El caso Berardi: “Elenita”, la gran colaboradora

El caso Berardi: “Elenita”, la gran colaboradora

Demetria Elena Sarmiento compartía muchas horas con Jorge Saade en el Casino.

PROTAGONISTA. ’Demetria Elena Sarmiento habría entregado al empresario Rafael Berardi.

Despeñaderos es una pequeña localidad ubicada a 50 kilómetros de Córdoba capital. Actualmente tiene 7.000 habitantes y es un paraíso para aquellos que buscan paz y tranquilidad en medio de enormes campos donde se desarrollan diferentes actividades agrícolas. En marzo de 1987 intentaba despegar del ostracismo y dejar de ser únicamente el refugio de los grandes productores de esa provincia. Y lo consiguió, pero de la peor manera. Allí cayó la banda que cometió en menos de ocho meses cuatro secuestros extorsivos y uno de ellos terminó con el crimen de Rafael Berardi, en febrero de 1987 en San Miguel de Tucumán.

Y todo comenzó con otro hecho. El 18 de marzo de ese año, Victorio Enrique Curi fue secuestrado en Santiago del Estero. El hecho se produjo cuando en nuestra provincia aún se encontraban los investigadores de la Brigada Antisecuestro de la Policía Federal con el caso del empresario tucumano. Analizaron ambos secuestros y encontraron varias similitudes: ambos fueron tomados cautivos amparados por la oscuridad de la noche cuando se preparaban a estacionar sus vehículos; entre dos y tres hombres fueron los autores; la víctimas fueron trasladadas en sus autos particulares que luego fueron abandonados; y el monto del rescate fue el mismo: U$S 2 millones. Por eso decidieron poner atención y ampliar su trabajo.

Los expertos, que trabajaban bajo las órdenes del comisario José Alcides Bresso, consiguieron una pista. Una llamada telefónica realizada desde Córdoba a los familiares de Curi y por ese motivo apuntaron todos los radares a esa provincia. “Teníamos indicios muy fuertes de que esas personas habían secuestrado a Berardi y al empresario santiagueño. Pero al intercambiar información con los cordobeses, descubrimos que podrían haber estado vinculados en al menos otros dos secuestros cometidos en esa provincia”, explicó el camarista federal Ricardo Sanjuán, que en esos momentos estaba al frente de la investigación como juez de Instrucción después de que el juez Jorge Parache había tenido el expediente en su poder durante la feria.

El 30 de marzo de 1987, una comisión policial se presentó en una casa de esa localidad. Habían llegado hasta allí luego de hacer seguimiento a las personas que cobraron el rescate para liberar a Curi, con fondos que habían sido extraídos de las arcas públicas santiagueñas. “Lo mismo pretendimos hacer con el caso Berardi, pero no pudimos concretarlo por el problema que se presentó a la hora de abonar el dinero que habían exigido”, añadió Sanjuán. Al llegar, se produjo un intenso tiroteo, donde murió Roque Di Paoli, el supuesto cabecilla de la banda. También detuvieron a otro hombre y lograron fugarse dos. Jorge Munir “El Turco” Saade, uno de los prófugos y el otro cerebro del grupo, se entregó en un regimiento militar. Lo hizo en calidad de desertor de la fuerza y, probablemente, para que no lo mataran. A partir de ahí, se terminaría de esclarecer el caso del secuestro de Berardi.

Los reyes de la noche

Di Paoli y Saade, después de haber cobrado los rescates de los dos empresarios cordobeses, decidieron huir de La Docta hasta que se calmaran las cosas. Eligieron Tucumán. En el mundo del hampa se comentó que fueron dos las posibles razones por la que terminaron en esta provincia. Una era porque “El Turco”, como miembro de un grupo de tareas que tuvo una activa participación en el Operativo Independencia, tenía conocidos que le podían dar refugio. La otra fue que ya habían elegido a Curi como víctima de su próximo secuestro y estaban en plenos preparativos para dar el golpe.

Lo único cierto es que ambos acusados, mientras estuvieron en estas tierras, pasaban todas o casi todas las noches en el Casino, jugando importantes sumas de dinero y consumiendo grandes cantidades del alcohol más caro. “Ellos dijeron que eran empresarios cordobeses que estaban buscando oportunidades para hacer inversiones, ya que en Buenos Aires no encontraban nada”, dijo Julio, un ex mozo que prestó servicios en el lugar. “Después, cuando fueron detenidos, todos comenzaron a negarlos porque tenían miedo de quedar involucrados porque los federales andaban haciendo desastres en la zona”, añadió.

Y algo así sucedió. Los federales sumaron testimonios para involucrar en el caso a Demetria Elena Sarmiento, mujer de la noche conocida como “Elenita”. Según varias personas, ella compartía muchas horas con Saade en el Casino. Algunas versiones que recogió LA GACETA en las últimas semanas es que hasta podría haber mantenido una relación con Saade, pero eso no llegó a probarse ni figura en los expedientes. También se estima que ella podría haberles avisado a las cabezas del grupo la información para que secuestraran a Berardi, el hombre con el que habría tenido al menos una amistad y a la que supuestamente la habría denunciado penalmente por el problema con un cheque que le cambió. “Esa fue la teoría que manejábamos. Ella sabía de los bienes que tenía la víctima”, explicó Sanjuán. El cuarto acusado fue detenido en Santiago del Estero. Giorgio López fue arrestado por haber hecho los contactos con los dueños del campo donde mantuvieron oculto a Curi y por haber tenido una activa participación en el secuestro del empresario tucumano.

La teoría

En la historia del crimen de nuestro país muchas causas se abrieron por la declaración de una mujer. Por ejemplo, Alicia Di Tullio, al descubrir que su esposo Rubén Alberto de La Torre estaba por fugarse con su amante, contó todos los detalles sobre el conocido “Robo del siglo”, el histórico ataque que sufrió la sucursal de Acasusso del Banco Río el 13 de enero de 2006. Con sus aportes cayeron todos los miembros de la banda. La investigación en contra del ex vicepresidente Amado Boudou por la compra irregular de Ciccone Calcográfica terminó en condena gracias a los aportes que hicieron su ex mujer, Agustina Seguín, y Laura Muñoz, la ex del empresario mendocino Alejandro Vandenbroele, considerado como testaferro del ex funcionario.

“Elenita”, en un primer momento, se mostró reacia a colaborar. Hasta realizó una extensa huelga de hambre para demostrar su inocencia. Pero después de observar las pruebas que había en su contra, decidió hablar. Ella contó que Di Paoli y Saade llegaron a Tucumán en enero de 1987 y, después de ganarse su confianza, le pidieron que les facilitara el nombre de una persona rica para secuestrar. Aunque no lo reconoció, ella habría sido la que entregó a Berardi. En poco más de 20 días, los cerebros del grupo hicieron tareas de inteligencia para conocer a fondo los movimientos del empresario.

El 6 de febrero, esperaron que ingresara a la cochera del edificio de Muñecas y Corrientes para reducirlo. En su vehículo lo llevaron hasta barrio Sur, donde abandonaron el Toyota Célica y, a bordo de un Renault 12 break celeste -lo aportó López- terminaron trasladándolo hasta una casa de barrio San Alberto, también al sur de la capital. En esa vivienda vivía “Elenita” junto a su hija de cuatro años. En el fondo del lugar había una pequeña pieza sin baño. Allí mantuvieron encadenado a Berardi durante 13 días. La detenida, además de asegurar que hizo todo esto bajo amenazas por parte de los líderes del grupo, señaló que ella era la encargada de darle de comer y que lo dejaron totalmente desnudo por las elevadas temperaturas que se registraban en esos días. “Mi abuelo me contó que ahí había tenido secuestrado a un señor que luego mataron. También me contaron porque varios días después vinieron un montón de personas a analizarla. No la conocí, dicen que después de que fuera detenida no volvió más”, contó Ernestina Martínez.

Sanjuán confió que los secuestradores no tuvieron un buen trato con Berardi porque se demoraba el pago del rescate. “En realidad, la víctima había hablado con esposa sobre cómo debía actuar en caso de que llegara a ser secuestrado. Él expresamente les había pedido que no pagaran ni una moneda de rescate”, explicó el ahora camarista. Sus dichos coincidieron con las declaraciones de los imputados que aparecen en la causa. Por ejemplo, Saade reconoció cuando declaró en Córdoba por uno de los hechos por los que fue imputado cómo era su relación con el empresario: “me tenía podrido el viejo porque no colaboraba en nada. Era reticente para escribir las cartas y no aflojaba la plata”.

El final

Los investigadores pudieron reconstruir el trágico final de la vida de Berardi. El jueves 19 de febrero de 1987, Saade dio por cerrado el asunto al haber fallado un nuevo intento de cobrar el rescate que ya se había rebajado a poco más del 10% de los U$S 2 millones que había solicitado en un primer momento. “El Turco” posiblemente sospechaba que los federales estaban tras sus pasos o quizás recibió información del algún ex camarada. Lo cierto es que se presentaron en la casa de “Elenita” y, después de aplicarle una golpiza, fue llevado hasta Bella Vista donde fue ultimado de un disparo en la nuca.

La hipótesis del caso estaba prácticamente cerrada. Sólo bastaba definir quién había sido el autor del crimen. Afortunadamente no hubo problemas para hacerlo. Saade, en una estrategia tan burda como vieja, cuando declaró en tierras cordobesas, dijo que había sido Di Paoli, el integrante de la banda que había perdido la vida al tirotearse con la policía en la localidad de Despeñadero. Y su versión parecía creíble por una sola razón: el arma utilizada para acabar con la vida del empresario era la que usó el fallecido en el enfrentamiento contra el otro imputado.

Sin embargo, fue López, el otro imputado, el que contó todo cuando se realizó la reconstrucción del hecho el 24 de abril de 1987. “Con precisión, el sospechoso dijo que el empresario se encontraba acostado ‘antarca’, en el asiento trasero. Parado a un costado del Renault 12 break, al lado de la puerta delantera derecha, el imputado señaló a los efectivos actuantes en la reconstrucción cómo fue que Saade -quien conducía el vehículo- bajó, abrió la puerta trasera izquierda y saco a Berardi tomándolo de un brazo para llevarlo hasta las malezas mientras esgrimía en sus manos la pistola 9 milímetros con la cual ejecutarían a Berardi”, cronicó nuestro diario.

Según las declaraciones de López, escuchó que Saade le mintió a Berardi: “quedate aquí, en media hora volvemos a buscarte”, mientras obligaba a la víctima arrodillarse y llevaba la pistola en dirección a la nuca. El sospechoso dijo que Saade le gritó: “acelerá el auto” y cuando comenzó a hacerlo disparó”. Señaló también que “El Turco” volvió corriendo al auto para emprender la huida y fue entonces, según expresó el testigo, cuando discutió con él por la determinación tomada, él le respondió: “lo maté porque no pagó. Además, vos no sabés nada”, le habría dicho. Así comenzaron a conocerse detalles de un grupo que hizo del secuestro extorsivo su forma de vida.

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