Cómo podemos ayudar a los chicos a vencer el miedo a las vacunas

Cómo podemos ayudar a los chicos a vencer el miedo a las vacunas

Desde 1796, cuando se desarrolló la primera, salvaron millones de vidas, pero el temor al pinchazo persiste. “Las emociones son muy contagiosas”. Dar la teta.

CURIOSIDAD, Y NO MIEDO. Con explicaciones, ejemplo y contención los adultos podemos lograr en los chicos una actitud positiva hacia la vacuna.  CURIOSIDAD, Y NO MIEDO. Con explicaciones, ejemplo y contención los adultos podemos lograr en los chicos una actitud positiva hacia la vacuna.

Las cifras preocupan: el viernes Julieta Vilar, jefa de Servicio de Emergencia del Hospital de Niños, informó LA GACETA que el 94 % de los chicos que ingresan al hospital llegan por la guardia; y de ellos, casi la mitad dan positivo para Covid.

“Esto coincide con la situación epidemiológica de la provincia”, añadió, y destacó la importancia de la vacunación de los niños. La nota del viernes daba otro dato clave: en el área de internación hay mayoría de pacientes no vacunados y otros con una dosis; sólo una minoría tiene las dos. Como con los adultos, estos tienen síntomas muy leves y evolucionan mejor.

Las vacunas salvan vidas y 225 años de historia lo confirman. Los chicos -y los adultos- necesitan sus vacunas (y no sólo contra la covid-19), tanto por ellos mismos como para cuidar a otras personas. Pero todos sabemos que las vacunas en general suelen ser “el cuco” para los chicos. Ya lo tenía claro María Elena Walsh, y en 1963 escribió su famosa “Canción de la vacuna”, que, de la mano del doctor, el cuatrimotor y el Brujito de Gulubú, acompañó las infancias de tres generaciones.

Hoy nos tocan las vacunas en una situación inédita: “al miedo habitual se suma la experiencia de la covid-19, que acrecentó la sensación de ‘peligro’”, advierte Analía Lacquaniti, psicóloga especialista en clínica con niños.

¿Como hacer, entonces, para ayudar a los chicos a vencer el miedo a las vacunas en general, y las relacionadas con SARS-Cov- 2 en particular?

El peso de las emociones

“Las emociones son mecanismo inherentes a los seres humanos, y constituyen mecanismos muy importantes en el proceso evolutivo de los sujetos -añade Lacquaniti-. Y las emociones son necesarias, pues cumplen funciones: la adaptación al medio, las motivaciones para actuar, regular las relaciones con los demás...”. “El miedo (como la alegría, la ira, la tristeza, la confianza) es una emoción, y su función es la defensa -agrega-. El problema se produce cuando el miedo no cumple una función protectora, y entonces nos dificulta la adaptación”.

Pues eso es lo que pasa con las vacunas, y no sólo les ocurre a los chicos...

Una enfermera tucumana lo vive a diario desde hace años, y asegura que ese miedo se aprende de los adultos; o, peor, se construye como castigo.

“Lo oímos con frecuencia: ‘si te seguís portando mal, le voy a decir a la enfermera que te ponga una inyección’ -relata Sandra Ibáñez, licenciada en Enfermería a cargo del Vacunatorio de la Familia, de la Dirección de Inmunizaciones del Siprosa-. No se imaginan los padres el daño que les hacen a sus hijos con eso”. “Los padres aprendieron a tener miedo, y lo transmiten a los niños”, agrega.

“La actitud de los adultos es clave -advierte la pediatra Marcela Djivelekian-, porque ellos son los que transmiten (o no) seguridad y tranquilidad”.

“Los chicos son muy sensibles a la subjetividad y a la sugestión. Los adultos, cuando tienen miedo, pueden intentar sofocarlo; pero el temor se refleja en la voz, en los gestos, en la corporalidad en general”, añade Lacquaniti, y explica: “los chicos lo decodifican; y si perciben temor, lo más probable es que lo sientan, pues las emociones son muy ‘contagiosas’”.

Y si los adultos les temen a las agujas por ellos mismos, cuando el brazo que se extiende no es el suyo, sino el de un niño a su cargo, a veces hasta dan pena.

“Que los adultos no les transmitan el miedo es fundamental. Y entonces quizás sus hijos ya puedan criar una nueva generación de niños que se ‘hagan amigos’ de las vacunas”, se permite soñar Ibáñez.

Qué podemos hacer

Por de pronto, empezar a mirarnos a nosotros mismos. “Ante la situación de temor es importante que los papás revisen su propia posición -dice Lacquaniti-. En este contexto de pandemia, que nos ha puesto masivamente ante la experiencia concreta de la muerte, la incertidumbre es muy grande, y el miedo de todos se acrecentó”.

Por otro lado, hay explicaciones que son básicas y que ayudarán a los chicos a controlar un poco sus emociones. “Cuando tengo que indicar una vacuna, a mis pacientes se lo digo con claridad y les explico qué va a pasar, y por qué son importantes; que ellos entiendan que ese pinchazo no sólo los cuida a ellos sino también a los seres que más aman, como sus abuelos, o amiguitos con enfermedades de base, los ayuda mucho”, destaca Djivelekian, y añade: “también los ayuda el hecho de entender , en este contexto de pandemia, que con las vacuas se van abriendo puerta a la normalidad; a recuperar lo que se frustró por la covid-19: volver al colegio con tranquilidad, recuperar fiestas de cumpleaños...”.

Desaconseja rotundamente, en cambio, la “extorsión”. “Tratar de convencer a un niño de que haga algo ‘a cambio de’, nunca es saludable; ni con las vacunas, ni con la alimentación, ni con la conducta”, señala, y agrega que tampoco es bueno hacerlo “a la fuerza”: “ni cuando hay berrinche, ni cuando hay angustia; hay que prepararlos para que en ese momento, contenidos por los adultos, puedan enfrentar lo que los asusta”.

Y quizás, cuando descubran que no es tan terrible, la próxima vez puedan reaccionar como Ramiro Mazzuco (5 años), que fue testigo de la covid-19 de su tía y de su abuela. “‘¿Mamá, ¿y cuándo me toca a mí la vacuna?’, me pregunta ansioso todos los días”, cuenta Mercedes Abregú.

Por otro lado, explica Djivelekian-, no todo depende del chico: “quien pone la vacuna es el otro gran pilar. Si esa persona tiene buena técnica, se causa menos dolor y los potenciales efectos del pinchazo (inflamación, edema) se minimizan”, advierte.

Tetanalgesia

“Si el niño todavía es amamantado, la teta es la mejor aliada en los momentos de angustia como la vacunación”, resalta también la pediatra y cuenta que la OMS confirmó en 2020 (pruebas científicas de la mano) algo que madres y médicos venían afirmando desde hacía tiempo. Y a lo que muchos vacunadores -lamentablemente- aún se resisten, agrega.

“La tetanalgesia se recomida en realidad para todo procedimiento médico invasivo, porque al mamar el niño libera ciertas endorfinas, parecidas a la morfina, que amortiguan el dolor”, explica. “Pero además la teta siempre tranquiliza, no sólo al bebé; también a la mamá (y eso ayuda a su hijo). Y con ambos tranquilos, la persona que coloca la vacuna también lo estará, y su técnica seguramente será mejor”.

Esto es ganancia para todos, ¿verdad? Y siendo así, con más vacunas aplicadas (contra covid-19 y contra todas las otra enfermedades prevenibles con esta técnica) para la comunidad en su conjunto...

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