“Hay un capital inmenso en la Argentina desperdiciado por una dinámica destructiva”
La prestigiosa economista explicó su tarea en el banco central británico, el Banco de Inglaterra, y reflexionó acerca de dos problemas críticos de la Argentina: la transformación de los planes sociales en empleo y la inflación.
Es la economista argentina con mayor prestigio internacional, pero ella dice que no se identifica con ese título. Su carrera implica un orgullo superlativo para la Universidad Nacional de Tucumán, de donde egresó con una licenciatura, y la marca de excelencia impresa por maestros como Víctor Elías, el fallecido Manuel Luis Cordomí y Juan Mario Jorrat. Desde 2017 forma parte del Comité Externo de Política Monetaria del Banco de Inglaterra, institución encargada de preservar el valor de la libra esterlina, una de las monedas más poderosas del planeta. Aunque está en el centro del sistema financiero mundial y sus votos influyen sobre la marcha de una de las economías más avanzadas, Silvana Tenreyro (1973) permanece afectiva y emocionalmente cerca del país donde nació. Dice que observa la escena con asombro y sin comprender el porqué de tanto perjuicio autoinfligido. “Hay un capital inmenso en la Argentina desperdiciado por una dinámica destructiva”, apunta Tenreyro.
Con la ayuda de papel y de un lápiz, la profesora de la London School of Economics toma nota de las preguntas y ordena las respuestas. Si el canal de Zoom estuviese mudo, parecería que Tenreyro está rindiendo un examen más. Sorprende con un estilo aplicado y la humildad con la que sobrelleva el curriculum apabullante que construyó (ver por separado). Ninguna economista argentina llegó tan lejos, pero ella lo atribuye no tanto a sus dones y méritos como al hecho de que la economía fue una zona históricamente hostil para las mujeres. Hoy cree que eso está cambiando y que la diversidad resulta fundamental para tomar decisiones que afectan a la sociedad. Con esa perspectiva se refiere a las posibilidades reales de transformar subsidios y planes sociales en empleo genuino, y al tema al que dedica todo su esfuerzo: la inflación. “Sin sentarte a la mesa con sindicatos que demandan aumentos salariales y empresarios que deben pagarlos no se puede virar hacia la meta de inflación anhelada”, analiza.
-¿Qué significa ser una economista que proviene de un país que quema permanentemente los papeles de los economistas?
-Tal vez no asombre que la Argentina haya sido una fábrica productora de tantos economistas, muchos de los cuales trabajan afuera. Un país con tantos problemas económicos lógicamente motiva a la gente a estudiar Economía. Países con crisis estimulan el estudio de estos temas. Ser mujer es más inusual porque hay pocas mujeres dentro de la economía y este fue un problema estructural de la disciplina durante mucho tiempo. Ahora está cambiando un poco, pero tradicionalmente se trató de un territorio muy masculino.
-¿Por qué?
-Hay muchas hipótesis. Dentro de la academia existe una estructura de tenure que evalúa el trabajo en los primeros cinco o siete de la carrera, y que resuelve la concesión del título de full professor, es decir, si estás adentro o afuera: es una decisión muy tajante. Ese período suele coincidir con la época en la que las mujeres se casan y tienen hijos: deben rendir mientras atienden demandas personales enormes. Después, faltan role models: al estar en un ambiente dominado por hombres, es difícil para las mujeres identificarse con esos paradigmas. Consciente e inconscientemente, muchas se dicen “esto no es para mí” si no ven a alguien representativo. Por último está la forma en la que se discutía en economía, que era menos constructiva y cooperativa, y más competitiva y agresiva. Para muchas mujeres esa no era la manera adecuada de conversar y de intercambiar visiones. Todo esto se da dentro de una estructura muy jerárquica donde cada quien sabe donde está posicionado en cuanto a la cita, la referencia, etcétera. Ello no es necesariamente algo que convoque la participación de las mujeres.
-¿En qué ve el cambio que mencionó?
-Hay una mayor comprensión de que necesitás diversidad de visiones. Obviamente las mujeres tienen mucho para decir sobre los temas económicos. Las decisiones económicas son importantísimas, una parte fundamental de las decisiones que hacemos en política, y no tener mujeres que intervengan en ellas en cierta forma configura una democracia muy limitada. La toma de decisiones que afectan a la vida de una sociedad o de un país durante mucho tiempo requieren la máxima representatividad. Esto de que dependan de un grupo de hombres que exhibe el mismo background es sumamente limitante y resta perspectiva. Dentro de la investigación económica, durante cierto tiempo fueron sólo hombres los que definieron la agenda: qué y cómo se estudiaba. Lo que está cambiando es la búsqueda del ángulo diferente que acarrea la incorporación de mujeres.
-¿En qué consiste su función en el Banco de Inglaterra?
-El rol del Comité de Política Monetaria es definir la tasa de interés y la compra de activos. Lo primero determina cuánto la institución pagará por los depósitos que hacen los bancos comerciales. Vos podés pensar un banco central como el banco de todos los bancos comerciales. En el Banco de Inglaterra depositan las reservas los bancos comerciales y la tasa de interés es, como ya dije, lo que se paga por ello. Cuando el Banco de Inglaterra sube la tasa, los bancos tienen más incentivos a depositar, con lo cual contraen el crédito a individuos y compañías, y eso reduce la actividad económica. Inversamente, cuando la baja, el banco comercial gana menos con los depósitos, y tiene más incentivos para prestarlos a quienes incrementarán el consumo, la inversión y el empleo, lo que moviliza la economía. La tasa, entonces, es una herramienta para expandir y para contraer la economía. ¿Cómo se define? Tenemos un mandato muy claro, que es una meta de inflación del 2% anual, y sujeta a ella, debemos reforzar y ayudar a sostener el empleo y el crecimiento del país. Con base en el mandato decidimos cuánto subimos y bajamos la tasa. Por otro lado está la función de la compra de activos, que funciona de la misma manera que la tasa de interés, que es de corto plazo. La compra de activos afecta la tasa de interés de largo plazo, pero el mecanismo es muy similar al que ya describí, y, de nuevo, sirve para estimular o desacelerar el consumo, la inversión y el empleo en función de las necesidades.
-¿Cuál es el procedimiento para adoptar estas decisiones?
-Tenemos ocho reuniones al año en las que votamos por el nivel de la tasa y la compra de activos, que son en general bonos del Estado o de compañías privadas. Alrededor de esas ocho reuniones hay muchísimas otras donde el personal del Banco de Inglaterra nos presenta información para que compongamos la pintura sobre qué está pasando en la economía. Esto nos permite poner todos los datos juntos para elaborar la narrativa que contaremos y que justificará nuestras decisiones. Cuatro veces al año producimos un reporte de política monetaria donde analizamos qué está pasando en el mercado laboral, inmobiliario, financiero, etcétera. Con base en ese informe y en las proyecciones de evolución que tenemos a tres años, motivamos nuestros votos. En el día a día hay muchas reuniones para entender y procesar los datos que nos permitirán colocar las distintas piezas del puzzle que tenemos que componer para poder emitir un voto cada seis semanas.
-¿Cómo le fue al Banco de Inglaterra en esta coyuntura en la que confluyeron el Brexit y la pandemia?
-La experiencia de la pandemia dominó las decisiones en el último año y medio. Nuestra preocupación radicaba en cómo sustentar la economía cuando muchas de sus partes debían cerrarse por disposición gubernamental. El Banco de Inglaterra hizo todo lo posible para facilitar y aliviar el golpe mediante la reducción de la tasa. De esta forma se logró estimular la demanda en los sectores que pudieron mantenerse activos durante la emergencia, y, por otro lado, favoreció a quienes estaban endeudados o podían endeudarse. La parte más grande del trabajo la hizo el Gobierno con un programa de seguro de empleo con el que pagó el 80% del salario de quienes no podían trabajar como consecuencia del coronavirus. De esta manera se sostuvo el ingreso durante muchos meses. Este esquema de protección del trabajo ya terminó y estamos saliendo de la crisis, pero la economía no está completamente donde debiera estar. Hay un gap que llenar y ahí es donde se plantea algo difícil para el banco central, el Banco de Inglaterra, porque la economía está en un territorio de lo que llamamos trade-off, donde la economía todavía transita por abajo de donde debiera, pero hay presiones inflacionarias. Nuestro trabajo es tratar de balancear estas tensiones.
-Pero como salida no se les ocurre salir a emitir libras, ¿no?
-El instrumento fundamental es la tasa de interés y es lo que se usa. Por ahora la hemos mantenido a un nivel histórico muy bajo, 0,1%. Bajamos la tasa en la pandemia y aún está en ese punto. A veces la gente confunde “compra de activos” con “emisión de libras”. En cierta forma sí hay una emisión de reservas, pero no es la forma en la que pensamos la compra de activos, que está calibrada en función de cuánto estimula la economía según cuánto afecta la tasa de interés de largo plazo. Lo que diferencia la emisión en Inglaterra respecto de otros países es que está guiada por el mandato y la meta de inflación del 2%. La emisión de moneda en sí no es problemática: las dificultades inflacionarias aparecen cuando resulta excesiva.
-En una entrevista reciente advirtió que la meta no siempre ayuda a bajar la inflación y que a veces hace falta cooperación. ¿Podría explicarlo?
-Una cosa es metas de inflación en países desarrollados o cuando comienzan a aplicar los objetivos a un índice que está muy cerca de llegar a la meta. En ese sentido, la estrategia funciona muy bien. Pero cuando estás muy lejos de la meta inflacionaria, por ejemplo, empezás en un 50% anual y tu meta es el 5%, esta en sí no es suficiente. Es muy difícil bajar del 50 al 5: necesitás algo más para ponerte en la trayectoria. Ahí juega la cooperación: un acuerdo entre las partes que deciden salarios y precios. Sin sentarte a la mesa con sindicatos que demandan aumentos y empresarios que deben pagarlos no se puede virar hacia la meta. Todos tienen que acordar en que lo mejor que les puede pasar es que haya una inflación del 5% y preguntarse “¿podemos cooperar para llegar hasta ese punto?”. No es claro cuán factible es hacer ese acuerdo. Cuando implementaron la convertibilidad en la Argentina en 1991 no es que de golpe los sindicatos creyeron en el “uno a uno”. La pregunta es cómo se consigue esa credibilidad. Esto fue parte del consenso: (Carlos) Menem tenía el apoyo de los sindicatos para llevar adelante esa política.
-Debe haber un rechazo amplio a la inflación...
-Exacto. Y no funciona mágicamente. Podés poner precios máximos, pero, si los sindicatos están demandando aumentos, entonces no es sostenible. En todo caso hay que imponer precios máximos a todos los niveles porque, si el tope sólo afecta a algunos productos, al fin y al cabo lo que habrá es escasez.
-¿Qué tiempo hace falta para pasar de una inflación anual del 50 a otra del 5%?
-Las experiencias son muy variadas. Podés ir por un camino muy gradual, como hizo México, que le tomó una década, o podés pensarlo como algo más inmediato al estilo del plan de convertibilidad (de Domingo Cavallo). Es posible hacerlo si hay decisión o determinación de las partes involucradas para moverse hacia un equilibrio cooperativo. Pero la puja entre sectores dificulta el descenso de la inflación. Sin acuerdo, es muy lento. Puede ser muy costoso para la economía porque necesitás mucho tiempo de contracción de la demanda hasta el punto de perder el consenso y el apoyo. Es un problema complejo porque, por un lado, las metas sirven cuando estás en un intervalo cercano al punto deseado. Allí sí necesitás un banco central independiente que tome decisiones con prescindencia del Gobierno. Pero si al comienzo la brecha entre la inflación real y la inflación pretendida es muy grande, el Gobierno sí puede llegar a jugar un papel importante en la búsqueda de cooperación, que acorte el período más costoso.
-En la Argentina se está hablando mucho de transformar los planes sociales en empleo genuino. ¿Cuál es el abordaje adecuado para este movimiento?
-La Argentina tiene un nivel de subsidios elevadísimo, entonces, tenemos que pensar esa transformación. No es sostenible para la Argentina seguir así. Esa transición puede hacerse drástica o gradualmente. Ahí debe entrar un trabajo fino para entender el funcionamiento de cada subsidio y cuál es la forma adecuada de quitarlo. No hay una receta única, sino que se debe entender cuáles son los partes que pueden transformarse en productivas con facilidad y cuáles son las que no porque los beneficiarios no tienen capacidad para trabajar. Hay que pensar allí en el más largo plazo porque, si no es posible reinsertar laboralmente a un sector de la población, sí se puede intentar dar posibilidades a sus hijos. No se puede hacer todo de una sola vez y en un punto también hay que mirar hacia las generaciones siguientes, y garantizar la alimentación y la educación. La educación sufrió muchísimo durante la pandemia en la Argentina y el resto de Latinoamérica… Es un foco particularmente problemático y necesita atención.
-Se advierte que, pese a la entidad de sus obligaciones en el Reino Unido, está muy conectada con el país. ¿Qué se le pasa por la cabeza cuando piensa en la Argentina?
-La constante es pensar que nuestro potencial es enorme y estamos siempre por debajo de él. A veces es difícil entender por qué no estamos peleando tanto en la Argentina cuando tenemos muchísimo por hacer. Estas tensiones políticas dejan de lado el objetivo común de levantar el bienestar de la población. A veces pienso en el país con perplejidad y frustración. El potencial está desperdiciado por pujas dirigenciales focalizadas en maximizar las posibilidades de mantenerse en el poder. Cuesta mucho comprender esto viéndolo desde afuera. Hay un capital humano y natural inmenso, pero esto no sirve de nada porque el país permanece en una dinámica destructiva donde lo importante es ganar las elecciones y no levantar los niveles de vida. Se mira, además, muy poco al resto del mundo para aprender. En la pandemia hubo una posibilidad de sacar partido de la experiencia internacional, por ejemplo con el manejo de las escuelas, y no se la aprovechó. Esto es algo que me toca personalmente porque me parece que sin educación es muy difícil salir de la pobreza y la pobreza es lo que más preocupa cuando miramos hoy al país.
-Tal vez algún día a usted le ofrezcan una función pública que le permita revertir este drama.
-¡Veremos!