Los animales sueltos son un problema crónico en las rutas de la provincia y en especial en los Valles Calchaquíes, tal como se ha visto en nuestra galería de fotos de ayer, que daba cuenta de que había animales a lo largo de los 75 km que tiene la ruta 307 entre Santa Lucía y Amaicha. La situación, que se vuelve de riesgo en los fines de semana, puede tornarse preocupante a partir de mediados de este mes cuando la circulación vehicular crezca considerablemente y sobre todo a partir del 1 de enero y cuando esté a pleno la temporada de vacaciones.
Es un problema que se repite prácticamente en todo el NOA sin que las autoridades hayan encontrado la forma de corregirlo o de menguarlo. En notas de LA GACETA previas a la pandemia se pudo constatar cómo las otras provincias encararon estrategias frente a los animales sueltos en los caminos y las rutas. Se reveló entonces que Santiago del Estero, Catamarca y Salta habían dedicado equipos sustanciales tanto en hombres como en como vehículos para secuestro de animales y que secuestraban muchos más animales que Tucumán, que contaba un solo camión y muy poco personal para esta tarea. Hace dos años, en Salta se secuestraban 30 animales por día mientras que Tucumán había sacado de los caminos en seis meses poco más de medio centenar. El caso de Salta daba cuenta de la magnitud del flagelo en el NOA.
Uno de los problemas notorios que se da en esta cuestión es la dificultad para que los dueños de los animales -que suelen ser pequeños productores o campesinos- puedan mantenerlos en sus predios y dejen de dejarlos pastando en las banquinas. En las imágenes de la galería de fotos se vio que había caballos en medio de la niebla cerca del Infiernillo, lo cual hace presumir peligro de accidentes.
Al mismo tiempo, encuentran dificultades para retirarlos cuando son secuestrados y llevados a la Volanta, que es el corralón de Caballería. Muy frecuentemente se trata de animales desnutridos o o entrados en años, lo cual hace dificultoso que sean retirados. Esto da lugar a un problema complementario que la manutención que debe costearse con el erario. Se presume que esta situación da lugar a una especie de limitación para secuestrar más animales si no hay dinero para mantenerlos en el corralón.
Algunas provincias han incorporado en su legislación con respecto a los animales sueltos no sólo la multa y el cobro de un adicional determinado de dinero por los cuidados y la alimentación de los animales, sino la posibilidad de rematarlos o entregarlos a organizaciones que puedan mantenerlos.
Estas circunstancias muestran la magnitud del problema y y la dificultad para encontrarle solución. Hace dos años, en una encuesta entre los lectores LA GACETA, el 80% opinaba que había que aumentar la multa a los dueños y tan sólo un 21% reconocía que había que adaptarse y circular con más precaución. Pero la multa -que sí es importante y que ha tenido efectos sobre todo en Salta- tiene sus bemoles cuando se trata propietarios muy pobres o que han hecho costumbre tener esos animales en los caminos.
Falta una política que contemple recursos para alambrar donde haga falta, integrar la tarea de la policía, que debería tener equipos adecuados, así como una campaña de concientización más allá de los carteles de advertencia, y diálogo con los vecinos para generar alternativas a hacer pastar sus animales en la banquina.