Las Fiestas de fin de año suelen estar entre los momentos más esperados. Nos gusta celebrar, reunirnos y pasarla bien. Pero también la Navidad y el Año Nuevo tienen su lado B: pueden ser detonantes de conflictos familiares y momentos de mucho estrés, además de ser un espacio donde nos permitimos demasiados excesos y después el cuerpo nos saca factura.
Hay que preparar comidas, hacer compras y presentar balances y proyectos. Es una época del año complicada. Especialmente si tenemos en cuenta que, al igual que en 2020, esta vez las fiestas vuelven a estar atravesadas por la pandemia de covid-19, así que probablemente estemos sintiendo un estrés adicional, tristeza o ansiedad
Los psicólogos consultados coinciden en un punto: las reuniones de fin de año tienen el potencial de convertirse un desastre. Las razones son muchas: a menudo llegamos demasiado cansados. Y las emociones nos pueden jugar en contra. La buena noticia: sí es posible manejar la ansiedad y evitar los malos momentos.
Los cambios
“Las fiestas de fin de año siguen estando dentro de los momentos más valorados y esperados del año para la mayoría de las personas. Pero justamente, al estar al final del año, llegan junto con el estrés, el cansancio y las emociones de las distintas experiencias que fuimos atravesando mientras lo transitábamos al año. Por todo esto, suele haber una carga emocional acumulada y no siempre adecuadamente procesada, que puede llegar a liberarse en cualquier situación de confrontación, incluso en una aparentemente trivial”, explica el psicólogo Arturo Gómez López.
El profesional sostiene que desde hace bastante tiempo es costumbre de las familias tratar de convocar la mayor cantidad de parientes posibles para las fiestas de fin de año. “Aun hoy se conservan estos criterios, pero en general los festejos de ahora son menos rígidos y mas desacartonados; por lo tanto, potencialmente más caóticos. Hoy hay más libertad de expresión, y el principio de autoridad está disminuido y bastante devaluado, por lo cual los conflictos suelen expresarse con más frecuencia e intensidad”, evalúa.
¿Qué hacer? ¿Cómo evitar que se desaten conflictos en una celebración tan significativa? Hay temas comunes que favorecen acaloradas discusiones y desencuentros, como por ejemplo crisis, pérdidas, fallecimientos y cuestiones políticas. También las diferencias que existen desde hace tiempo en las familias. Entonces, una buena opción es tratar de evitar esos temas.
Revalozación
Paola Brito, presidenta de la ONG Psicologías Sin Fronteras y docente de la Facultad de Psicología de la UNT, destaca que generalmente en nuestra cultura las fiestas de fin de año son grandes celebraciones, que incluyen mucha comida, regalos y una gran preparación. También tiene un sentido cultural de reencuentro entre parientes.
“Si ya era un festejo importante, se revalorizó mucho más a raíz de la pandemia. Y también hay algunos cambios en cuanto a las costumbres: hay cosas que pasaron a un tercer plano; por ejemplo, hay familias que piensan menos en las grandes comilonas y eligen hacer lo justo y necesario. Hoy se valora más lo espiritual, la salud, el hecho de poder reunirse”, describe.
Sin embargo, como toda actividad humana, puede ser el escenario de conflictos, señala. Ante eso, y teniendo en cuenta todo lo que venimos viviendo desde hace casi dos años, Brito propone que tenemos que pensar bien cómo queremos celebrar estas fiestas tan importantes desde el punto de vista de las emociones: pensar con quién nos queremos reunir, negociar y hacer una tregua con las situaciones que nos generan disgustos y malestares.
“La pandemia nos ha puesto a prueba en un montón de cosas y mucha gente la pasó mal. Hay personas que perdieron familiares o trabajo y que están en una situación económica complicada. Todas esas cuestiones generan tensiones”, explica Brito, antes de dar una serie de consejos para pasarla lo mejor posible en estas fiestas:
- Tratar de tener una convivencia pacífica. Agradecer el año que termina, con todo lo bueno y lo malo que tuvo. Rescatar las nuevas experiencias y aprendizajes que tuvimos.
- Evaluar qué estoy dispuesto a hacer en esta fiestas y negociar. La pandemia nos hizo ver muchas cosas y hay personas que ya no están dispuestas a sacrificarse para estar en un lugar donde no quieren estar. Aceptar y respetar a quienes toman esa decisión.
- Pensar que la vida tiene muchos cambios y hay que poder adaptarse o poder tomar distancia.
- Es frecuente que en esas fechas las emociones estén a flor de piel. Es conveniente bajar las expectativas y no dejarse llevar por las imágenes que circulan en las redes, en donde todas las reuniones parecen fiestas perfectas, llenas de diversión y alegría. Eso puede angustiarnos y hacernos sentir que nuestras vidas están muy lejos de esos ideales.
- No vivir las fiestas de fin de año como un momento obligado de reunión, sino como una ocasión más de encuentro grupal
- No esperar el fin de año para hacer balances de vida.
- Ninguna familia está exenta de conflictos. Pero tenemos estrategias: si hay tensiones no resueltas, la recomendación del distanciamiento social sigue siendo la excusa perfecta para evitar el encuentro.
Si no tenemos más alternativa que pasar Navidad o Año Nuevo con personas con quienes tenemos diferencias podemos planificar de antemano cuánto tiempo estaremos allí, cómo nos dispondremos en la mesa y qué actitudes puedo asumir ante eventuales tensiones.
Otra opción es depositar nuestra atención en cualquier otra cosa que pueda otorgar vivencias placenteras: recordar experiencias positivas, por ejemplo.