La caminata fue larga y había un objetivo: llegar y plantar árboles. Nadie esperaba, realmente, ver las desgarradoras condiciones en las que se encontraba, por acción del hombre, la naturaleza. Con los árboles a cuestas, los voluntarios subieron el cerro. El ambiente mezclaba alegría, risas y emoción. Hasta que todo se volvió gris.
El verde que había en el sendero -mucho más brilloso que el de la ciudad- poco a poco empezó a tornarse más y más oscuro. De repente, el suelo era resbaloso, de color negro y estaba mojado. Lo peor, sin duda, fue el olor a quemado. Vivo, fuerte, como si todo hubiese ocurrido recién.
Han pasado dos meses de aquel incendio -provocado por cazadores furtivos- que destruyó media hectárea del Parque Sierra de San Javier. Y ese tiempo no fue suficiente para que, al menos, la naturaleza volviese a sentirse como tal. El sentimiento general fue de dolor, pero bastaron algunos minutos para acostumbrarse al terreno y empezar a sembrar vida. Como había antes. Como debería haber allí ahora y siempre.
“Lo importante es tomar acción. No podemos estar esperando que lo haga otro, el ambiente lo necesita. Estamos en una crisis de biodiversidad y climática, y todos tenemos que tomar consciencia de ello”, afirmó a LA GACETA Damián Rivadeneira, gerente de Maderplak, empresa impulsora del programa Conscientes, responsable de esta y otras acciones en pos del medio ambiente las últimas semanas.
Bajo el lema “restaurar” los 54 voluntarios caminaron dos horas (y otras dos de vuelta) hacia la zona destrozada por los incendios. Cada uno de los colaboradores (incluidos los guardaparques y miembros de la Fundación Forestar) se cargó en sus espaldas el proyecto... Literalmente. En todas las mochilas había, al menos, un árbol. Con mucho amor y paciencia, fueron llevados alrededor de siete kilómetros. De subida. Y en el cerro.
“Hemos destruido bastante el planeta. Estamos en un punto de inflexión y pronto no va a haber vuelta atrás. Es momento tomar conciencia de eso y hacer algo para cambiar el mundo”, resumió Soledad Bestani su motivación a sumarse a la campaña.
Un granito de arena
Alberto Nuñez, director ejecutivo de la Fundación del Tucumán, tampoco quiso perderse esta actividad.
“Esto es como una cadena de favores. Vos empezás a hacer algo por el planeta y se empieza a multiplicar... El año que viene, seguramente, va a haber mucha más gente concientizada”, explicó. Ya arriba, luego de la empinada caminata, reflexionó: “debo admitir que he subestimado un poco la trepada. No puedo decir que no me ha costado, pero realmente llegar, plantar un árbol y dejar este mensaje hace que todo valga la pena”.
“Esto es un granito de arena, pero muchos granitos de arena forman un arenero y ese es el impacto que hay que buscar. Con que cada uno sume un poquito, las cosas van a cambiar”, añadió Soledad y consideró: “no hace falta que todos hagamos lo mismo. Cada uno, desde su lugar, puede aportar a mejorar la situación y dejar un mundo mejor para los que vienen por detrás: no tirando basura y separándola, con compostaje, plantando un árbol... Son pequeñas acciones, que no nos cuestan nada, y generan hábitos, conciencia y una mejora para el planeta”.
Nahuel Bulacio, voluntario de la Fundación Forestar, coincide: “la gente se tiene que sumar, y aprender a no quemar para evitar este tipo de destrozos. Hay que plantar especies nativas en casa, en las calles... Hay que ayudar al planeta, con pequeñas cosas. Todo suma”, aclaró.
Identidad
La zona elegida para reforestar
“Esta zona es de un gran valor ecosistémico, dado que representa una porción del bosque Chaco Serrano y es muy diversa en su composición. Al tener esas características biológicas, el lugar necesita un grado de conservación estricto”, explicó el guardaparque Silvio Díaz. “Con esta reforestación, se volverá a dar la identidad biológica que esta porción de tierra tuvo antes de los recientes incendios -dice-; lo importante es que haya continuidad en la tarea de conservación por parte de la sociedad. Esto es nuestro, hay que protegerlo”.