Hace 25 años, Alejandra, Leopoldo y Enrique Deza reconvirtieron una casa familiar en un taller artístico donde la danza, la música y lo audiovisual discurrían como en los juegos infantiles. Ese proyecto mutó a la Fundación Bajo Jardín del Tucumán, ya con Alejandra en soledad (sus hermanos buscaron otros rumbos) y asociada con Amelia Acosta, pero con el mismo objetivo de formar bailarines. Ese deseo se consuma con muchos egresados dedicados a la danza y con trabajo en distintas compañías, en concursos ganados, en becas obtenidas para su perfeccionamiento y en visitas de docentes de prestigio internacional, .
El festejo será una suite del ballet “El Cascanueces”, con unos 60 bailarines de entre cuatro y 24 años en escena (entre alumnos y docentes de la institución y los bailarines invitados Salvador Arbeloa, Camila Paoloni, Emiliano Núñez Campero y Alejandra de Amicis), con funciones hoy a las 18 y 21 en el teatro municipal Rosita Ávila (Las Piedras 1,550).
- ¿Qué los motivó a crear Bajo Jardín?
- En mi familia somos cinco hermanos: tres artistas, una contadora y un arquitecto. Nos criamos rodeados de diferentes formas expresivas. Al fallecer mi padre, la casa familiar de avenida Brígido Terán primera cuadra era muy grande para mi madre (ex Presidenta del Mozarteum filial Tucumán) y mi hermano menor. Entonces surgió la idea de adaptarla para abrir un espacio que entonces se llamó Taller Cultural Bajo Jardín y funcionó por poco más de cuatro años con muestras de danza en espacios no convencionales o recitales de Leopoldo, todo registrado en video por Enrique. Y a mediados de 2000, ya sin ellos (Leo se radicó en Buenos Aires y Enrique en Canadá), abrimos la sede de San Juan 297, altos.
- ¿Cuál es su principal logro?
- Haber acertado desde un principio en que el objetivo era formar bailarines dúctiles, capaces de dominar correctamente las técnicas de la danza académica: el clásico y el contemporáneo. Fuimos pioneras en Tucumán, y actualmente es una exigencia en las principales compañías del mundo. Esa formación brinda mayores oportunidades de trabajo a los estudiantes egresados. Otro acierto fue lograr un ambiente de convivencia y trabajo de gran respeto, humanidad, armonía y amor por este arte, sin importar las edades y los niveles en que cada miembro de nuestra comunidad se desempeñe.
- Empezar como un emprendimiento familiar y luego quedar sola, ¿fue un desafío mayúsculo?
- ¡Enorme desafío y hasta miedo se sintió! Eran dos cambios importantes: el lugar de trabajo (nuestra casa debió venderse), la falta de los hermanos y entrar en el microcentro tucumano. Pero Amelia ya era maestra de contemporáneo en Bajo Jardín y además mi cuñada en ese momento (pareja de Leo). Somos muy compañeras y siempre admiré su creatividad y capacidad.
- ¿Por qué eligieron “El Cascanueces” para este festejo?
- Porque es tradicional de los teatros más importantes en esta época del año, es conmovedora por su temática y de fácil comprensión para todo público y todas las edades. Venimos de dos años muy duros y difíciles, así es que pensamos que brindar una obra donde la Navidad, la magia, el amor familiar, los sueños, las ilusiones están presentes, brindarán al público un momento de placer y de abstracción de los avatares propios de esta vida y hasta quizás logramos que generen endorfinas, que sabemos inciden favorablemente en el sistema inmune. Es uno de los pocos ballets del repertorio universal que pueden adaptarse y ser interpretados utilizando las dos técnicas dancísticas que nosotros trabajamos.
- ¿Qué implica la pandemia para la danza?
- Fue tanto o más dura que en otros ámbitos laborales; durante el extenso encierro perdimos el 60% del alumnado, que fue recuperándose a mediados de este año. Implicó mayor trabajo para todas las docentes, aprender a usar nuevas herramientas de transmisión, como Zoom o Google Meet; desarrollar nuevas estrategias de motivación; adecuar contenidos a un espacio reducido por las pantallas; y normalmente trabajar sobre pisos duros, donde saltar y desplazar era imposible o riesgoso. Y especialmente fue muy fuerte tener repensar formas de preservar el vínculo afectivo y la motivación aún a través de las pantallas.
- ¿Cómo proyectás la evolución de la Fundación a futuro?
- Tengo grandes sueños sobre lo que va a venir pero también tengo muy arraigados mis pies en la tierra. En este país planear, ilusionarse, soñar es muy difícil ante tanta incertidumbre. Entonces vamos paso a paso. Por ahora deseamos que este Cascanueces cumpla los objetivos por los que tanto trabajamos, y entonces lo dejaremos como programa de cada fin de año de ahora en más. Descubrimos la enorme motivación que esta obra significó en nuestros estudiantes de todas las edades. Los más pequeñitos, de cuatro y cinco años que hoy bailarán como copitos de nieve, ya preguntan si el año que viene podrán bailar como los soldaditos o en la danza china. Entonces entendimos porqué en las principales Escuelas y Ballets del Mundo, se hace Cascanueces cada año: es utilizado como medio para mantener viva la ilusión, la motivación y con ello la dedicación y perseverancia.