“Zamba de carnaval” fue escrita por Gustavo “Cuchi” Leguizamón, inspirada en aquellas noches de festejos cuando la algarabía, el vino, las coplas y el baile convocan a multitudes para rendirle ofrendas al Pujllay. Una época de abundancia y festejos. Pero en Ranchillos hoy la situación es distinta. “Como no tenemos carnaval se nos pone muy cuesta arriba. Los ingresos que generamos con el baile son fundamentales para sostener anualmente las actividades del club: fútbol, femenino y masculino; básquet, inferiores de fútbol, voley, hockey, danzas aéreas... Más de 1.000 personas concurren semanalmente. Sumado al mantenimiento y las obras necesarias”, explica Nora Alicia Perea, de 64 años.
Ranchillos queda a 24 kilómetros de la capital tucumana y una de sus principales caraterísticas son sin duda sus carnavales, que convocan a miles de tucumanas y tucumanos, vecinos de la región, cada domingo de febrero y marzo. Este año, aunque las carteleras anunciaban la vuelta, la restricción sanitaria del Gobierno llevó a tener que suspenderla. Miles de almas se moverán a Salta y a la Quebrada de Jujuy para saciar su pasión por los carnavales carperos, pero no será el caso de Ranchillos.
Toda una vida
“Mi papá era casero. Yo nací en el club en el 81, mi nombre es Pedro Guillermo Juárez. Mis primeros pasos los di aquí, hasta los 18 años viví en esta casa. Después hice mi camino, formé mi familia, soy fanático de Ranchillos. Lloré, sufrí, festejé, viaje miles de kilómetros; luego de 10 años volví de la mano de Alberto Pino, quien hoy es nuestro presidente. La historia se repite, nuestros padres sembraron esa semilla de amor y dedicación al club en nosotros”, cuenta.
“Junto a Nora y a Fernando David Medina somos parte del departamento de utilería, trabajamos todos los días en el club, estamos atentos a la necesidad de los equipos. Nuestro trabajo no termina en el fútbol. Somos parte de esta gran familia, es una alegría tremenda ver cuando llegan vecinos, vecinas, traen a sus hijas, hijos. Compartíamos un mate cocido, una charla, una tarde de deporte”, agrega.
“El día de partido preparamos la ropa y los materiales. Durante la semana pintamos la cancha para que todo esté en perfecto estado. Las giras, los viajes, son cosas que uno disfruta mucho”, relata Medina con orgullo.
“Yo te digo que alguna vez algún insulto se me escapa y les grito a los jugadores. Cuando hacen gol me lo dedican”, relata por su parte Nora, entre risas, mientras clasifica camisetas antes de guardarlas.
En Ranchillos se respira carnaval en el ambiente. En las paredes quedan registros de antiguos bailes. Y en el estadio siempre alguna obra se esta ejecutando entre máquinas soldadoras, carretillas, palas, risas, charlas y abrazos. Las heladeras y la cámara de frío están vacías y apagadas. Hoy toca desarmar el tinglado donde el diablo bailaba, pero esta vez en soledad, acompañados por aquellas y aquellos que conviven diariamente entre sus tribunas, los vestuarios y su verde campo de juego, esperando el próximo carnaval “pa ver si matan las penas carnavaleando”.