Han pasado casi 30 años de la cinematográfica fuga que protagonizaron Mario Oscar “El Malevo” Ferreyra y dos de sus hombres y todavía hay varios puntos grises en la historia. El primer dato que surgió es que el escape no fue planificado con anterioridad, porque los policías estaban convencidos de que serían absueltos por la Justicia. Sin embargo, los condenados, por su condición de hombres de la fuerza, tuvieron ciertos beneficios que les permitieron huir. Beneficios que no provenían de gente “de abajo”, sino de los mandos superiores, por lo que el escándalo fue mayor.
“El Malevo” y sus hombres fueron condenados a prisión perpetua por el triple crimen de Laguna de Robles. Estuvieron siete horas atrincherados en la alcaldía de tribunales hasta que, pasada la medianoche, Ferreyra, Juan Sotelo y Enrique Vairetti salieron caminando de tribunales, subieron a una camioneta y partieron con rumbo desconocido. La fuga fue registrada por las cámaras de televisión de los canales locales y nacionales que habían cubierto el final del juicio.
“Hubo dos errores. El primero fue que no los alojaron en las celdas de la alcaldía como debían hacerlo con cualquier condenado, sino en el casino de oficiales. Y después se tardó mucho tiempo en actuar. La orden judicial para detenerlos tardó horas y ese tiempo les sirvió a los penados para planificar los pasos que darían. A eso hay que agregarle que los policías no tenían ninguna intención de atraparlos”, explicó el juez Pedro Roldán Vázquez, presidente del tribunal que condenó a los policías.
La huida de los condenados fue en realidad el último eslabón de una cadena de errores. El ex jefe de la Brigada de Investigaciones jamás llegó esposado al juicio. Nunca tuvo un policía a su lado. En los cuartos intermedios de las audiencias se lo pudo observar charlando con sus camaradas y hasta en románticas escenas con su pareja, María de los Ángeles Núñez. Esa joven, dueña de un carácter particular, tuvo un rol protagónico en la fuga. Otro dato: ninguno de los imputados llegaba a la sala de juicio esposado, siempre caminando tranquilamente a la par de algún uniformado.
Los detalles
A los pocos minutos de haber sido sentenciados, los ex policías ya contaban al menos con una pistola, una granada y un equipo de radio para estar atentos a lo que ocurría a su alrededor. Luego, según consta en las investigaciones realizadas en esos días, rompieron un armario para apoderarse de una ametralladora y otras pistolas. Luego, algunos allegados por la ventana les hacían llegar otros objetos. “Ese fue un error tremendo. Permitir que hubiera contacto de la gente con ellos. Y eso que había un cordón policial. Hay fotos en las que se ve a la novia del ‘Malevo’ entregando una bolsa. Después descubrimos que eran pilas para que las utilizaran en la radio”, explicó un ex agente que prestaba servicios en los tribunales.
Y eso que había un plan para contener a los revoltosos. Los jefes policiales habían decidido parapetar a dos francotiradores para evitar un posible escape. Uno se ubicaría en un altillo ubicado arriba de un quiosco, al lado de un bar de la calle La Madrid, y otro, en el edificio que está arriba de “Primera instancia”. La idea era que, caída la noche, los hombres del Grupo Cero ingresarían al lugar y arrojarían gases para intentar reducir a los atrincherados. En caso de que decidieran escapar, los tiradores lo evitarían disparando. Habían recibido la instrucción de tirar a matar, si era necesario. La fiscala Joaquina Vermal, que estaba al frente de la situación, les había advertido que sólo podían actuar si no había riesgos contra terceros. Pero todo quedó en la nada. Los propietarios de los lugares elegidos se habían negado a que esos locales fueran utilizados para tal fin.
“La gente tenía miedo de que pasara cualquier cosa. Estaban aterrados con la posibilidad de una futura venganza de los uniformados”, explicó María Laura Herrera, vecina de la zona. “Esa versión siempre corrió por el barrio, pero no sé. Tampoco hubiera permitido hacer algo así. Querían matar nada menos que a ‘El Malevo’, un hombre que era capaz de hacer cualquier cosa”, indicó Fernando Décima. “Podría haber ocurrido una tragedia porque había mucha gente apoyándolo. ¿Usted no cree que se hubieran transformado en escudos humanos para evitar que lo lastimaran? Hicieron bien en no prestarles los locales”, explicó Fernando Jiménez.
Ante la falta de un plan concreto y de órdenes precisas, “El Malevo”, con una granada; Sotelo, con una radio con la frecuencia de la fuerza; y Vairetti portando una ametralladora, salieron caminando de tribunales, hasta Lavalle y Congreso. Allí los esperaba una camioneta que los llevaría al centro de la clandestinidad. Ningún uniformado hizo nada para detenerlos. Eso quedó demostrado en las decenas de imágenes que se difundieron a partir del 14 de diciembre de 1993.
La reacción
La fiscala Vermal inició la investigación del caso. No dio vueltas: pidió la detención de los 30 efectivos que tenían a su cargo la custodia del Palacio de Justicia. Todos fueron coincidentes a la hora de señalar lo que había ocurrido. Todos dijeron más o menos lo mismo. En ningún momento llegó la orden de un superior sobre lo que debían hacer. Ellos habían elaborado un plan: arrojarían granadas de gases lacrimógenos en la sala donde estaban los revoltosos y los esperarían frente a la única salida posible. Sin embargo, dijeron que la orden nunca llegó y después se hizo cargo de la situación el Grupo Cero, por lo que ellos quedaron al margen del operativo. Y como prueba, presentaron el registro de una comunicación radial. “¡Ferreyra se escapa! ¿Qué hacemos?”, se escuchó decir a un efectivo. Nunca recibió una respuesta. Eso fue suficiente para que creyeran en su versión.
En la fuga quedó en claro que hubo un quiebre entre los condenados. René Albornoz, Emilio Herrera y Carlos Correa no se plegaron a la revuelta y al poco tiempo de haber escuchado la sentencia en su contra pidieron ser trasladados a la comisaría de La Reducción, donde se encontraban detenidos antes de ser enjuiciados. En tanto que Luis Hermosa, José Brito y José Tula salieron de tribunales y una hora después se presentaron en la seccional 6ª.
El ex comisario Sotelo rompió el silencio con LA GACETA. “Considerábamos que la condena era injusta. Además, pensaba que nos querían matar. Por eso decidí irme. Tenía la sensación de que si no lo hacía, me matarían”, comentó. “Me fui con lo que tenía puesto. No tenía plata ni ningún tipo de arma. Salí caminando porque, insisto, tenía muchísimo miedo. Pensábamos que nos matarían por la interna policial que se había desatado”, añadió.
La fiscala Vermal avanzó con la causa y logró identificar a tres colaboradores de la fuga. A Roberto Contini, al que lo acusó de entregarle una mochila con una granada y un handy al “Malevo”, lo hizo detener cuando realizaba una medida en la Jefatura de Policía. También quedaron tras las rejas los policías Manuel Juárez, el dueño de la camioneta Ford F100 utilizada para la fuga, y Hugo Aráoz, el piloto civil que también brindó algún tipo de colaboración. En un principio se sospechó que había llevado al exterior, en una avioneta, a los prófugos.
La fuga de Ferreyra también generó una tormenta política en la provincia. Las autoridades ordenaron el pase a disponibilidad de 45 efectivos de la fuerza, entre los que se encontraban varios miembros de la plana mayor y hasta el mismísimo subjefe de Policía Gerardo René Villagra, que había estado al frente del fallido operativo.
El ministro de Gobierno Ricardo Falú fue interpelado en la Legislatura, pero siguió firme en el cargo. También hubo una minicrisis entre el Poder Judicial y el Ejecutivo. Los miembros de la Corte Suprema de Justicia cuestionaron duramente la tarea que realizó la Policía. Y desde la Casa de Gobierno se argumentaba que ellos habían accedido a todas las exigencias que había solicitado la Justicia.
Otro juicio
El 30 de noviembre de 1997 se inició el juicio por la fuga de tribunales. En el banquillo de los acusados se sentaron Ferreyra, Sotelo, Vairetti, Suárez y Aráoz. A lo largo de más de 10 audiencias se conocieron otros detalles sobre el caso y quedó en claro que “El Malevo” ya no tenía tanto poder con su gente. La mayoría de los policías que declararon en el debate terminaron hundiéndolo. Habían pasado apenas cuatro años desde que le permitieron salir caminando de los tribunales.
El comisario Luis Corbalán, jefe del departamento de Operaciones Policiales, declaró: “de mi parte había intenciones de reprimir, pero las autoridades judiciales querían, hasta último momento, agotar el diálogo”. “Estaba a cargo de la seguridad en la alcaldía. Pienso que a mis hombres los sobrepasó el factor sorpresa. Ellos me dijeron que no hicieron nada porque Ferreyra salió con una granada en las manos. Hubiera hecho lo mismo. En ese caso prefiero un delincuente libre antes que una masacre”, añadió. Finalizó su declaración con unas frases que generaron una importante polémica: “el jefe de Policía (Víctor Rubén) Lazarte estaba desaparecido en acción. Después de esto sentí mucha vergüenza por lo que había pasado y, con 25 años de servicio, pedí mi retiro. Si me hubieran dejado actuar, habría sido otra cosa”.
El fallecido juez Emilio Gnessi Lippi fue otro de los testigos de la parte acusadora porque él intentó convencer a los efectivos de que depusieran su actitud. “Cuando entré al casino de oficiales de la alcaldía vi una pistola ametralladora y granadas. En todo momento traté de convencerlos para que no resistieran la sentencia y se pusieran a disposición de los jueces del tribunal, pero fue imposible”, declaró.
Ferreyra también dio a conocer su versión sobre los hechos en el debate, aunque claro está, fue bastante particular. “Salí buscando a algún jefe para entregarme, pero cuando llegué al portón ya no fui dueño de mis actos. La turba me llevó varias cuadras y me subió a una camioneta en la que nos fuimos -declaró-. Estábamos dispuestos a que nos lleven a cualquier comisaría, no queríamos ir a la cárcel. Pero todos los policías con los que me encontré en el camino me hacían la venia y me señalaban el portón de salida”.
El fiscal de cámara Juan Santos Suárez había solicitado que se le dictara una pena de 12 años a Ferreyra y 11 años para Vairetti y Sotelo, al sostener que eran culpables de los delitos de evasión, resistencia a la autoridad, portación ilegal de armas y robo agravado en banda. Para Suárez y Aráoz, en cambio, pidió que se aplicara una condena de tres años por haber colaborado en la evasión. Los defensores rechazaron ese pedido y solicitaron que fueran absueltos.
El tribunal, integrado por los jueces Alicia Noli, Alicia Freindenberg y Miguel Íacono decidió condenar a seis años a “El Malevo” y a Vairetti, a tres a Sotelo, a dos a Suárez y a uno a Aráoz porque no consideraron como ciertos varios de los agravantes que había pedido el fiscal. Esta sentencia tuvo dos ingredientes extras: Ferreyra se retiró esposado y custodiado por más de 130 efectivos y, por la pena que les habían impuesto, ninguno volvió a prisión.