“Los caballeros las prefieren rubias” es el título de una de las interpretaciones más recordadas de Marilyn Monroe en el cine. Y su primer papel estelar. Allí cantaba, rodeada de hombres y con el inolvidable vestido rosa, “Diamonds are a girl’s best friend” (“Los diamantes son el mejor amigo de una chica”). Como en esta película -donde Marilyn encarna a una cantante y bailarina cuyo sueño es casarse con un hombre rico-, en nuestra cultura abundan las referencias a la idea de que el color de pelo de la mujer determina su mayor o menor belleza, atractivo, inteligencia, poder de seducción, capacidad de divertirse, bondad, etcétera. Recordemos, sino, desde el “Yo soy ardiente, yo soy morena” de las rimas de Bécquer, hasta “la rubia, tarada, bronceada, aburrida” que le pregunta a Luca Prodan “¿por qué te pelaste?”.
Haciendo dedo
El sociólogo francés Nicholas Guéguen pidió a cinco chicas de entre 20 y 22 años que hicieran “autostop” (“hicieran dedo”, diríamos acá) en una ruta en el sur de Francia. Llevaban la misma ropa y tenían cuerpos parecidos, pero dos de ellas eran rubias, dos morochas y una castaña. Lo que ocurrió tal vez no resulte demasiado sorprendente: de los más de 2.000 conductores que pasaron, se pararon más hombres ante las rubias que ante las otras. Las mujeres conductoras, en cambio, no discriminaron en función del color de pelo y pararon por igual.
En un estudio parecido y bastante curioso, Guéguen pidió varias veces a la misma chica que hiciera dedo pero llevando cada vez un corpiño con más relleno. De nuevo, el tamaño de los pechos estaba correlacionado positivamente con el número de hombres que se detenían, pero no con el de mujeres.
En un pub
Viren Swami, profesor de psicología social de la Universidad Anglia Ruskin, realizó una investigación similar sentando a una mujer en un pub inglés diferentes noches con el pelo teñido de rubio, moreno y pelirrojo. Y observó que cuando era rubia se aproximaban muchos más hombres. Pero Swami no estaba convencido de que fuera porque la vieran más atractiva ya que, según sus datos, en el Reino Unido ser rubia no constituye necesariamente un signo de mayor belleza.
Entonces diseñó otro estudio pidiendo a hombres que valoraran de una manera más completa varias imágenes de mujeres sentadas en un bar. Los resultados fueron controvertidos: los participantes clasificaban a las morochas como “más atractivas y cordiales”, y a las rubias como “más fáciles y necesitadas”. Algo que el profesor encontró afín a dos de sus ideas: que a los hombres en realidad les gustan más las morochas y que los medios de comunicación han influido de manera muy profunda en los estereotipos sobre belleza y sexualidad.