Por Marcelo Androetto
10 Octubre 2021
Tarde encapotada de domingo, de fin de semana extra large con las yapas del lunes feriado y de Lionel Messi y la “Scaloneta” campeona en cancha, por los porotos y ante Uruguay.
Las calles del Barrio River no se parecieron en nada las de una semana antes, la vibración fue muy diferente a la previa del Superclásico, con la hinchada “millonaria” volviendo a las gradas después de un año y medio (un siglo y medio) para alentar a su divisa frente a un rival de enconos eternos.
Los simpatizantes que fluyeron al Monumental en este domingo diseñaron otro paisaje, con miles de familias y niños pequeños, y grupos de amigos de todo el país teniendo su bautismo de la “Pulga” en vivo, su primera vez de emocionada presencia en un estadio, incluso.
Hubo una previa de la previa del Clásico del Río de la Plata, con decenas de argentinos que fueron a despedir al “equipo de todos” desde su casa en Ezeiza, que esperaron varias horas solo para poder saludar a sus héroes desde las ventanas ploteadas de un micro. Y con otros cientos en el Parque Sarmiento, una espera autoconvocada y matizada con picnic, asado y guitarras.
Muchos hinchas del interior recalaron en Núñez varias horas antes para retirar por ventanilla de las entradas sacadas por internet el lunes y agotadas en tres horas. Después, antes de la apertura de las puertas del estadio, fueron “peinados” por la policía, mientras un mago y un pintor hacían su arte para la ocasión por televisión. Esos mismos hinchas, más los integrantes de la selección de talla baja a la cabeza, tuvieron el privilegio de ser los primeros en pasar los controles para ingresar a la platea Belgrano en sus tres niveles.
Por allí, por Avenida Udaondo, ingresó una pareja de novios con corazón “partío”: Ayelén es fana de Boca y Enzo, como su nombre lo indica, de River. Posan felices con el Monumental a sus espaldas, tendrán su primera vez viendo a la selección. A los padres de Enzo, el fútbol también los suele separar: la mamá es uruguaya. “Vine camuflada”, le susurró a este cronista con una sonrisa traviesa.
Cinco minutos después, en el mismo lugar - Udaondo esquina Avenida Figueroa Alcorta- Benjamín se paró frente a la cámara con sus padres y su tío. Con 5 años y la 10 de Messi encima, el pibito porteño ya estaba ansioso por ver a Lionel convertir un gol. “Argentina gana 2-0. El otro gol lo hace Di María”, profetizó.
¿El clima? Nublado, ventoso, un poquito fresco. Y empezó a levantar temperatura a las 19 en punto, cuando la locutora saludo por el sistema de audio y la gente respondió con un canto que hacía casi tres décadas no se escuchaba por estas tierras. “Dale campeón, dale campeón”.
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