Historias detrás de la Historia: el día que bautizaron a Amín como "El Loco"
La conducta que tuvo Pablo Antonio Amín antes de asesinar a su esposa en la madrugada del 28 de octubre de 2007 en la habitación 514 del hotel Catalinas Park sigue siendo materia de análisis. De denuncias y contradenuncias. De especulaciones y versiones. De algunos trascendidos que fueron confirmados y otros que terminaron alimentando mitos urbanos. Lo único cierto es que, a pesar de haber tenido numerosos episodios, nadie vio esas señales de alerta. Y de haberlas visto, quizás María Marta Arias estaría hoy con vida.
Siempre se habló de que Amín protagonizó incidentes desde el sábado 27 de octubre de 2007 a la mañana, día en el que se presentó a un encuentro regional de Herbalife, empresa que se dedica a la venta de productos dietéticos de origen natural. Pero algunos memoriosos indican que en realidad, el primer incidente se había producido la noche del viernes, horas antes de que la pareja oriunda de Santiago del Estero emprendiera el viaje a nuestra provincia.
Según los datos que surgieron de la investigación, el viernes 26 de octubre, en un barrio de La Banda, donde la pareja vivía, después de haber protagonizado una fuerte discusión, María Marta decidió marcharse. Amín, de acuerdo a las versiones que logró reunir LA GACETA, le realizó varios disparos para que volviera. No quería que lo abandonara.
Sin embargo, esa historia fue puesta en dudas por una testigo que entrevistó Miguel Velárdez, el enviado especial de nuestro diario a tierras santiagueñas. “Pablo jugaba con las armas de fuego y, a veces, hacía que ella también tratara de aprender a disparar. Sabía manejarlas a la perfección. Por eso es mentira que él le haya disparado a María Marta; de ser así, no habría errado”, aseguró la mujer que era vecina de los jóvenes. Amín era un experto tirador. Ganó varios concursos, pero también mató accidentalmente a un amigo cuando tenía 14 años. Su familia, además, tenía una armería.
Los hermanos de la víctima también relataron que Amín tuvo un extraño comportamiento durante el viaje a la provincia. “En el trayecto realizó varias maniobras peligrosas y conducía a alta velocidad”, explicó Juan Manuel Arias, hermano de María Marta. Claudio Arias agregó: “una de las mujeres que viajó con ellos nos dijo que hasta sacó un arma y les aseguró que tenía cinco balas, es decir, una para cada uno de los integrantes de los tres matrimonios que viajaban”. Supuestamente, el santiagueño arrojó la pistola en un cesto de basura de una estación de servicio. Pero ese dato nunca se confirmó porque los compañeros de la pareja santiagueña ni siquiera lo mencionaron cuando declararon ante las autoridades.
Versiones e incidentes
Los santiagueños llegaron y se instalaron en el Catalinas Park. Desayunaron en el bar del hotel y luego se dirigieron a los salones del hotel Tucumán Center, ubicado en pleno centro tucumano. Amín era la figura del encuentro, ya que era el vendedor estrella de Herbalife en la región. Pero no lo hizo de buenas ganas.
Las razones podrían haber sido dos: su esposa no habría querido acompañarlo porque estaba cansada de su discurso falaz. Él no sólo decía que el producto le había permitido bajar 50 kilos, sino que presentaba otros dos ejemplos. Contaba que su madre Graciela Rodríguez, que había sufrido un grave accidente automovilístico cuando regresaba de Córdoba, logró salvar su vida por tomar un preparado de la marca. Y también aseguraba que María Marta se estaba curando del lupus por la misma razón, pero en realidad, la joven había sido elegida entre jóvenes de todo el país para tomar una droga experimental que estaba dando grandes resultados.
La otra: una supuesta pelea que mantuvo con otro vendedor del mismo producto. “Le dijo en la cara que tenía inflada su cartera de clientes para recibir mejores beneficios. Y se lo dijeron en la cara de los capos de la empresa. Lo dejaron muy mal parado”, explicó un testigo de ese encuentro que, al seguir vinculado con la firma, pidió que su nombre se mantuviera en reserva. Pero más allá de las versiones, Amín, de manera sorpresiva, abandonó raudamente la reunión. Su esposa lo siguió, sorprendida sin saber bien qué le estaba pasando.
De allí, supuestamente, se fueron a almorzar a un bar no identificado que estaba al frente de la plaza Independencia. Permanecieron durante gran parte de la siesta. Amín, otra vez de la nada, pagó la cuenta y se dirigió en su automóvil hacia ningún lugar en concreto. Ante la sorpresa de su pareja, manejó a toda velocidad hasta Jujuy y Crisóstomo Álvarez. Allí dejó estacionado el vehículo en la estación de servicio y comenzó a correr “me quieren matar”, “me quieren matar”.
Se trepó al primer ómnibus que pasó por esa arteria y se dirigió hacia el este. Su mujer, corriendo, iba por detrás tratando de detenerlo. Por su tamaño y por la expresión que tenía dibujada en el rostro, nadie se atrevió a detenerlo. Sólo el chofer le pidió que se bajara porque no tenía cómo abonar el viaje.
Arias lo encontró desencajado y todo transpirado. La tomó de la mano y caminaron otra vez con rumbo a la plaza Independencia. Mientras insistía que alguien lo quería matar, ingresó corriendo a la Catedral.
El templo estaba lleno. Era un sábado a la tarde, día y horario de bautismo. Había colas de personas que esperaban que niños recibieran el primer sacramento. “Padre, ¿me puede bautizar a mí también? Yo quiero que me bauticen como a ese bebito”, le dijo al sacerdote que estaba al frente de la ceremonia religiosa.
El cura, espantado al verlo tan exaltado, lo hizo pasar por delante de todos y lo bautizó. Pensaba que así se calmaría y que los fieles no entrarían en pánico por lo que hacía ese hombre. Pero se equivocó. “Se tomó el agua bendita y después se empezó a sacar fotos. Les pedía a todos que le sacaran fotos a él y a su esposa”, indicó un testigo. ”Vení mi amor. Les mostremos a todos cuánto nos queremos. Que vean que somos una pareja feliz. Dale, sonreí”, publicó LA GACETA.
El santiagueño salió de la Catedral hecho una furia. A los gritos insistía que una persona que sólo el veía quería hacerle daño. Corría entre los vehículos que transitaba por 24 de Septiembre. Se tiraba encima de ellos o, directamente, pretendía ingresar a la fuerza en su interior. Una espantada María Marta intentaba en vano frenarlo. Era tal la conmoción que generó en la zona, que un uniformado lo detuvo. Pidió refuerzos y en una camioneta de la Policía fue trasladado hasta el edificio de Guardia Urbana, de Maipú casi esquina Santiago del Estero.
Marche preso
Su paso por esa dependencia se alimentó con las versiones y los chismes que sólo corren en los lugares donde está lleno de uniformados. Muchos dijeron que el santiagueño tomó litros y litros de agua. Otros señalaron que después de calmarse, apuntó a los agentes con panzas prominentes y les ofreció los productos que él comercializaba y el que lo había hecho bajar 50 kilos. Pero lo único seguro es que allí fue bautizado con el sobrenombre que le quedaría grabado a fuego por el resto de su vida: “El Loco”.
“Llegué pasadas las 18 a la base. Cuando ingresé, en el fondo observé un revuelo. Había entre seis y ocho efectivos rodeando a una persona de gran tamaño que estaba bien esposada”, explicó el actual secretario de Seguridad, Luis Ibáñez, que en esos momentos era el jefe de Patrulla Urbana. “Les ordené que le quitaran las esposas y no querían hacerlo porque tenían miedo. Les dije que esa sería la única manera de que se calmara. Ahí él dijo que si se las quitaban, se portaría bien. Y así pasó”, agregó.
El comisario retirado recordó que lo llevó a su oficina para hablar. “En la puerta se quedó el jefe de turno, que era el comisario Mauro Fernández, y un cabo que no recuerdo su nombre. Ahí nos pusimos a charlar durante varios minutos hasta que él me hizo un insólito pedido: ‘comisario, quiero pasar la noche aquí’. Le dije que no podía hacer eso, pero insistió en varias oportunidades. Como decía muchas incongruencias, decidimos llevarlo al hospital Padilla para que lo atendieran”, agregó.
Ibáñez contó que cerca de las 20 lo trasladaron hasta el centro asistencial. “Hasta se subió solo a la camioneta”, añadió. Informó que dio la orden de que se quedaran dos custodios por las dudas. Allí lo medicaron y cerca de las 23, se retiró junto a María Marta y a su amigo Walter Cancino, que estaba acompañado por su pareja. “El agente contó que Amín, cuando estaba acostado en un box, volteó una bandeja donde los médicos tienen todos los instrumentos. Después nos dimos cuenta de que de ahí podría haber sacado el bisturí con el que concretó la bestialidad que hizo”, explicó.
¿Podría haberse prevenido el crimen de Arias? “Pese a que siempre pensamos que él había planificado todos estos movimientos, los médicos deberían haber examinado con mayor rigor a Amín”, respondió Mario Leiva Haro, el representante legal de la familia de la víctima.
“El joven no había cometido ningún delito, por lo que no podíamos encerrarlo en el calabozo. Informamos de la situación a la Justicia y avalaron que lo trasladáramos al hospital”, dijo Ibáñez. “En esos tiempos las guardias de los hospitales no contaban con especialistas que pudieran detectar algún problema de salud mental. Además, cuando estuvo en Guardia Urbana y en el Padilla no mostró ningún tipo de alteración que requiera atención”, señaló la fiscala Adriana Reinoso Cuello, que estuvo a cargo de la investigación del caso.
Antes de que se cumpliera el mes del llamado “Crimen del hotel”, la psicóloga Marta Gerez Ambertín presentaba el libro “Las voces del superyó en la clínica psicoanalítica y en el malestar de la cultura”. En una entrevista con LA GACETA la especialista habló del hecho. “A los casos que tenemos en Tucumán los he ido viendo, en algunos casos, como una explosión de violencia. En otros, se los veía venir. Cuando hay un delirio paranoico, y un montón de antecedentes, creo que lo que pasa es que no se han tomado los recaudos suficientes”, explicó.
“Pero una de las primeras cosas en las que pienso cuando me preguntan sobre estos casos es en el daño que se hace el sujeto contra sí mismo. Es como que de eso no nos ocupamos. Que del asesino no nos preocupamos. Y yo creo que hay que preocuparse por los dos: por el asesino, sobre el cual hay que preguntarse por qué hace lo que hace. Y por la víctima, a la que tendemos a victimizar doblemente ya que decimos: por algo será. El libro trata sobre eso”, añadió. Han pasado casi 14 años desde que la especialista planteó el tema y, por los episodios que se registraron en nuestra provincia en todo este tiempo, nada cambió.