NOVELA
LA JAULA DE LOS ONAS
CARLOS GAMERRO
(Alfaguara - Buenos Aires)
La historia registra que en el año 1889, un grupo de nativos de Tierra del Fuego fueron conducidos a París para ser exhibidos en una jaula en la inauguración de la Torre Eiffel, hecho que motiva una historia desde diferentes perspectivas y modos escriturales. La novela se amplía en círculos concéntricos para finalizar en el punto geográfico original, la tribu de los onas en Tierra del Fuego. Gamerro nos introduce en el universo de ambiciones descarnadas y frivolidades propias de los poseedores de estancias, contrastes que nos conducen a evocar la dicotomía civilización y barbarie señalada por Sarmiento.
Los nativos huyen de la jaula y son recuperados, menos el joven ona, Kalapakte, quien conoce a un obrero de la torre, el alemán anarquista Karl. Convive con trabajadores y aprende el idioma, es decir que comparte y se comunica, hecho que limita las ideas de los estudiosos de razas humanas. La novela incluye un sainete que nos permite indagar el conglomerado de inmigrantes en un conventillo de Buenos Aires. Allí, enfrentamiento y traición determinan que los personajes Kalapakte y Karl sean detenidos y llevados a prisión al sur del país. La novela resulta una aguda reflexión, un planteo humano y social sobre el trágico destino de los onas que ya fueron sentenciados por el mundo civilizado. La narración manifiesta una gran unidad que se metaforiza en espacios y elementos distintivos como torre/ jaula, Hemisferio norte//Hemisferio Sur, Capital/interior, Ciudad luz/vida en la cárcel.
Después de décadas, la historia se cierra con los cantos grabados que conservó una investigadora de Rosa de París, integrante también de onas en la jaula. Una novela atrapante, inmensa en su capacidad de decir e imaginar; tanto en su trama como en la multiplicidad de elementos estéticos y literarios con los que se relata una historia entre el documento y la ficción. Como señala Ricardo Piglia, el narrador es un viajero y a veces, como en el caso de Gamerro, también un investigador.
ANA MARÍA MOPTY
© LA GACETA