No muchos tucumanos lo saben, pero desde hace más de 30 años, en la avenida San Ramón 165, en el barrio Las Violetas, de El Colmenar, cuando arranca diciembre la vereda comienza a transformarse, y pocos días después bajo un quincho laboriosamente levantado por las vecinas y los niños del barrio, se arma un particular pesebre: todos los elementos (empezando por las figuras humanas de tamaño natural) están construidos con materiales reciclados.
“Es único en la provincia hasta ahora. Todo comenzó con un pesebre que construí con botellas de leche y lo iluminé con velas; no tenía más”, cuenta Violeta Cruz, origen y motor de esta tradición. “Lo hice porque sentí la necesidad de generar un cambio en nuestra comunidad. Año tras año fue creciendo, y lo sigo armando; se fueron sumando muchas mujeres , así que armé un grupo y lo llamé Identidad; nuestro lema es ‘querer es poder’”.
Todo se aprovecha
“Usamos botellas, vasitos de yogur, retazos de tela, puchos de pintura, alambres herrumbrados, palos, cañas… Más de una vez nos tocó entreverar pintura al agua con esmaltes sintéticos o pintura al aceite... ¡hasta o témperas! -describe-. Y para hacer los trajes de las imágenes, le añadimos cola vinílica, que el endurecer permite, por ejemplo, armar las túnicas, o los turbantes”.
“Este año por primera vez estamos amando ovejitas, vamos a ver si llegamos a tiempo. Además, gracias a un cárter de motor todo roto, al trabajo de las mujeres y a unas cortezas de árboles, el Niño Dios tendrá cuna”, cuenta emocionada y orgullosa.
“El Niño será un muñeco bebote que me regalaron. Estaba medio rotito y le faltaban los ojos; pero ya le hicimos unos; ahora le estamos armando la parte de arriba de la cuna”, añade feliz… y apurada: el miércoles, Día de la Inmaculada Concepción, se inaugura todo.
Comunidad fortalecida
Ese todo (que incluye una gran feria) se forjó desde la otra parte de la historia: con el paso de los años y con el pesebre como corazón del barrio, desde la avenida San Ramón 165, barrio las Violetas, las cosas comenzaron a moverse.
“Aquí somos casi todas mujeres, niños y adolescentes; sólo don Cristian ‘se prende’ en esto y se hace cargo de los más pesado -cuenta-. Desde el principio busqué mostrarles que todo se puede volver a usar y nada se tira; y que la creatividad es una gran herramienta”.
“Además, poder enseñarles estas cosas a a los niños significa que ellos no están en la calle; y van descubriendo, junto con sus madres, que pueden llegar a más, que son valiosos como todos los seres humanos”, agrega.
Los cambios
“Empecé, junto con el pesebre, leyéndoles cuentos; gracias él, que nos convocó todo este tiempo, y con muchísima gente que me acompañó durante años, logramos iluminación, pavimento, escrituración de las casas del barrio, entre muchísimas cosas más”, cuenta, mientras comparte foto y más fotos
“Jamás lo reconocieron las autoridades, pero eso no nos molesta, porque el reconocimiento más importante son las sonrisas de los niños y el respeto de los adultos -añade-; y saber que el pesebre y nuestro trabajo trajeron progreso a nuestra comunidad”.
“Por ello amo lo que hago, y estoy feliz de poder armar nuevamente este tradicional pesebre. Y no importa cuánto calor o lluvia o viento haya; siempre, junto con quien me acompañe en ese momento, iluminamos y cuidamos del pesebre durante todo diciembre y hasta a el 6 de enero.
Pero eso no es todo.
Educar y contener
La “sede” del pesebre, allí en la avenida San Ramón 165, barrio las Violetas, de El Colmenar, donde Violeta vivió y sigue viendo, era la casa de su papá, quien -cuenta- fue uno de sus puntales, junto con su marido y sus tres hijos. “Cuando mi padre murió, mi hermana me propuso que armara en el cuarto de él una oficina”, relata.
Desde allí y desde entonces, en esa casa se dictan numerosos talleres gratuitos, para grandes y chicos. Sucede que violeta es bailarina de flamenco, y así como les leía cuentos a los niños, también les enseñaba a bailar.
“Hoy tenemos talleres, para grandes y chicos, de manicura, cotillón, pintura, tejido, muñequería y confección de almohadones; además de danzas folclóricas, árabes y españolas, y gimnasia localizada”, cuenta orgullosa (de nuevo).
De estos talleres nacieron artesanas y reposteras que el Día de la Virgen, cuando se enciendan las luces del pesebre por primera vez en este Adviento, armarán la feria alrededor del Nacimiento.
“Es que la idea es que los talleres les dejen herramientas para ganarse la vida; sea una aproximación a la educación que (ojalá, hacemos los esfuerzos para ello) se transforme en una profesión”, sueña y cuenta que a veces esos suelos se hacen realidad: “ya uno de los niños es abogado; una de las chicas, enfermera...”, dice. Y todo a pulmón.
“Muchas veces para recaudar fondos hacemos empanadas, y siempre puedo contar con don Cristian y con un montón de mujeres que me acompañan -y merecen todo mi respeto-, como la incansable Teresa, mi gran aliada, Claudia o Amelia, una hija adoptiva de la vida (desde sus 4 añitos está conmigo), hoy mamá de tres niños”, dice, y con ello, emocionada, arranca sus agradecimientos. “Y este año se sumaron Eliza y Sole, que están haciendo las ovejas
“Debo nombrar también a dos comerciantes de la zona, que siempre son nuestros ángeles cuando la situación es difícil, Estela Coronel, dueña de un súper, y Víctor, que tiene una ferretería. Nunca se fijan si debemos o no, sólo nos ayudan; dicen que es la forma de agradecernos lo que hicimos en el barrio y la ayuda a la comunidad”, destaca.
Y sintetiza: “básicamente, agradezco a la vida, que me dio cosas muy difíciles y feas, pero también cosas lindas y alegrías; en definitiva fue mi maestra y hoy me siento muy orgullosa de mí misma y de quien soy. Como dice nuestro lema ‘Querer es Poder’”.