¡Qué gracioso! Los finales nos hacen mejores. Por eso 2021 hasta parece lindo. Y, comparado con 2020, más aún. Diciembre, en tanto, es como un mes ausente. Se escurre. Pasa muy rápido, pero se detiene y se condensa porque consigue que pensemos en el otro, aunque sea para mandarle un mensajecito. Pero diciembre dura poco porque es simplemente un trampolín para imaginar el futuro, para hacer proyectos, para tener deseos y eso ya es mucho.
Le pregunto al editor del anuario qué significa deseo y me contesta lo de siempre: “buscá en el diccionario”. Recurro a la etimología y el libro me contesta que el deseo viene de la palabra latina desiderare. Eso significa “echar de menos”, “echar en falta”, “anhelar”. Releo la minuta que ordena los temas de esta producción y confirmo que me toca escribir sobre los deseos para 2022.
Comprendo que la página se irá llenando de cuestiones que nos faltan. Por lo tanto, el primer deseo seguramente serán vacaciones para todos. El encierro; el barbijo que se saca y que se pone; las vacunas que jamás alcanzan; las variantes de la covid-19 que siempre mutan y nunca se detienen y generan tanta exasperación que sin dudas lo que más anhelamos es descansar.
Pero no me resigno a la simpleza de lo lógico, entonces empiezo a llamar a diferentes referentes de ámbitos diversos. “Le pido tres deseos para 2022”, dicen mis whatsapp o escuchan mis interlocutores. La primera sorpresa es que no hay grieta. Los unos y los otros piensan y sueñan prácticamente lo mismo.
Copio los mensajes enviados, los pego en una página de Word en blanco y se convierten en deseos anónimos, pero colectivos. Los mezclo y solos se van ordenando como para hacer un listado de deseos para 2022.
1 Que se curen rápido los callos de las palmas de las manos. Así podremos volver a aplaudir -aunque sea a una hora determinada- a los trabajadores de la salud que hace dos años trabajan sin parar en medio de la muerte y de un virus invisible cada vez menos poderoso, pero incansable.
2 Que de una vez por toda el coronavirus se rinda. Pero que mientras tanto los amigos no se burlen de los que usan barbijos y extreman sus precauciones. Y que las explicaciones primen antes que las acusaciones. Estamos hartos de que nos hagan sentir culpables porque queremos -¿necesitamos?- reunirnos con los seres queridos.
3 Que las olas se queden en el mar y alegren las vacaciones porque estamos hartos de surfearlas para no enfermarnos o morir.
4 Que cuando lleguemos a la esquina tengamos el coraje de dejar pasar el peatón y que el maleducado de atrás no nos toque bocina, para que el simple respeto no se convierta en agravio.
5 Que no volvamos a embarcarnos en la dicotomía Economía o Salud. Tal vez estudiando un poco de gramática podamos cambiar la “o” por la “y”.
6 Que el alcohol deje de ser el principal empleador de traumatólogos, funebreros, médicos de emergencia, paramédicos y choferes de ambulancias. Y que el lugar donde se están realizando los controles de alcoholemia no sea el mensaje preferido de whatsapp.
7 Que los libros de quejas escuchen las quejas. Que este verano los transistores de los mosquitos se queden sin pilas y nosotros sin dengue. Que las lluvias no se ensañen con las poblaciones de siempre.
8 Que los políticos repasen matemáticas para que no repitan las mismas ecuaciones. Que comprendan que sumar es restar inflación, es menos pobreza y menos desocupación.
9 Que la adolescencia abandone a la política para que pueda salir del presente continuo en el que vive y pueda imaginar el futuro donde no sólo caben ellos, sino también las generaciones venideras. Que el diálogo que pidieron los ciudadanos al no darle mayoría a ninguno sea el norte de sus gestiones. Que tomen conciencia de que la raíz de los problemas está en el personalismo y en sus exagerados protagonismos.
10 Que no haya un grupo nuevo de whatsapp y que tomemos conciencia de que debemos agarrar el celular y no que el celular nos tenga agarrados.
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Los deseos son miles y las cosas que nos faltan también se cuentan en grandes cifras. Siempre los decálogos ayudan a ordenar simplemente. En el debe siempre quedará la educación que cada vez es más maleducada y el trabajo que ya trabaja de otra cosa. Y por supuesto el Mundial que asomará a fin de año cuando estemos, de nuevo, haciendo un balance y, tal vez, con nuevos deseos.