estructura del oficialismo nacional tras la votación en el Congreso podría tener implicancias directas en el entramado justicialista tucumano. ¿Cómo impactará en el futuro de Manzur? ¿Influirá en la gestión de Jaldo, ahora que recorre con más frecuencias las oficinas de la Casa Rosada? Las respuestas, en buena medida, dependerán de cómo se reconfigure el tablero de decisiones en la Nación. O Alberto o Cristina. Uno de los dos tendrá que asumir el poder para frenar el desgaste mutuo.