Después de muchas horas encerrados en una oficina o en casa, nada como salir a tomar aire a un parque o una plaza. Muchos lo sienten como un alivio. Y si bien ese contacto con el afuera, con la naturaleza, puede suponer un bienestar inmediato, en lugares tan populares de la ciudad como lo son los parques Avellaneda o 9 de Julio, un estudio ha demostrado que no sería tan beneficioso como pensamos, si tenemos en cuenta que se trata de dos puntos con altos niveles de contaminación.
En el imaginario popular hay ciertos lugares de la ciudad que siempre se relacionan con la calidad ambiental. Ese fue el disparador de la investigación que realizó la arquitecta Ana Castañeda Nordmann, del Centro de Estudios del Territorio y Hábitat Popular, en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNT.
“En Tucumán, las principales avenidas o ejes viales, donde se localizan las mayores centralidades de servicios del área metropolitana, tuvieron un gran desarrollo inmobiliario (residencial, en altura y comercios), aprovechando las ventajas ambientales de encontrarse próximos a parques de gran escala como el 9 de Julio, el Guillermina o el Avellaneda. Sin embargo, estos espacios verdes no llegan a disminuir los niveles de contaminación generados por la gran accesibilidad de las vías que los envuelven”, explicó.
En su investigación “Metodología para la detección de umbrales de calidad ambiental en base a los servicios urbanos”, utilizó sistemas de información geográfica y bases de datos de distintos servicios, los cuales los analizó en función de la capacidad fotosintética de la vegetación y la emisión de dióxido de carbono de la red de transporte público y gas domiciliario. Los resultados permitieron identificar sectores vulnerables y fueron sorprendentes. Por ejemplo, el sector del parque 9 de Julio, especialmente cerca de la Terminal de Ómnibus, es uno de los más contaminados.
Los estudios realizados por la doctora Castañeda Nordmann evidencian que las zonas aledañas a los tres parques capitalinos poseen muy bajos niveles de calidad ambiental. Esto se debe a la alta emisión de dióxido de carbono (CO2) del transporte y a la insuficiente capacidad fotosintética de cada área.
Como estos sectores -considerados pulmones de la ciudad- poseen los mayores niveles de accesibilidad (en función del servicio vial y la cobertura de transporte público), la cubierta vegetal no puede absorber la gran cantidad de CO2 que hay en el ambiente.
Es necesario reconstruir el imaginario popular en relación a estas áreas verdes para comprender cuáles son aquellas áreas de la ciudad que realmente aportan calidad de vida y habitabilidad a sus ciudadanos. “No toda área verde absorbe CO2. Se necesitan ciertas características; dependen de aspectos como la antigüedad de la vegetación, el tamaño y altura del árbol, la estructura de la hoja y su capacidad de producción fotosintética”, explicó la investigadora.
“Las intervenciones por parte de la política pública podrían orientarse a la planificación de aquellas áreas donde los niveles de emisión de CO2 por transporte público y privado son altos, y los niveles de absorción de dióxido de carbono o emisión de oxígeno son bajos; desde la incorporación de áreas verdes, pulmones urbanos o parques lineales a lo largo de la circulación vehicular (por ejemplo en platabandas que actualmente se encuentran sin intervención), con vegetación adecuada para absorber justamente la contaminación ambiental que se produce en las vías de mayor congestión”, propone. “Por otro lado, es necesario fomentar modos de transporte más sostenibles como la incorporación de vehículos eléctricos o la sustitución en el tiempo de sistemas de uso de combustibles menos perjudiciales para el medio ambiente”, añade.
Faltan mediciones
La suma de nuevas construcciones, muchas de ellas en altura, y un incremento constante del parque automotor en Tucumán le juegan en contra al aire que respiramos, según sostiene Juan González, doctor en biología, experto en medio ambiente y director de Ecología de la Fundación Miguel Lillo.
Uno de los grandes problemas, según destaca, es que Tucumán no posee un sistema continuo de medición atmosférica. A ciencia cierta nadie sabe qué es lo que se concentra en el aire de Tucumán. Lo que sí no tiene dudas González es que las áreas con más circulación de vehículos son las más comprometidas en una ciudad con una densidad de espacios verdes bajísima, por debajo de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es de 10 a 15 metros cuadrados de espacios verdes por habitante. En nuestra urbe, según un relevamiento del Observatorio de Fenómenos Urbanos de la UNT, hay casi seis m² de espacio verde por habitante.
La pérdida de los espacios verdes ante el avance del cemento o una planificación incorrecta tiene grandes efectos negativos en la calidad de aire, especifica González. Una buena forma de compensar esto, según el especialista, es obligar o incentivar a los edificios a poner paredes y terrazas verdes.
“Esta situación también nos plantea la necesidad de hacer un estudio sobre los árboles que tenemos. Hay muchas especies, árboles añejos y de gran tamaño, que ya no cumplen la función de absorber CO2 y oxigenar el aire. Habría que reemplazarlos y estudiar bien cuáles son las plantas que más ayudan a contrarrestar los efectos de la contaminación del aire”, propuso.
“El parque automotor se incrementa cada año; los vehículos son grandes emisores de gases de efecto invernadero (GEI). Ya en 2010, la entonces Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación publicó un informe concluyendo que en Tucumán la industria de la energía, el transporte y la industria manufacturera y de la construcción, son los principales emisores de CO2. Las emisiones excesivas de este gas incoloro, inodoro y compuesto por oxígeno y carbono son una de las principales causas del calentamiento global”, puntualiza.
Afecta el aire que respiramos y también la visibilidad. Eso es lo que estudian en el Centro Integral de Microscopía Electrónica, del Conicet-Tucumán, que dirige Virginia Albarracín. Las primeras conclusiones de un estudio realizado para determinar el origen de la contaminación en la provincia indican que entre los principales contaminantes de la atmósfera se encuentran la industria, el transporte y también el cultivo del suelo, que genera erosión y esas partículas se diseminan por el aire. Las zonas más afectas están al este del Gran San Miguel de Tucumán, donde hay una menor cobertura vegetal, de acuerdo al trabajo que desempeña el investigador Enzo Marcial.
La necesidad de disminuir la contaminación en las ciudades es imperiosa, coinciden los especialistas consultados para esta nota. Mientras caminamos o paseamos, nos enfrentamos principalmente al problema de las partículas pequeñas y finas suspendidas en el aire, las cuales nos pueden generar graves daños a la salud a largo plazo. Por eso, más allá de la función estética, hay árboles capaces de inhalar y reducir esa contaminación (por ejemplo, las coníferas), que resultan imprescindibles incluso en aquellas zonas donde creemos que respiramos aire limpio y, sin embargo, nos asfixiamos lentamente por los gases tóxicos.