El odio y los odiadores
El odio y los odiadores
20 Febrero 2022

“El odio está en las púas, en la carne, en los huesos”. Así inicia José Luis Lanao, ex campeón mundial juvenil con Argentina en 1979, hoy periodista radicado en España, su último artículo publicado en LaTecl@Eñe. “Qué bien se conserva/ en nuestro siglo el odio/ con qué ligereza/ vence los grandes obstáculos”, cita Lanao al poeta polaco Wislawa Szymborska. Y dice Lanao que “las lágrimas humanas deberían ser contadas una a una para saber cuáles pertenecen al odio y cuáles a la muerte”.

Vivimos tiempos de odio. Las redes, el anonimato, el fanatismo, la ignorancia y el lucro alimentan a los odiadores. Es todo un combo. Pero el ruido que producen, muchas veces, suele ocupar un espacio exagerado. Por un lado porque es necesario el repudio. No dejarlo pasar. Pero, por otro, porque también tiene, a veces, una difusión algo confusa. La prensa pretende “objetividad”. “Disculpe señora Rosenberg –graficó una vez el escritor Martín Caparrós-, ¿usted qué opina del señor Hitler? Perdone señor Hitler, ¿usted qué opina de la señora Rosenberg?”. El jueves pasado, un puñado de hinchas del club Quimsa, de Santiago del Estero, de la Liga Nacional de Basquet, lanzó insultos homofóbicos contra Sebastián Vega, ex jugador y campeón con el club santiagueño, pero esa noche en filas de Gimnasia y Esgrima de Comodoro Rivadavia (en rigor está allí desde 2018). Vega, de 33 años, con paso también por otros clubes, no solo es uno de los mejores basquetbolistas de la Liga Nacional, sino también uno de los más valientes. El año pasado rompió un tabú en el deporte masculino de élite y habló públicamente de su homosexualidad, cansado de ocultarla y de “estar todo el tiempo en guardia, gastando energía y precipitando lesiones” que, en definitiva, no hacían más que afectar su rendimiento. Recibió elogios y pleno apoyo.

Hasta que el jueves pasado llegaron los insultos en el tercer cuarto del partido que Quimsa terminó ganando 89-80, cuando Vega salía reemplazado. Podrían haber quedado en la nada. Pero Vega hace ya tiempo que decidió no quedarse callado. Reaccionó contra los agresores. El partido fue parado unos minutos. Uno de los atacantes fue obligado a salir del estadio. La noticia tuvo fuerte repercusión. Dominó el titular de que Vega había sido insultado. Se supo menos que cerca del millar de hinchas presentes ovacionaron a Vega cuando volvió a la cancha. Por eso tal vez el mensaje que escribió el jugador en sus redes a la mañana siguiente: “después de lo sucedido ayer, lejos de sentirme decepcionado, me siento muy feliz. El apoyo se hizo sentir y eso habla de que ya no somos los mismos que antes, somos mejores personas. Gracias por el respeto y por tanto cariño por parte de todos, dirigentes e hinchas, gracias”.

Quimsa mismo publicó su comunicado de repudio. “Conducta desafortunada de algunos inadaptados” que “perturbaron con sus cánticos al jugador Sebastián Vega”, dice el texto. Fue algo más que una “conducta desafortunada”. Y no “perturbaron” sino que agredieron. Y no solo a Vega. A todos. Loable, el comunicado no dijo nada sobre qué hará el club con esos aficionados. Osvaldo Montenegro, presidente de la Asociación de Clubes (AdC) no solo expresó “repudio”. Habló de “multa” para Quimsa y afirmó que “las personas involucradas no podrán volver al estadio”. Clarísimo.

Justamente ayer sábado se celebró el Día Internacional contra la LGBTfobia en el deporte. Se celebra todos los 19 de febrero, desde 2010, porque ese día nació Justin Fashanu, primer jugador negro del fútbol británico vendido por un millón de libras cuando en 1981 pasó a Nottingham Forest. Fue pionero cuando en 1990, ya retirado, dijo que era gay. Hay una anécdota de un DT mítico del fútbol inglés, Brian Clough. El mismo la contó en su autobiografía cuando dirigía al Nottingham y en 1982 se dirigió a Fashanu diciéndole: “¿Adónde vas si querés una rebanada de pan? Al panadero, supongo. ¿Adónde vas si querés una pata de cordero? Al carnicero. Entonces, ¿por qué seguís yendo a ese maldito club de maricones?”. Fashanu no fue fácil. Vendió historias falsas a los tabloides sobre supuestos amantes políticos. En 1998, de modo algo confuso, un menor de 17 años lo acusó de agresión sexual en Estados Unidos. Cuarenta días después se ahorcó en su casa londinense. Tenía 37 años. Dejó una nota diciendo que estaba siendo extorsionado. Hay un documental de la BBC que cuenta su historia (“Britain’s Gay Footballers”).

Los tiempos han cambiado. El feminismo obligó a revisar la cultura históricamente machista en el deporte masculino. Los cantos homofóbicos son sancionados. Las porristas lanzaron una ola de denuncias en Estados Unidos. Una cosa es animar el espectáculo deportivo. Otra cosa es el acoso. Y una cosa es que una minoría ridícula insulte discriminando. Y otra, como le sucedió a Vega, es que cientos le griten su apoyo.

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