“Es bastante absurdo esta mañana de verano / pensar que podemos estar atrapados dentro de un mundo donde todo está cambiando / demasiado rápido para que los abejorros se adapten”, canta a viva voz Anni-Frid Lyngstad en “Bumblebee”, una de las nuevas canciones del grupo sueco ABBA (sí, volvieron). Se trata de un pedido de toma de conciencia: por acción del hombre, las abejas están desapareciendo en la tierra y, aunque no lo imaginemos, su pérdida -y la de los demás polinizadores- podría ser catastrófica para la humanidad.
Hay quienes dicen que Albert Einstein lo había anticipado. “Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”, habría dicho el afamado físico. Lo cierto es que no hay pruebas de que el científico haya sido así de categórico sobre estos insectos, pero sí podemos decir que esa frase tiene un poco de verdad.
“Lo que pasa es que están desapareciendo muchos polinizadores: abejas, avispas, polillas, mariposas, escarabajos, colibríes, y hasta los murciélagos”, resume Alberto Galindo Cardona, biólogo de origen colombiano, hoy afincado en Tucumán, que desde hace años se especializa en las abejas, como investigador del Conicet. “Lo de las abejas es, más bien, una especie paraguas. Es más atractivo, en el caso de los insectos, poner toda esa problemática ambiental en las abejas. Es más fácil decir que van a desaparecer ellas y que eso va a afectar la alimentación de toda la humanidad”, explica y remarca: “pero, en realidad, no son sólo las abejas, sino todos los insectos, porque son todos polinizadores”
Un pantallazo
“Un mundo sin él, me da miedo pensar lo que sería”, entona una de las voces femeninas del grupo sueco en la canción de “Voyage”, el disco que marcó el regreso del cuarteto a la música. ¿Puede ser catastrófico el mundo sin abejas? O más bien, ¿puede ser catastrófico el mundo sin polinizadores? “A nivel mundial, el 70% de los cultivos de alimentos dependen de todos estos polinizadores; en Argentina, más o menos el 65% del área que se cultiva aporta el 45% de la producción total de comida que nosotros ingerimos. Todo eso requiere, en gran cantidad, de la acción de los polinizadores, para poder aumentar la producción de frutas y semillas”, expone el especialista.
En Argentina -comenta- hay más de mil especies nativas de abejas, y se han introducido 108 razas durante los últimos 400 años. Ahora, antes de continuar, entendamos por qué hay tanta relación entre los polinizadores y nuestra alimentación. “Cuando visitan una flor, esos insectos se llevan el polen a otra, casi siempre de forma indirecta. Y ese es el éxito de las plantas -dice Galindo-; yo te ofrezco esto, pero haceme el favor y llévatelo. Entonces el insecto lleva el polen y esa es la forma en que las plantas se reproducen”.
“Las abejas son la punta del iceberg. Si desaparecen los insectos nos morimos de hambre, porque son los más exitosos en cumplir la función de polinización -resalta-; y sin polinización no hay comida, y sin comida hay hambre, y si hay hambre se cae todo. Es una red, porque todo tiene asociación con todo. A veces, por ejemplo, decimos que son molestas las moscas, pero sin ellas no se degradaría la materia orgánica”
¿Se pierden?
Podríamos decir, entonces, que las abejas son la cara visible de un problema más grande: la desaparición de los insectos. Pero sí. “Las abejas están desapareciendo en el hemisferio norte sobre todo, como consecuencia del uso desmedido de muchos pesticidas -cuenta-; tanto ellas como todos los otros insectos se ven afectadas por el gran uso de los agroquímicos, la deforestación y la desaparición de sus hábitats”.
“Ahora mismo, en el país, no es que estén desapareciendo las abejas -subraya-; lo que sí están logrando los dueños de campos es deforestar cada vez más y hacer que crezcan los cultivos. Esa deforestación, por un lado, hace que desaparezcan especies que ni siquiera sabemos que existen y, por el otro, aumenta el uso de químicos y pesticidas”. Y eso es justamente lo que desencadenó su desaparición en otros países.
Ejemplifica el investigador: “en el sur de China ya no hay abejas en una zona. Ahorita las están reintroduciendo, pero un tiempo llegó la floración de peras y manzanas y les tocó polinizar con pincel porque ellos aplicaron plaguicidas sin problemas y sin ningún control”.
Ya hay estudios que indican que Argentina pierde un 34% de colmenas de abejas de miel por año. “En 2016 empezaron a desaparecer muchas abejas y las colmenas quedaban vacías. Son muchos factores: ácaros, pesticidas, antibióticos... Todo eso se junta y hace que las abejas ya no soporten más y desaparezcan -enfatiza-; sí es cierto que están desapareciendo las abejas de miel, pero también es cierto que en los últimos años ha aumentado el número de colmenas a nivel mundial, porque la gente tiene más en casa y eso compensa un poco la pérdida”.
¿Qué podemos hacer?
Galindo Cardona dice que ya hay investigadores que proponen soluciones a esta problemática. “Sería importante impulsar la diversificación de la producción agrícola, que haya pequeños productores produciendo en un área diferentes cultivos; fomentar sistemas de cultivo agroecológicos y orgánicos; tener mejor manejo de las plagas y reducir el uso de pesticidas son alternativas”
Y en casa también podemos actuar. “Lo que uno puede hacer es plantar plantitas que produzcan muchas flores. Hay algunas que son ornamentales y no producen nada de polen y las abejas ni las visitan. Hay otras que parecen yuyos, que a la gente no le gusta porque los asocian con malezas, pero son productores de mucha variabilidad diversidad y alimento para los insectos -dice-; esa es una de las propuestas que hacen los investigadores, porque hay plantas, de esos yuyos, que ayudan a que los insectos se desintoxiquen de pesticidas”.