El presente agobia. El 43,8% de los argentinos (poco más de 18 millones de personas) se encontraba bajo la línea de la pobreza hacia octubre último, de acuerdo con el relevamiento realizado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). Según ese diagnóstico académico, el 65% de los chicos (hasta 17 años) permanece bajo la línea de pobreza. La pandemia de la Covid-19 no hizo más que profundizar la crisis argentina.
El asistencialismo ha sido clave para evitar que más familias descendieran en la pirámide socioeconómica. Sin los programas asistenciales del Estado, la pobreza subiría del 43,8% a 48,9%, de acuerdo con el estudio de la UCA. La calidad del empleo disminuyó marcadamente en los trabajadores marginales, los residentes en hogares de nivel socioeconómico bajo y muy bajo, los trabajadores informales, los residentes en hogares en situación de pobreza, los residentes en las áreas urbanas que no son la Ciudad de Buenos, entre los jóvenes y adultos mayores y en las mujeres en comparación con los varones.
El futuro también está embargado. La falta de oportunidades laborales agobia a los jóvenes, un población muy expuesta al desempleo (la tasa suele triplicar al nivel general) y a la informalidad laboral que implica ganar menos dinero del promedio de un salario registrado. Más aún, el 24,1% de los jóvenes argentinos de entre 18 y 24 años de edad no estudia ni trabaja. Así lo revela el más reciente informe del Centro de Estudios de la Educación Argentina de la Universidad de Belgrano, en base a datos publicados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Las organizaciones internacionales están motorizando programas con el fin de reinsertar a la población de niños, adolescentes y jóvenes al sistema educativo, como una manera de generar conocimientos que les permitan volcarse al mercado laboral. El Banco Mundial ha dado a conocer un decálogo de medidas para recuperar y acelerar el aprendizaje en los países que han resultado vulnerables a las caídas de sus economías y a los efectos de la pandemia. Entre otras son: Evaluar las pérdidas de aprendizaje y monitorear los avances, cuando los niños regresen a la escuela y durante la instrucción a distancia; proporcionar clases de nivelación y apoyo socioemocional a los estudiantes; reestructurar el calendario académico para hacer ajustes por los días escolares perdidos; adaptar el plan de estudios para priorizar el aprendizaje fundamental; preparar y apoyar a los maestros para manejar el agotamiento profesional, mejorar las habilidades digitales, e identificar a los estudiantes que necesitan apoyo, entre otras medidas. Estas recomendaciones pueden ser el principio para el despegue de la sociedad, con una mejora en la situación socioeconómica que redunde en un mayor nivel de empleabilidad y de más oportunidades laborales para los jóvenes. El Estado deberá hacer su parte, recreando las condiciones para que, además de la asistencia social focalizada en los sectores más vulnerables, promueva políticas que alienten al sector privado a la generación de más puestos, y con medidas que tiendan a devolverle a la Argentina una imagen de confianza ante los ojos del mundo.