Lo bueno y lo malo de tener uno de los apellidos más comunes

Lo bueno y lo malo de tener uno de los apellidos más comunes

Se acostumbran a las confusiones y les cuesta diferenciarse. Lo bueno: nunca tienen que dar explicaciones sobre parentescos. El ranking elaborado por Renaper.

POPULARES. Más de 3 millones de argentinos llevan un apellido común, de acuerdo con un estudio nacional. POPULARES. Más de 3 millones de argentinos llevan un apellido común, de acuerdo con un estudio nacional.

El objetivo principal de un apellido es identificar a una persona, conectarla con sus antepasados. Están los más comunes y los que son casi imposibles de pronunciar. Hay algunos que dan prestigio. Y otros que se prestan para confusiones y malentendidos, sobre todo aquellos que son compartidos por miles de personas.

¿Cuáles son los más populares? ¿Cuántas personas llevan el mismo apellido en nuestro país? A estos interrogantes responde un ranking del Registro Nacional de las Personas (Renaper), según el cual la historia de la Argentina se podría construir a partir de un puñado de apellidos. El top five lo integran González, Rodríguez, Gómez, Fernández y López.

Según el Renaper, el 6,5% de la población (más de tres millones de argentinos) tiene en común alguno de esos apellidos. Los otros que también se suman a la lista de los más populares son: Díaz, Pérez, Sánchez, Romero, García, Sosa, Benítez, Ramírez y Torres.

¿Ventajas?

Nunca tienen que deletrear sus apellidos. Tampoco dar explicaciones sobre posibles parentescos. “Tener un apellido común no siempre es una desventaja, salvo cuando te confunden”, asegura Jorge González, empleado municipal de 46 años. Cuenta que solo en la misma cuadra de su barrio (Lomas de Tafí) hay tres familias que se identifican de igual forma. “Cuando viene el correo o las cuentas hay que chequear bien para cuál de las casas es”, comenta. “Si llega alguna notificación de deuda, enseguida digo que debe ser alguno de mis vecinos”, bromea.

Juan González, director de Ecología de la Fundación Miguel Lillo, cuenta que a lo largo de su vida se ha acostumbrado a las confusiones: hay más de 600 personas que se llaman igual que él en la provincia, según el padrón electoral. Por eso, casi sin pensarlo, cuando se presenta, dice su segundo nombre, Antonio.

Igualmente en Lules, donde vive, siembre hubo tres Juan Antonio González. En las épocas de comunicaciones por teléfonos fijos, las llamadas a números equivocados eran una constante, cuenta el biólogo. Varias veces también lo confundieron con el poeta tucumano Juan González y en un viaje, cuando llegó al hotel, se dio con que otro pasajero había reservado una habitación con el mismo nombre. “Mi hijo se llama Juan Nahuel, pero lo llamamos por el segundo nombre”, resalta, feliz de haber tomado esa decisión.

Diferenciarse

No siempre es tan positivo tener en el documento uno de los apellidos más comunes cuando lo que te interesa es diferenciarte, sostiene José Díaz, que tiene 39 años y trabaja como inspector de tránsito. Por eso, cuando se presenta siempre dice que se llama José Luis. Para sus amigos y conocidos es Pepe.

En Tucumán, su apellido es el más popular, según explica el abogado, historiador y experto en genealogía, José María Posse. Casi 22.000 son Díaz en la provincia (son tantos que ocuparían tres cuartas partes de la cancha de San Martín). Le siguen los González: son cerca de 19.000.

“En razón de que descendemos mayoritariamente de españoles, los apellidos más populares de los tucumanos son los mismos que abundan en la península: Díaz, Pérez, Fernández, Martínez, López, González o Gómez. En su mayoría no tienen parientes en común”, destaca Posse.

Según explica, el apellido distingue un linaje familiar, desde tiempos inmemoriales. Señala la pertenencia a un grupo ligado por sangre, afectos y parentescos. “Linaje” viene de “línea”, y entre los pueblos latinos, se regía por el apellido del padre que lo transmitía por sus descendientes varones, detalla el historiador.

El criterio de asignación de los apellidos fue de lo más básico y pragmático, y en la mayoría de los países se aplicaron parámetros similares: identificar a las personas por ser “el hijo de”, por su profesión, por el lugar donde vivía o simplemente por un atributo -o defecto- físico o de su personalidad, como Delgado, Alegre, Blanco, por ejemplo. También por las profesiones: Herrero, Molinero, Guerrero, entre otros.

Patronímicos

El recurso más frecuente fue apelar a los patronímicos: son derivados de un nombre propio. “Procedente de España, Díaz tiene un origen patronímico derivado del nombre propio Diego o Diago en castellano antiguo. Es un apellido común en los reinos de Castilla y León y claramente sus miembros no tienen necesariamente antepasados en común”, señala Posse.

Según explica, los apellidos patronímicos nacen como una forma de individualizar a una familia. La terminación “ez”, González hijo de Gonzalo; Ramírez, hijo de Ramiro; Martínez, hijo de Martín. “Ya desde el siglo XI se registran apellidos patronímicos en España. Se diferenciaba a las personas con fines impositivos; era la forma de individualización más eficaz”, cuenta.

En el caso de los ingleses, el hijo (son) de John pasó a llamarse Johnson, y el de Richard, Richardson. Lo mismo ocurrió en Armenia, donde la mayoría de los apellidos termina en ian, que significa “descendiente de”.

Tener un nombre y apellido común no es una desventaja, opina el profesional. En cambio, puede resultar más complejo contar con un apellido histórico, ya que a veces se prejuzga sin conocer a las personas.

¿Qué historia atesora tu apellido?

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Cómo somos? Las grandes preguntas de la vida que se hace todo ser humano pueden responderse a través de diferentes herramientas. Una de ellas es muy sencilla y propia de cada uno: el apellido.  Esta es la historia detrás de los cinco apellidos más populares de la Argentina:

1- González. Es un apellido ibérico que significa “hijo de Gonzalo” y que proviene del germánico Gunther. Si bien hay muchas interpretaciones de su significado, la mayoría lo asocia al nombre gund y hari, lo que significa “hijo del ejército”; siempre fue un nombre asociado con la guerra.

2. Rodríguez. Es un apellido ibérico que tiene su origen en la España del medioevo y significa “hijo de Rodrigo”, que proviene del pueblo visigodo y tiene su origen en la palabra germánica “Roderick”, que significa líder glorioso.

3- Gómez. Es un apellido ibérico que nace del prenombre Gome, Gomo o Guma, que tienen su origen en el alemán Gomohari, un soldado germano que peleó en Roma durante el siglo IV. Por eso, su significado está asociado a “hombre de guerra”.

4- Fernández. Es un apellido ibérico que significa “hijo de Fernando” y se refiere a alguien que “se atreve por la paz”.

5- López. Es un apellido portugués que tiene su origen en el prenombre Lopo, bastante común en la Península Ibérica antes del siglo XVI, por lo que hay muchas familias con este apellido. Lopo viene del latín Lupus, lobo, adjetivo que se da al patriarca de la familia. En documentos antiguos, el apellido aparece a veces como Lopiz.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios