A Tafí del Valle lo salvamos ahora o no lo salvamos más

A Tafí del Valle lo salvamos ahora o no lo salvamos más

 LA GACETA / FOTO DE Osvaldo Ripoll LA GACETA / FOTO DE Osvaldo Ripoll

Quizás suene exagerado para algunos, pero es un paisaje que podría haber sido el escenario de más de una película. Si, al fin y al cabo, esos prados magníficos, esas hondonadas profundas y esos cerros de Escocia que hemos visto en decenas de filmes y series parecen haber sido sacados de aquel rincón tucumano. Solo quien tuvo la oportunidad de asomarse al balcón natural que ofrece la cañada de la Ciénega puede dar fe del impacto que genera ese vasto valle -verde en verano y ocre en invierno- que se extiende hacia abajo. No hay dudas de que Tafí del Valle es uno de los lugares más lindos que posee Tucumán. Habrá quienes discrepan y es lógico. Lo indiscutible es que cuando se piensa en vacaciones o, al menos, en tomarse unos días lejos de la ciudad, miles de personas enfilan hacia allí. Promediando febrero, no está de más sacudir el ruido del verano que a veces cubre todo y analizar distintas situaciones que se producen en un lugar tan querido por muchos.

Tafí parece haber sido predestinado a ocupar un lugar clave en la historia. De hecho, por allí ingresó la primera columna de conquistadores españoles que exploró buena parte del actual territorio argentino. Fue en 1543 y estuvo al mando de Diego de Rojas (este hecho es amenamente cronicado en el libro “Los hombres de la entrada”, de Teresa Piossek Prebisch). Cabe preguntarse qué impresión podrían llevarse aquellos hombres si llegaran a ver en qué se convirtió hoy aquel valle casi desolado que recorrieron poco después de la conquista del Perú. O los jesuitas y los indígenas que lo habitaron alguna vez, o los primeros estancieros que explotaron las tierras que habían pertenecido a la Compañía de Jesús, o sus descendientes a lo largo de varias generaciones, o los visitantes ilustres que en el pasado descansaron allí o los primeros veraneantes...

Después del atípico verano de 2021, en el que las restricciones en los viajes por el coronavirus obligaron a hacer un turismo prácticamente local, la situación parece haberse normalizado. En el Ente Tucumán Turismo están contentos: el saldo de enero fue positivo. De acuerdo con los datos del Observatorio Turístico de Tucumán (integrado por el Ente, por la Unsta, por la Cámara de Turismo y por la Dirección provincial de Estadísticas) durante el primer mes del año hubo picos de ocupación superiores al 95% en la provincia. En el caso puntal de Tafí del Valle, que posee 2.560 plazas, la ocupación llegó a un promedio del 70%, dato que lo convierte en el principal destino tucumano. Los turistas gastaron unos $ 4.200 diarios por persona y se notó el regreso de los viajeros de las grandes ciudades del país, que, a causa de la pandemia, habían disminuido.

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Ya vamos a volver al turismo. Pero ahora es interesante analizar otras situaciones que a veces pasan casi inadvertidas. Por ejemplo, las usurpaciones. Federico Nazur, fiscal de Estado, asegura que este es un problema que ocurre en toda la provincia, pero que afecta especialmente las zonas turísticas. Además, dice que creció con fuerza durante la pandemia. De hecho, en diciembre de 2020 se denunciaron usurpaciones en terrenos privados y del Estado en la zona de la Quebradita y Los Cuartos (luego también las hubo en El Mollar). Las realizaron miembros de las comunidades indígenas. En el caso de las tierras fiscales, la situación está resuelta: la Justicia le dio la razón a la Provincia y el lugar fue desalojado. Distinta suerte tuvo la familia que está pleiteando por sus tierras en la zona de Los Cuartos. Obtuvo una resolución favorable en el Juzgado de Paz, pero luego en Documentos y Locaciones de Monteros el fallo benefició a la otra parte. Ahora esperan que Casación se expida al respecto. Parece que, para ellos, los tiempos de la Justicia corren con otro ritmo.

Hay que tener en cuenta un dato: se prorrogó hasta 2025 de la ley nacional 26.160 (sancionada en 2006), que declara la emergencia territorial indígena, interrumpe los desalojos y obliga al Estado a actuar como árbitro en los conflictos que se produzcan (cosa que aún no sucedió). A la luz de lo que ocurre en el sur con los grupos violentos que se autodenominan mapuches, muchos se preguntan si la situación en el norte no podría empeorar.

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Se lo mire por donde se lo mire, lo que pasó en el cerro El Pelao es una catástrofe ecológica y paisajística. La construcción descontrolada de casas (muchas de las cuales están directamente colgadas en precipicios) se explica en el egoísmo, la desidia y la irresponsabilidad de quienes alentaron -y se beneficiaron- con esos emprendimientos. A pesar de que está vigente la ley 9.224, que declara la “emergencia ambiental, ecológica y zona de protección arqueológica al denominado Cerro El Pelao”, las construcciones siguen. De hecho, hace menos de dos meses se denunciaron nuevas obras (y, en estos días, una ola de robos, pero ese es otro tema). Claramente, la ley no basta. El cambio debe ser más profundo. Una opción es que se modifique la jurisdicción sobre el cerro, que hoy corresponde a El Mollar ¿La Municipalidad de Tafí del Valle podrá resolver el problema? Es una incógnita.

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Hace algunos años, en la zona de La Quebradita, un veraneante decidió extraer de un espacio verde una gigantesca piedra que contenía nueve morteros antiquísimos para ponerla de adorno en el jardín de su casa. Cuando otros vecinos advirtieron la situación, se indignaron. LA GACETA se hizo eco del hecho y no le quedó más opción que devolverla a su sitio. En aquel momento se prometió señalizar y mejorar el lugar, cosa que aún no ocurrió. ¿Cuántas otras piezas de incalculable valor cultural estarán desperdigadas por el valle a merced de dañinos, vivos e ignorantes? En este sentido, es una muy buena noticia la revalorización del museo de La Banda. Es quizás uno de los espacios culturales más importantes de la provincia y su refacción era impostergable.

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Esta temporada (seguramente se la recordará por la explosión de casos de la variante Ómicron), la villa sorprendió con sus complejos de semáforos que pusieron orden en zonas que veranos atrás eran caóticas. Hubo un gran despliegue policial y hasta se vieron con frecuencia operativos para sacar los animales sueltos de la ruta 307 (aunque parece que nunca serán suficientes). A eso se suman propuestas turísticas atractivas que van desde cervecerías camino al Infiernillo hasta tiendas de diseño. Todos son puntos a favor para las gestiones privadas, la municipal y la del Ente de Turismo. Lamentablemente hay situaciones que siguen generando enojo: la violencia y el descontrol que causan grupos de jóvenes y adolescentes durante los fines de semana (esta vez, con tiroteos incluidos), los problemas en la gestión de los residuos y los boliches que torturan a los que tienen la mala fortuna de vivir o (intentar) descansar cerca.

Tafí del Valle tiene todo: paisajes abrumadores, historia y cultura. Sólo falta que se salden las deudas pendientes.

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