

Realmente, ¿están unidos? En este tiempo, donde el rasgo político central pasa, precisamente, por no dejar pasar una, las desavenencias internas se potencian; en ambas orillas. El Frente de Todos y Juntos por el Cambio son como esos primos hermanos que por cuestiones genéticas repiten conductas, estando en el oficialismo o siendo oposición. Cuando se quiere mostrar y resaltar un aspecto, no falta el que desequilibra la estantería, por acción u omisión, y sacude los intentos de imponer relatos o visiones.
En “Juntos”, CREO dio un sacudón al cuestionar a sus socios políticos y electorales y al relativizar la intención de la coalición al sugerir que sólo fueron a los valles a sacarse una foto de ocasión “para las redes”, y para exponer una fortaleza que no es tal. Creo que es un mensaje para posicionarse frente a los descontentos; ironizó uno integrante del espacio. En esta línea de no dejar pasar una -en este caso para diferenciarse-, el novel partido alimenta una grieta interna, puntualmente con un referente de la oposición: el intendente capitalino.
En su postura frente al encuentro, la organización ratifica su pertenencia a Juntos por el Cambio al sostener que es el instrumento de transformación de la provincia, pero así también deja expresamente en claro quién es el adversario en el grupo cuando rechaza las candidaturas testimoniales como forma de hacer política. Sienta posición temprana; cumplirán el papel de los díscolos. Con muy poco recorrido ya tiene una banca en la Cámara de Diputados; una carta poderosa para jugar.
No debe extrañar el ataque a Alfaro. Es una manera de ratificar implícitamente la sociedad interna con Mariano Campero y con Roberto Sánchez, con quienes jugaron en las primarias abiertas en contra del alfarismo. Y de José Cano y de Silvia Elías de Pérez. El esfuerzo por establecer normas de convivencia interna y ser cautelosos con lo que se dice -revelación del exceso de desconfianza puertas adentro por múltiples intereses contrapuestos- no parece que vaya a ser acatado. De entrada, Sebastián Murga y Paula Omodeo resolvieron no viajar a Tafí del Valle para sumarse a una imagen de armonía familiar. El cuadro no estuvo completo. La pregunta que ya se hacen varios en Juntos es qué criterio seguirán cuando haya una nueva cita de la amplia mesa de conducción: ¿cómo definirán si no es otra foto para las redes? Han tensado la cuerda, pero no han roto; ni lo harán, pero han adelantado con quién no estarían en la futura disputa por las candidaturas para el 2023.
El “enemigo” se dio por aludido y salió a contraatacar de inmediato. El alfarismo, a los pocos minutos, aplicando el criterio en boga de que no hay que dejar pasar una, los acusó de ser funcionales al oficialismo, muy puntualmente a Manzur, al apoyar una reforma constitucional. Si me pegas, te pego. Expone quiénes son los rivales internos y que si hay que dar pelea política, no se van a guardar nada.
Ambos sectores blanquearon sus diferencias a partir de señalarse pecados, uno indirectamente y el otro directamente. Detrás deberían aparecer los futuros alineados, o bien terceras posiciones que -por más que suene raro- deberían sobrevenir del proceso interno de normalización partidaria del radicalismo provincial. Casualmente, el viernes, en los valles, fue Cano quien habría frenado un posible debate sobre los desencuentros verbales al plantear la necesidad de consolidar Juntos por el Cambio. Un gesto destinado a postergar las nominaciones, pero que no impedirá que los socios se muestren los dientes y las uñas desde ya.
En ese espacio hay dirigentes de fuerte personalidad y con miradas diferentes, por lo que la unión de voluntades detrás de un proyecto común estará signado por las dificultades. Por cierto, la mesa chica de Juntos aún tiene que conformarse, sino la horizontalidad democrática de la que hace gala la oposición seguirá mostrando demasiados integrantes. Además, debe elegirse el criterio para seleccionar quiénes se sentarán en esa mesa reducida que delineará la estrategia política del frente.
Aquí se abren varias puertas, unas más conflictivas que otra, porque dependiendo de cuál sea el sistema que se adopte seguramente habrá disconformes: si se integra el referente de cada partido -aún la UCR no se ha normalizado y corren rumores de nuevos cambios en la intervención del distrito-, si se considera la representación parlamentaria, nacional y provincial, o bien si -para salvar cualquier contratiempo- se elige una mesa bien a lo peronista, con una treintena de cargos y responsabilidades de todo tipo para que nadie se disguste.
Para la alianza opositora la oportunidad de acceder al poder el año que viene se puede palpar, está a tan solo 20.000 votos, si es que hay que llevarse por los números de los comicios del año pasado, pero son demasiadas las organizaciones que la integran, muchos dirigentes con ambiciones y proyectos personales; por lo que Juntos por el Cambio hoy es más una estructura armada con piezas de cristal, uno que se enoje y se vaya, la rompe. Y en el oficialismo hay carretillas con piedras para derribar o fracturar al frente opositor, desde afuera o desde adentro, según temen varios.
Después del encuentro en los valles, y más allá de los chispazos entre CREO y el PJS, los mensajes por las redes fueron amigables. Campero, que alteró al espacio al sostener que la candidatura a gobernador de Roberto Sánchez es innegociable -alteró a los alfaristas revelando un hilo conductor allí-, manifestó por Twitter que se reunieron para trabajar en ideas y proyectos que devuelvan la esperanza de un futuro mejor a todos los tucumanos. Cano se mostró equidistante: estuve junto a @RSanchezOK y @alfarogerman y toda la mesa provincial, trabajando para consolidar JxC en la provincia. Alfaro hizo lo propio: nos reunimos junto a la mesa provincial de #JxC. Elaboramos el plan de acción política para este 2022 y analizamos la coyuntura actual.
En el Gobierno peronista también han dado señales de que no dejarán pasar una. Por lo menos Jaldo, que aprovechó un desliz del segundo de Gabriel Yedlin -Francisco Navarro- para desplazarlo del cargo. Tenía la excusa, pero se interpretó que la movida fue un llamado de atención para el ministro, o para aquellos que se creen intocables; según se comentó en los pasillos del palacio gubernamental. Lo del tranqueño fue un aviso para todos, en especial para los manzuristas: el que se equivoque se va.
La jugada desempolvó la vieja inquietud de los oficialistas: si regresó el recelo y la tensión entre el gobernador y el vice. ¿Y por qué? La rápida designación de otro hombre del equipo del ministro de Desarrollo Social -Julio Cerviño- apunta a calmar los ánimos en el frente interno. Este fin de semana, Manzur pasó fugazmente por la provincia, como lo viene haciendo en los últimos tiempos; y en silencio. No hubo una foto con el vicegobernador, pero seguramente algún llamado telefónico entre ellos y quien dice, hasta tal vez hayan acordado el nombramiento en Desarrollo Social para poner fin a la historia y pasar rápidamente a otra cosa.
Justamente, el jefe de Gabinete también hizo gala de aquello de que no hay que dejar pasar las oportunidades políticas para posicionarse: rápido de reflejos -o mandado-, mientras su amigo Alberto elogiaba a Putin y cuestionaba al FMI y a los Estados Unidos, él fue a visitar al embajador de EEUU en la Argentina, Marc Stanley. También usó las redes sociales para promocionar el encuentro: un placer reunirme con @USAmbassadorARG para dialogar sobre el fortalecimiento de los vínculos bilaterales. Tenemos grandes expectativas por seguir articulando y profundizando proyectos en áreas de interés común para el beneficio de nuestros pueblos. Si uno cierra puertas, el otro las abre. Debía ser Manzur, Cristina no iba a llegarse por la embajada norteamericana. El tucumano no dejó pasar la ocasión. Los extremos del peronismo haciendo de las suyas.