Después de un 2020 de encierro y un 2021 a medias, este 2022 parece prometer la vuelta a la normalidad; frase trillada pero no menos ansiada. En este contexto, los jardines maternales -que estuvieron prácticamente en el olvido estos últimos años- se preparan para albergar, otra vez, los balbuceos, llantos y risas. Medio en broma medio en serio, se han acuñado los términos cuarentenials o pandemials para los bebés nacidos durante las cuarentenas, que hoy tienen entre uno y tres años. Pero, ¿qué desafío presenta la adaptación de estos niños?
A sus 30 años, Paulina Colombres -propietaria del jardín Cielito Lindo, maestra jardinera y mamá- explica que en las salitas se observan dos grupos de alumnos post pandemia. Por un lado, están los chicos que descubren el jardín y se quedan fascinados. Por el otro, los que se asustan y repliegan más todavía. "Evidentemente, los primeros estaban hartos del encierro. De repente, entran y se sienten felices. De hecho, me llama la atención cómo estamos logrando adaptaciones más rápidas que en años anteriores", revela. Desde su mirada, los pequeños de este grupo se sienten dichosos de encontrarse en un mundo nuevo, en el que hay juegos y personas, sobre todo.
"Al no haber conocido antes una plaza, un shopping o un lugar con tumultos, se sienten abrumados". Paulina Colombres, maestra jardinera.
En contrapartida, a los bebés del segundo grupo les cuesta quedarse en un espacio diferente. "La pandemia influyó de manera negativa en los niños con personalidades introvertidas. Al no haber conocido antes una plaza, un shopping o un lugar con tumultos, se sienten abrumados", relata.
"Naturalmente, los bebés juegan, gritan y golpean materiales -prosigue-. Al chico que comúnmente le cuesta la adaptación, ahora le cuesta más. Le resulta difícil permanecer en un sitio donde se oyen ruidos porque proviene de un contexto de aislamiento. Ante esto, tratamos de buscar un poquito de tranquilidad; de generarles espacios silenciosos", cuenta.
- ¿El aislamiento ha afectado el desarrollo emocional de estos bebés?
- Necesitamos tiempo para realizar esa evaluación. No obstante, en esos dos grupos que he mencionado se advierte claramente que algunos entran desesperados por una relación nueva; tocan a sus pares, los miran a la cara. En cambio a otros, les cuesta establecer lazos; no quieren jugar, no les gusta que los miren, los toquen o les hagan upa.
Cuando se le pregunta si el maternal puede compensar esa situación, contesta que el desafío sigue siendo el mismo que antes de la intromisión del coronavirus: lograr contención afectiva ("que exista un vínculo de confianza con la maestra; eso es fundamental").
Y aunque todavía es pronto para preguntarse por las singularidades de esta probable nueva generación, los interrogantes flotan en el aire: ¿se sabe algo sobre las secuelas del coronavirus en los menores? ¿Los marcará el distanciamiento? ¿Habrá incidencias en su forma de sociabilización? ¿El teletrabajo de los padres les implicará la mentada crianza con apego? ¿O será todo lo contrario? En este punto, Colombres destaca la importancia de transmitir seguridad, especialmente si se considera que estos bebés llegaron a un mundo en el que reinaban la incertidumbre y el miedo.
El doctor Máximo Diosque -pediatra, consultor internacional en salud pública y ex viceministro de salud de la Nación- señala que las respuestas, más que unívocas, dependen de la dinámica de cada familia. Aún así, considera que los menores de dos años son muy dependientes del estado emocional de sus padres (especialmente, de la madre) por lo que el impacto que ha tenido sobre ellos el aislamiento está directamente relacionado con la forma en que los padres lo transitaron. El médico pediatra Guido Torres Busquets expone otras cuestiones impensadas. "La pandemia ha alterado la salud y el bienestar de los niños, que han quedado aislados en sus hogares. Y ese encierro los expuso a demasiado tiempo frente a las pantallas y al estrés familiar", menciona. Y aunque inauguraron sus vidas confinados, Belén Ponce -especialista en psicología perinatal- insta a ver la oportunidad en la crisis y pensar, por ejemplo, que los padres pudieron generar vínculos de apego positivos. "En otro contexto, rápidamente debían volver al trabajo", piensa.
Lo cierto es que ahora que cumplen sus primeros años, exploran su entorno. Como cualquier bebé. Pero no son cualquier bebé. Han vivido una realidad que todavía se nos antoja de ficción, en la que las visitas eran restringidas y los besos solo de mamá y papá. En 2020, en esta provincia nacieron 20.947 bebés, de acuerdo a las estadísticas del Registro Civil de la provincia, proporcionadas por su directora, Carolina Bidegorry. Hasta septiembre de 2021, habían nacido otros 17.000, según los datos disponibles a la fecha.
Eso significa que por estos días en unas 28.000 casas tucumanas -al menos- están viviendo el tsunami interior de criar a un pequeño humano. Seguramente habrá que esperar algunos años para ver las diferencias en sus procesos de socialización. Quizás adquieran otras competencias, como flexibilidad ante los cambios, resiliencia y hasta capacidad de supervivencia ante situaciones límites.