Por qué es bueno sentir interés por lo morboso y desagradable

Por qué es bueno sentir interés por lo morboso y desagradable

El biólogo y antropólogo Coltan Scrivner dice que todos los humanos tenemos, en un grado u otro, curiosidad macabra.

INVESTIGADOR. Coltan Scrivner indica que la curiosidad macabra ya se percibe en los niños pequeños. INVESTIGADOR. Coltan Scrivner indica que la curiosidad macabra ya se percibe en los niños pequeños.
15 Noviembre 2021

¿Te gustan las películas de terror, las novelas de misterio, los cuentos de fantasmas o los videojuegos violentos? ¿No te importa ver una pelea que termine con sangre y narices rotas, ni sentir un escalofrío en una montaña rusa ni ir a inspeccionar la escena de un accidente de tránsito?

Si respondiste “sí” a la primera pregunta y “no” a la segunda, no te preocupés. Es producto de lo que los académicos llaman curiosidad macabra, algo que todos la tenemos en un grado u otro, según Coltan Scrivner, quien estudia la biología del comportamiento.

“Manifestar curiosidad sobre los aspectos macabros de la vida es universal”, le dijo a BBC Mundo -que lo publica en su portal de noticias- el biólogo y antropólogo, que está terminando un doctorado en el Instituto de la Mente y Biología de la Universidad de Chicago.

El mundo es un lugar bastante peligroso, señala Scrivner, y tener curiosidad por lo violento, por aquello que genera miedo, de lo misterioso es una manera de aprender sobre esos riesgos para poder evitarlos o lidiar con ellos.

Scrivner investigó la historia de la curiosidad macabra y realizado estudios en varios países para examinar la relación de individuos con ella para determinar perfiles psicológicos y creó una escala para determinar los niveles.

Desde muy antiguo

La curiosidad macabra es más antigua que los registros humanos sobre ella, señala Scrivner, y se remonta a la historia evolutiva. Menciona cómo los chimpancés, cuando un individuo del grupo muere, suelen ir a inspeccionar el cuerpo. “No está claro por qué lo hacen, pero se acercan al cuerpo y lo punzan con palos o lo observan a la distancia como nosotros observaríamos una pelea o un accidente de automóvil”.

Aunque no está claro cuándo surgió entre los humanos, su manifestación es de larga data. Ejemplo de ello es el coliseo romano, donde la gente pagaba para ver combates y otro tipo de espectáculos violentos y sangrientos. En épocas modernas, esto se ha cambiado por el cine, la TV y la literatura, las salas que albergan combates de boxeo y artes marciales mixtas, o los parques de diversión con casas embrujadas. La atracción por esto varía de cultura a cultura, de sociedad a sociedad.

Según las investigaciones de Scrivner, también hay diferencias entre los sexos, ya que los hombres manifiestan mayor predilección por ciertos aspectos de lo macabro que las mujeres.

Y, aunque no se puede fijar una edad exacta de cuándo empieza, el experto afirma que los niños tienen definitivamente mucha curiosidad por lo macabro. “Les gusta mucho jugar al escondite, a juegos que tienen premisas miedosas, que implican que alguien te persiga y te quiera atrapar. Y eso empieza a una edad temprana”, asegura.

Pero ¿qué elementos de la naturaleza humana hace que tengamos esos impulsos? y ¿qué beneficios nos trae?

Aprendizaje y terapia

Al participar en juegos riesgosos o tenebrosos estamos imitando situaciones que nos ayudan a imaginar escenarios particulares sin estar expuestos a ellos, indica Scrivner. Es una buena manera de obtener práctica.

“Los pilotos de avión practican en simuladores de vuelo, los médicos con cadáveres. Hacemos simulacros de miles de escenarios ficticios para poder analizar cómo reaccionaríamos” en uno real, explica el investigador.

Una cantidad moderada de curiosidad macabra también trae beneficios psicológicos a ciertas personas, añade.

Según los estudios realizados por Scrivner, las personas con ansiedad pueden usar historias de terror para aprender mecanismos para lidiar con su afección. “Es como si hubieran ido a una sesión de terapia. Aprenden maneras de controlar y regular la ansiedad que les generan las situaciones a las que temen”, dice.

En un estudio que publicó el año pasado concluía que los fanáticos de las películas de horror tenían más resiliencia psicológica frente a la pandemia que otros.

El principio es que los fanáticos del cine de horror han experimentado con sensaciones de ansiedad, miedo e incertidumbre, lo que les ha permitido hacer acopio de habilidades que han podido transferir a la vida real.

Mecanismos de defensa

Pero nuestras mentes no fueron creadas para enfrentar peligros cada vez que queramos. Ahora, con internet y las redes sociales, podemos acceder a casi cualquier situación macabra cuando así lo deseemos.

Eso, indica Scrivner, puede hacernos creer que vivimos en un mundo más peligroso de lo que realmente es, lo que puede estimular más la curiosidad macabra y hacer que busquemos más ese tipo de material, adentrándonos en un círculo vicioso.

Aunque aclara que tenemos mecanismos de freno incorporados. “Por ejemplo, reconocer el peligro hace que evadamos ciertas situaciones. También está la empatía, que si la tenemos elevada no nos va a atraer ver a alguien sufriendo. Otra es la repugnancia, que va a limitar lo que vemos”.

Los temas que abarca la curiosidad macabra -como la violencia, las lesiones corporales, los fantasmas- suelen ser tabú en algunas sociedades.

Según Scrivner, hay estudios que muestran que esta curiosidad es buena para el desarrollo, les da mayor confianza y seguridad, sentirse capaces de “sobreponerse al miedo y no tenerle miedo al miedo”.

Cuatro tipos de curiosidad macabra

- Paranormal: la que tiene que ver con fantasmas, extraterrestres y fenómenos sobrenaturales. En esta categoría encaja la atracción por las casas embrujadas o sesiones de espiritismo, por ejemplo.

- Repulsión corporal: tiene que ver con las heridas o lesiones corporales, el interés por las autopsias, cirugías y víctimas de accidentes de tráfico.

- Violencia: aunque puede parecer similar a la categoría anterior, ambas tienen marcadas diferencias. Aquí lo que suscita interés es la propia actividad violenta, como el boxeo, las artes marciales mixtas, la actividad policial o la militar.

- Personalidades peligrosas: esta categoría abarca el interés por aquellos que comenten actos despiadados, como los asesinos en serie. Esa curiosidad es la base de los programas de crímenes basados en hechos reales.

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