A simple vista no te das cuenta. Aunque no lo creás, cada vez que caminás por los cerros pisás kilos de basura. Están escondidos, abajo de unos pocos centímetros de vegetación, pero están. Y nosotros somos los culpables.
Es domingo por la mañana y muchos están en casa, preparando el almuerzo o aprovechando un rato más en la cama. En San Javier, en cambio, hay cientos de voluntarios que brindaron su tiempo en pos de la naturaleza.
Se trata de una actividad que integra la segunda fase del programa Conscientes, impulsado por la empresa tucumana Maderplak con el apoyo de otras firmas locales, con el objetivo de sensibilizar a la población y generar un cambio positivo para el medio ambiente.
La imagen es repetida en los 10 puntos del cerro elegidos para limpiar: personas con remeras blancas y bolsas negras juntando basura. Mucha basura. Basura que lleva años. O décadas. De hecho, los voluntarios bromean sobre esto: “deberíamos vender las botellas como reliquias”, afirmó una chica mientras, con mucho esfuerzo, retiraba de la tierra una antigua botella de vidrio de gaseosa. Y es que sí, recordemos: los primeros plásticos que creó el hombre todavía no han empezado a degradarse. Básicamente, gran parte de los residuos que se tiran al suelo y no son recogidos, pasarán miles de años allí.
“Ves la basura acá y no te explicás cómo llegó. Mirás a tu alrededor y hay una cascada de residuos que llevan años acumulados. Es increíble”, resume Silvina Soria, voluntaria en uno de los senderos de la zona. “En lugares transitados, donde hay sendas marcadas, en zonas vírgenes... Hay basura por dónde veas en San Javier, es inexplicable -cuenta-; y sentís que ni siquiera aportás un pequeño granito de arena. Te dan ganas de llorar, necesitarías venir todos los fines de semanas, y aún así, vas a sentir que no llegás a limpiar todo”.
Poner manos a la obra
El trabajo de los 400 voluntarios es duro: levantar uno por uno los vidrios rotos, las cajas de cigarrillos o las de vino, agarrar con cuidado cada pedazo de las bolsas oxibiodegradables, que se desintegran al tacto, e incluso desenterrar prendas de vestir que yacen bajo una buena capa de tierra. Realmente, es increíble.
“La verdad es que esperaba que encontremos tanta basura. En Tucumán la gente tiene muy poca conciencia ambiental, vas por la calle y cualquiera tira una botella por la ventana del auto”, explica Francisco Vigliocco mientras que con guantes desempolva algunos vidrios rotos y recupera restos de plástico. “Te das cuenta que un plástico es viejo porque lo agarrás y se rompe entero”, cuenta. De hecho se llenaron dos camiones y dos camionetas con la basura. Los residuos fueron clasificados y se llevaron a puntos verdes para que sean reciclados.
Candelaria Imbaud, en tanto, está separando botellas de vidrio. “Es como que terminás de limpiar un lugar, te das la vuelta para poner las cosas en la bolsa y aparece más basura -ríe-; está bueno formar parte de esto. Nadie se imagina, salvo que vengás, como nosotros, la cantidad de residuos que hay”.
Cuidar la casa común
“El problema de la basura tiene que ver con la falta de educación, tenemos que trabajar en eso, para que la gente no tire la basura y pueda llevarla hacia donde se pueda desechar. El cerro es nuestro, y tenemos que tratar de cuidarlo; cada vez que tiramos basura estamos destruyendo el ecosistema”, subraya Damián Rivadeneira, gerente de Maderplak. “Cada uno de nosotros puede ser parte y aportar algo bueno al mundo. Nosotros estamos haciendo este proyecto porque estamos convencidos de ello”, admite.
“Lo que más hay son botellas o latas de cerveza, vino o gaseosa, que son de las personas que vienen a los miradores y desde ahí van tirando -alerta-; ya no hay más tiempo que perder. Tenemos que tomar conciencia”.
“Vivimos acá, esto es nuestro. Deberíamos venir todos y generar conciencia desde un punto de vista más global. A mí me llama la atención ver tanta basura, es como si el espacio público no fuera de nadie, y realmente sí es de todos”, reflexiona Mariano Bernardínez -gerente de BP, una de las empresas que participa del proyecto Conscientes-, y propone: “me parece que la cuestión es apropiarse de estos lugares, en el buen sentido -dice-; es entender que lo nuestro no son sólo los metros cuadrados de la casa. El mensaje es de compromiso; es una mirada muy global, de no desentenderse del tema”
Un granito de arena
Todos los entrevistados coincidieron en la importancia de aprender y asimilar la importancia de cuidar el medio ambiente. “No cuesta nada llevar una bolsa a cualquier lugar que vayas, y eso sí que hace la diferencia”, expresa Candelaria. Y Silvina añade: “no tirar una botella hace la diferencia. Si vos contás cada una, cada uno de los que las han tirado... Aunque no parezca, el granito de arena para contribuir a la basura es una botella. No es tan difícil: consumí y llévate los residuos. Es una cuestión de educación y hábito”. “Muchos no notan el impacto en el día a día, y quizá por eso no toman conciencia. Muchos se quejan pero pocos se preocupan realmente por tomar acción, y hay que hacerlo”, enfatiza Francisco.
Lo que sigue
Rivadeneira, en tanto, cuenta que la siguiente fase del proyecto es restaurar. “Vamos a ir con un grupo especializado y con los guardaparques a un lugar específico de la montaña que ha sido afectada por los incendios y vamos a plantar árboles con la fundación Forestar -adelanta-; y luego vendrá la etapa de sembrar, en la que se lanzarán desde parapente bombas de semillas”. Estas “bombas” fueron realizadas por niños de diferentes establecimientos de la provincia y contienen barro y semillas de árboles nativos. Uno de los objetivos principales del proyecto es educar a los más chicos sobre la importancia de crear un futuro sostenible. “Todavía se puede generar conciencia en la gente y, el hecho de que los chicos sean los promotores, quizá haga que el cambio venga por ahí. Estamos convencidos de que con los niños podemos tener un verdadero impacto”, remarca Damián.