Recientemente tres tucumanos realizaron una hazaña: en menos de 20 días armaron un cronograma, tramitaron permisos y consiguieron todo lo necesario para sumergirse en una aventura; una aventura de 6960,8 metros de altura: subir el Aconcagua.
Todo andinista, en algún momento de su vida, sueña con llegar a la cumbre de la montaña más alta de América del Sur. Es un destino que sí o sí debe ser conquistado por los amantes del montañismo. Fernando Carrizo (50), Adrián Domínguez (43) y Fernanda Albertus (36) ingresaron al Parque Nacional Aconcagua el 29 de enero. Y, por si fuera poco, lo hicieron solos. Sin guía.
“Veníamos con la idea de hacerlo el año pasado por otra ruta, pero no se pudo por la pandemia. Se me ocurrió proponer que lo hagamos por la ruta normal, que era la única habilitada. Y arrancamos el año con todo”, comenta a LA GACETA Carrizo.
Las tareas se dividieron: él y Domínguez empezaron a ver rutas, mientras Albertus se ocupó de los permisos. “Decidimos ir sin empresas porque queríamos hacerlo a pulmón”, resume. Los prestadores (cuyos servicios de guía pueden contratrarse desde los $ 1.500 dólares) copan el cerro.
“Los costos son muy elevados y el parque no te obliga a ir con guía. Es una forma de ahorrar y es una experiencia diferente: si vas con empresa, dormís y caminás. Todo lo otro ya está preparado. En cambio, yendo por tu cuenta, tenés que fijarte qué comer, manejar los tiempos y ver el clima, entre tantas otras cosas”, comenta Domínguez.
Obviamente, la coordinación de una travesía de estas características implica un gran conocimiento de montañismo y también un largo proceso de preparación y aclimatación.
Lo previo
Como ya tenían en mente la expedición desde hace dos años, realizaron cursos de andinismo y caminatas en diferente altitud a modo de entrenamiento. “Uno siempre va empezando de una altura baja y va subiendo para ganar aclimatación. Acá en Tucumán tenemos el cerro Ñuñorco a 3.300 metros de altura, los Nevados del Aconquija, a 5.500... Con los chicos hicimos otras montañas en Salta y en Jujuy de hasta 6.000 metros. Así es como tu cuerpo se va adaptando a la altura”, cuenta Albertus.
La preparación -dice- te sirve para el objetivo final, en este caso, el Aconcagua. “Yo ya sé como reacciona mi cuerpo a la altura, ya tengo un registro de él; sé qué tengo que comer, qué cantidades de agua tomar...”, añade.
Para llevar a cabo la expedición, además de los trámites, del entrenamiento y de conseguir el equipamiento necesario, también hay que evaluar riesgos. Ir sin un guía los tiene. “La montaña siempre implica un peligro, hemos decidido afrontarlo, pero tratando de minimizarlo al máximo. Estudiamos la ruta, consultamos con montañistas experimentados, que nos ayudaron con el plan -relata Carrizo-; fue un desafío el de tomar la decisión de ir solos, pero nos preparamos para ello”.
Pero nada los frenó. “Yo nunca tuve miedo -admite Domínguez-; la oportunidad es ahora. Ahora me siento con la capacidad de hacerlo. No sé más adelante”.
“Más allá de la preparación física, siempre pueden aparecer inconvenientes; nos puede caer mal la comida y tirarnos cinco días, te podés llegar a apunar y hasta tu estado emocional puede no acompañarte”, añade Albertus.
Arriba
Con todos los pasos anteriores realizados, los tres montañistas empezaron la travesía. Salieron en auto de Tucumán hacia Mendoza. El 10 de febrero llegaron a la cumbre. “El momento más satisfactorio es cuando estás arriba, en los últimos campamentos, y ves que el clima te va a ayudar a llegar. Es la parte más emocionante”, narra Domínguez.
“Es algo tremendo. Cuando llegamos al último campamento nos emocionamos. El día de la cumbre fue de mucha alegría porque llegamos los tres; esa era la idea. Ir en equipo”, aclara Carrizo. Recuerda que al pisar la cima no podía dejar de llorar; aparecían en su mente las imágenes de su familia y el recuerdo de sus padres. “Y después nos contaron que abajo también estaban todos emocionados cuando se enteraron que hicimos cumbre”, añade.
“Cumplir ese objetivo y lo que significa para cada uno es algo que no se puede describir. Para mi, subir una montaña es como la vida: tenés obstaculos, decís ‘no puedo más’, pero te esforzás al máximo, sabiendo que podés, que no estás arriesgando tu vida, y que si lo hacés, está saliendo bien. Es una apuesta: y cuando uno la gana, tiene una felicidad inmensa”, sintetiza Albertus.
¿Cualquiera puede?
Los costos fueron de entre $ 35.000 y $ 45.000 por persona, comentan. Además de la comida, el vehículo y los PCR, tuvieron que contratar a un prestador de servicio (es una obligación del parque). En su caso, eligieron una mula por U$S 400.
Ahora bien, ¿cualquiera puede hacerlo? Los tres coinciden en que sí. Domínguez calcula que para hacer la travesía se necesita más o menos un año de preparación constante. “Haciendo tres salidas por mes, llegás en 10 o 12 meses. El tema está en que vos podés tener un estado físico tremendo, pero si tu cuerpo no soporta la altura, ya estamos complicados”, advierte. Y por eso, es importante la aclimatación en otras montañas de manera previa.
“No necesariamente el montañismo significa pagar un monto elevado de dinero para acceder a una expedición. Si uno tiene la experiencia, se ha formado, ha estudiado y se ha asesorado, lo puede hacer por cuenta propia”, resume Albertus, y aclara: “es un objetivo totalmente alcanzable, pero requiere de su paso a paso de preparación. Nosotros venimos desde 2019 entrenándonos, formándonos, pasando por la experiencia, cometiendo errores y aciertos... pero sí, se puede”.