“Tuve la suerte de compartir plantel en el inicio de su carrera. Si bien ya se veía que era un fuera de serie, no sabía que estaba conviviendo con quien sería el mejor jugador de todos los tiempos”. Juan José Meza aún no cae con que Diego Maradona haya fallecido. Cada vez que piensa o recuerda algún momento junto a él, se le aflojan las piernas y un nudo en la garganta lo obliga a tomarse un respiro antes de seguir. “Gracias a ese equipo que fue campeón juvenil en 1979 forjamos una hermosa amistad. Concentrábamos juntos, nuestras familias se conocieron y hasta compartimos momentos íntimos, fuera del fútbol”, explica “Tucu”, quien se siente un privilegiado por todo lo vivido junto al “10”.
- Se cumple un año de su muerte. Parece increíble, ¿no?
- Todavía no puedo creerlo, no caigo con que él no esté más. Compartí muchas cosas con un ser humano increíble, simple, sencillo, que estaba destinado a ser el mejor. Cuando hablo de Diego me embarga la emoción, muchas veces no puedo hacerlo. Era un tipazo. Y eso que no debe haber sido fácil lidiar con su vida.
- ¿A qué te referís?
- Salió de una villa y de repente subió a lo más alto. Se topó con gente que no lo dejaba vivir, que lo asfixiaba. No podía hacer una vida normal y eso debió haber sido muy difícil. Tuvo una personalidad y un valor impresionante para poder aguantarlo.
- ¿Cómo era en la intimidad?
- Increíble. Sus compañeros eran sagrados y se brindaba por completo. Nunca atacó a ninguno. Él nos entendía más a nosotros que nosotros a él. Se manejaba con gran naturalidad. Se enojaba con el periodismo porque lo atacaba, porque buscaba sus debilidades, porque intentaba exponerlo siempre. Él veía que su mamá sufría cuando leía algunas noticias y eso lo sacaba.
- ¿Pensás que era difícil ser Maradona?
- Ufff. En Barcelona, por ejemplo, lo mandaban a seguir, querían disciplinarlo. Él era un profesional a un 200%, siempre se preparó muy bien; pero tener que lidiar con ese tipo de cosas es tremendo. Nadie hubiese aguantado. Y él soportó bastante.
- ¿Cómo fue cuando lo conociste?
- A la primera práctica en el juvenil no va Diego, entonces (César Menotti) me pone de “10”. Hago un gran entrenamiento y hasta El Gráfico hace una nota en la que me destacaban. Pero cuando llegó él era una cosa de locos. Hacía cosas increíbles y entonces el “Flaco” decide ponerme de 8. Desde ese primer día nos hicimos amigos; y en Uruguay, durante la clasificación para el Mundial, compartimos habitación y el lazo se hizo mucho más estrecho.
- Te cambiaron el puesto, ¿se puede decir que Diego te tapó en tu carrera?
- No, para nada. Cuando compartís cancha con ese tipo de jugadores das un salto de calidad. Con Diego nos entendimos muy bien. En el juvenil, él y Ramón Díaz la rompían adelante y yo jugaba más atrás. Nunca me sentí tapado ni relegado.
- ¿La relación siguió luego de ese torneo?
- Siempre fue la misma, obvio que hicimos diferentes caminos. Una vez nos encontramos en Argentina, cuando él había vuelto de Italia, y me reclamó porque no lo había invitado a mi casamiento. Yo también le recriminé que no me había mandado un avión a Japón para traerme a su casamiento. Cada vez que lo veía era como si el tiempo no hubiese pasado.
- ¿Cuál fue tu último contacto con él?
- En 2007, cuando vino a la cancha de San Martín con el showbol. Fui a saludarlo al hotel y había una seguridad que no te dejaba ni acercarte a la puerta. Ingresé gracias a un amigo y cuando me vio nos dimos un gran abrazo. Estuvimos un tiempo largo charlando y recordando momentos.
- ¿Y después no pudiste llegar más a él? ¿No volviste a llamarlo?
- Después se hizo casi imposible llegar. Mirá que los compañeros campeones del 86 tampoco podían. A veces, en su rebeldía, “Cabezón” se enfrascaba en sí mismo y se aislaba. Era mucha la presión que tenía. Además, cuando se fueron su papá y su mamá, él ahí tiró la toalla.
- ¿Pensás que eso marcó su destino?
- Totalmente. Por sus padres él hacía cualquier sacrificio; hasta se internó para tratarse de sus adicciones y luchó muchísimo. Pero cuando ya no estaban sus papás era como que no tenía por quién luchar.
- ¿Pensás que no lo cuidaron como debían?
- Se sintió abandonado y se dejó caer. Si él hubiese estado contenido, tal vez era otra la historia. Pero muchos le llenaban la cabeza y lo hacían pelear con la gente que lo quería.
- Elegí un momento de todos los que viviste junto a él.
- Su primer día de playa. Estábamos en Uruguay y nos dieron día libre. Me invitó a la playa con su familia. Fueron su papá, el periodista Guillermo Blanco, Jorge Cyterszpiler y sus hermanos “Lalo” y el “Turco”. La pasamos muy bien, fue hermoso. Era la primera vez que él iba al mar, yo no lo sabía. Pero fue hermoso que me haya elegido para pasar ese momento. Ni bien falleció se me vino ese recuerdo a la cabeza. Después, una vez lo invité a Tucumán y vino a la casa de mis abuelos. Son momentos que quedaron grabados en mi memoria.
- ¿Te sentís un privilegiado?
- Claro… más pasa el tiempo y más privilegiado me siento. Fue una relación muy linda. Haber compartido sus inicios, haber conocido toda su intimidad y haber logrado un título junto con él es algo que llevaré como marca toda mi vida.