Cristiana Zanetto (Periodista italiana): Tristes y con rabia
Parecía un conflicto que no convenía a nadie. Con el movimiento de tropas rusas en Ucrania ha comenzado una nueva guerra en Europa. Algunos analistas en Italia lo habían anticipado desde el momento en que Estados Unidos se retiró de Afganistán. La situación en Taiwán también es peligrosa. ¿Tenemos miedo en Europa? No sé responder a esta pregunta. Estamos, sí, tristes y con rabia porque explota una guerra en el centro de Europa. Quizás, con el pasar de los días y el desarrollo de los hechos, llegue el temor. Las distancias en nuestro continente no son muy grandes. Polonia y otros países europeos son vecinos cercanos de Ucrania. Es un escenario que evoca tiempos oscuros.
Rodolfo Campero (Médico-Escritor): Un deber moral
Ucrania clama independencia por cuarta vez en tres siglos. Las miserias políticas de sangre, plomo y pólvora hablan, esta vez, de la ambición caprichosa de un autócrata paranoico que interpreta como nuevo orden soviético la geografía de un dibujo de Lenin de 1922. Para occidente libre y democrático, con el que me identifico, esto es una tragedia. Es un deber moral acompañar la libertad de Ucrania. Los argentinos estamos estrechamente vinculados; 450.000 ucranianos habitan el NEA y las pampas criollas. Hasta las prendas gauchas nos hermanan: las bombachas y chiripás de nuestros jinetes provinieron de Crimea. No podemos ser neutrales.
Carlos Alsina (Teatrista tucumano, vive en Italia): Intereses económicos
Es una situación muy compleja en donde hay en juego grandes intereses económicos a los que no les interesa la vida de los pueblos. En Ucrania, el golpe imperialista propulsado por la OTAN (EE.UU. y Europa) de 2014, con el apoyo de grupos neofascistas internos, provocó la desestabilización de la región y el comienzo de una guerra interna que dura ocho años. Putin, con Rusia cercada por la OTAN, representa el nacionalismo Pan-Ruso que nada tiene que ver con los principios internacionalistas que dieron, entre 1917/1924, la autonomía a las regiones ex soviéticas. Todavía no hay elementos objetivos para conjeturar una tercera guerra mundial, cuyas consecuencias serían devastadores para toda la humanidad (que aún está en pandemia) pero existe ese peligro. ¡No a la guerra! Sí a confraternidad entre los pueblos que nada tienen que ver con los intereses de los poderosos.
Honoria Zelaya de Nader (Escritora): Educar para la paz
Los colibríes conversan con la primavera. El sol mira cómo crecen los trigales. Las flores sueñan con la luz, mientras el lebrel de la guerra busca sangre y los medios de prensa a nivel mundial hablan de Ucrania y Putin. Por mi parte, me pregunto quién es el hombre y vuelvo al Oro de los Tigres de Borges. Releo Génesis IV. Fue en el primer desierto. Dos brazos arrojaron una gran piedra. No hubo un grito. Hubo sangre. Hubo por primera vez la muerte. Ya no recuerdo si fue Abel o Caín. En ese instante, siento los brazos de mi nieto menor entrelazados a mi cintura quien sin preámbulos me dice:
-Abu, ¿qué es esto de Ucrania? ¿Quién es Putin? ¿Habrá guerra? Tengo miedo.
Lo senté a mi lado, pensando cuán importante es educar para la paz. Desde tales certezas, lo acogí en mis brazos y le dije: ¿Qué te parece si antes de hablar de la guerra de Ucrania y de Putin dialogamos con poetas que se refirieron al tema? Por ejemplo, con unos versos de Antonio Machado.
La guerra es el crimen estúpido por excelencia, el único que no puede alcanzar el perdón de Dios ni de los hombres. La guerra está contra la cultura pues destruye todos los valores espirituales. ¡Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra es odiada por las madres, entristece las almas mientras la guerra pasa, ¿Quién sembrará la tierra? Santiago miró hacia el horizonte, lo dejó a Putin, empezó a dialogar con Don Sol y oró por Ucrania y la Paz.
Carlos Duguech (Columnista invitado): Alevosía en la acción de Putin
Cada una de las víctimas fatales en Ucrania por el accionar de las tropas invasoras rusas constituye una acción criminal por alevosía, generada por la decisión de Putin.
Esta intervención guerrera debería general el aislamiento total de Rusia como primera sanción, de todos los países miembros de la ONU que respaldan por serlo su carta fundacional.
Amenaza nuclear
En la edición del día miércoles de una columna sobre Ucrania y su conflicto desde Rusia escribíamos en su cierre: “lo dijo en una larga exposición. Habló de que a nadie le conviene la guerra. Pero mencionó el gran poder nuclear bélico de su país. Macrón lo escuchaba”. Hoy los acontecimientos que se precipitan por una peligrosa ladera vuelven a poner a Putin en el sitial de los poderosos nucleares con capacidad, ya no de “disuasión”, sino de brutal amenaza en pleno siglo XXI.
Centramos esta columna en este hecho brutal de la amenaza del presidente de Rusia a quienes -como él dijo- osaren intervenir en el conflicto, sean de la OTAN o de cualquier otro país. Se vanaglorió de la capacidad ofensiva nuclear de su país del que dijo que pese al colapso de la Unión Soviética alberga nuevas armas, más modernas y más poderosas. Unaclara referencia al poderío militar nuclear de su país en un conflicto con un país vecino, “Ucrania”, por cuestionamientos de “soberanías e historias”
Chechenia: Crisis de rehenes
En el año 2002 rebeldes chechenos en una acción terrorista tomaron un teatro de Moscú con más de 850 personas de rehenes, exigiendo la retirada de las fuerzas rusas de Chechenia. Se concretó una acción del entonces Primer Ministro de Rusia, Vladimir Putin.
Por la amenaza de muerte a los rehenes si no se cumplía la petición se resolvió atacar el teatro, previo a hacer circular por los conductos de ventilación un gas especial. Casi todos los asistentes al teatro y los terroristas se durmieron por el gas. Un total de 170 personas perdieron la vida (la mayoría rehenes). Se supo que a los terroristas dormidos por el gas se los mató con un tiro en la sien. Esta acción dictada por Putin, quien esto escribe la calificó en su tiempo en distintos medios como “crimen de guerra”. Los Convenios de Ginebra prevén en tiempos de guerra el trato a los prisioneros y a la población civil que, obviamente, aquí se vulneró.
“Letra agonizante”
La Carta de la ONU, los tratados internaciones (incluidos los Convenios de Ginebra) no son “letra muerta”, porque están escritos y obligan a las naciones, son “letra agonizante” porque conviven en su vocación humanitaria y de paz con el belicismo a ultranza de los que en algún momento de su historia se consideran amos del mundo. Vale traer a la memoria que alguna vez otro presidente - Jacques Chirac- de Francia en enero de 2006 proclamó el derecho de su país de llevar adelante el recurso de la disuasión nuclear en una clara referencia en los tiempos en que Irán enriquecía uranio. Pero se quedó en eso, en la mera mención que se emparentaba con el chauvinismo que se suele adjudicar a los franceses en el poder. En el caso de Putin, presidente de un país que integra el Consejo de Seguridad de la ONU (hoy casualmente lo preside y que tiene, como los otros 4 miembros, el irritante poder de veto) ufanarse del mejor arsenal atómico y amenazar con su uso si se oponen a su gestión militar en Ucrania es de una perversidad que no se puede tolerar. Se recuerda unas sabias palabras de Monseñor Jaimes de Nevares (Santa Fe 1985, acto del “Llamamiento de los Cien para Seguir Viviendo” del que era uno de sus presidentes) dijo: “a los creadores de armas nucleares los debería tratar un psiquiatra”.
“Diplomacia creativa”
En este tiempo el peor escenario seria aquel al que quiere llevar el guerrero Putin: la competencia por los arsenales nucleares. Que se embanderen en esa engañosa maniobra del líder ruso seria no darse cuenta de que puede sobrevenir una “pandemia nuclear”, término que es claro hoy en día y puede entenderlo cualquiera de a pie. Hacen falta diplomáticos de carrera, que no tanto se apasionen por las fiestas de champagne y los privilegios de los tratos que suelen recibir sino que se involucren como factores efectivos para enderezar las propuestas guerreras y disminuir la profusión de las “hipótesis de conflicto”, que no son más que el marketing moderno de toda guerra.
Leopoldo Castilla (Poeta y titiritero): Fuegos
Quería escribir sobre los incendios en Corrientes. Miles de hectáreas arrasadas por las llamas, miles de animales muertos y mucha miseria provocada por los codiciosos. Esos brutos sin una chispa en el entendimiento. Los que quemaron vivos al gato montés y carbonizaron a la tortuga que guardaba, más que ellos, los legados del tiempo. A los nidos de las garzas, esas criaturas que llevaban la alegría de la tierra a la luz del cielo y al yacaré, la nutria y al oso hormiguero. Y al relámpago sigiloso del yaguareté. Todos vueltos cenizas. Y cenizas los árboles que les daban sombra, sin darse cuenta que a los incendiarios los asolaba una sombra más oscura por dentro.
Ese individuo separado por su soberbia de la naturaleza -que no ve que sólo es una metamorfosis más de las criaturas que está extinguiendo- no aprendió nada. Ni siquiera de la ciencia, que no pudo violar la caverna prehistórica que perdura inviolable en su cerebro. Ese hueco que lo mueve a matar por una piedrita amarilla, el oro, o por un color como los racistas. Otros brutos tan ignorantes como perversos.
Cómo decirles a quienes tienen los medios para cambiar las cosas, que la especie humana está al borde de su extinción, que son una sola hoguera los bosques más grandes del mundo, que los glaciares se derriten y liberan la presión violenta de las capas tectónicas las que derrumbarán las grandes ciudades con los terremotos, las que desbordarán los océanos sepultando bajo el agua países enteros.
Alguien tiene que hacer algo. Las Naciones Unidas (unidas por el dinero) no tienen ni voz ni voto. Los más poderosos, los que no dan la cara, no se dan cuenta que pronto serán tan invisibles como todo lo que están destruyendo.
Pero, les decía, yo quería escribir sobre Corrientes. Más me despierto y veo las noticias. Putin acaba de desatar la guerra en Ucrania, una acción estratégica para evitar (o favorecer) el choque tectónico de dos imperios. En el otro lado del tablero a Trump, tan elemental, la acción le parece genial. Mientras Biden y sus corifeos aprestan sus máquinas de exterminio para entrar en el juego. Todos atentos a una jugada maestra mientras sonríen pensando en esos ingenuos que claman porque hagan algo por la vida en la tierra, algo que frene el calentamiento global que de seguir así, como predijo Stephen Hawkins, en seiscientos años será en el espacio una bola ardiendo.
En los dos extremos ellos creen que piensan, que saben lo que están haciendo y lanzan los misiles y multiplican la muerte con sus bocas de fuego. Nada los detiene. Ellos que fueron elegidos sólo para administrar sus países se creen los Césares, con la soberbia de Nerón que cantaba mirando a Roma en llamas. Con la misma estulticia del que cree que construye el futuro que está deshaciendo.
Hasta que no quede nadie sobre la tierra que haga memoria.
Para entonces todo el oro volverá al ojo del tigre, todos los colores serán uno en el colibrí en vuelo.
Y de lo que fue el hombre un espejismo que se va apagando en el desierto.