Tucumanos en la construcción del proyecto nacional

Tucumanos en la construcción del proyecto nacional

Las dirigencias políticas tucumanas y los entramados del poder nacional durante la segunda mitad del siglo XIX.

10 Octubre 2021

En el marco del proceso de organización del Estado argentino, y más precisamente durante la presidencia de Bartolomé Mitre (1862-1868), la élite política tucumana se enroló en la dinámica nacional a través de sus lazos con el vicepresidente Marcos Paz, quien en 1858 había sido gobernador de nuestra provincia. Este vínculo se vio reforzado en la década siguiente bajo la gobernación de Uladislao Frías (1869-1871) quien, como colaborador de Justo José de Urquiza y hombre de confianza del presidente Domingo F. Sarmiento (1868-1874), constituyó un enlace clave para favorecer el acercamiento de distintas facciones políticas bajo la divisa de la defensa de la institucionalidad y la adhesión a la política presidencial. En esa dirección, al término de su mandato provincial, Frías partió al gabinete nacional para ocupar el cargo clave de Ministro del Interior.

Aún con mayor ímpetu, las subsiguientes presidencias de Nicolás Avellaneda (1874-1880) y Julio A. Roca (1880-1886) actuaron como un fuerte polo de cohesión de la élite gubernamental tucumana, integrada progresivamente a la política nacional. Sin embargo, siguiendo a María Celia Bravo, durante la década de 1880 el vínculo federal se tornó más complejo al influjo de las necesidades económicas y financieras de la industria azucarera y debido a las exigencias derivadas de la consolidación del Estado central, que extendió su presencia en las provincias a través de la moneda nacional, la banca oficial, los colegios nacionales y el ferrocarril estatal. Se trataba, de acuerdo con la autora, de un federalismo cooperativo que no sólo se definía en clave política, sino que abarcaba variados vértices (educativos, arancelarios, crediticios, de conectividad ferroviaria, etc.) que articulaban la trama de relaciones de Tucumán con la nación.

Cambios

En esta línea, las provincias configuraban las decisiones tomadas desde el gobierno central a través de reclamos, presiones y negociaciones de sus élites locales en una dinámica convergente entre provincias y nación. Dichas demandas utilizaron como una de sus vías la correspondencia, que alimentaba un oficioso juego de lazos y peticiones a veces insistentes que escalaban posiciones hasta llegar a la autoridad presidencial. Esta dinámica se vio alterada en Tucumán, a partir de la intervención federal de 1887 llevada a cabo durante la gestión presidencial de Miguel Juárez Celman (1886-1890). Dicha intervención recambió la totalidad del elenco gobernante local adepto al roquismo por seguidores juaristas. Como consecuencia, el vínculo de federalismo cooperativo imperante trocó en uno de carácter defensivo que intentó frenar el avance de la injerencia de la esfera nacional sobre nuestra política provincial.

En este sentido, si evaluamos la importancia de las dirigencias tucumanas al interior del orden conservador en los términos presentados por el clásico estudio de Natalio Botana, es decir, tabulando el número de funcionarios correspondientes a cada provincia dentro del grupo de autoridades nacionales, podríamos a primera vista brindar una respuesta afirmativa. Para dar sólo un ejemplo, Tucumán ocupó el quinto lugar por detrás de Salta, Santa Fe, Córdoba y Mendoza en participación de ministros en los gabinetes nacionales. Sin embargo, este esquema explicativo lejos de cerrar proposiciones analíticas, requiere de su constante problematización, ya que la mera presencia de tucumanos en el gabinete nacional, no explica por qué la provincia se posicionó como un distrito que en repetidas oportunidades no se alineó con los candidatos oficiales a la presidencia.

Las relaciones políticas entre Tucumán y las autoridades centrales se caracterizaron entonces por requerir de arduas negociaciones, mientras que en otras provincias los alineamientos y las candidaturas se produjeron de modo menos conflictivo. De esta manera, las dirigencias tucumanas de la segunda mitad del siglo XIX, que mantuvieron en un punto de inflexión ciertas directivas presidenciales, mostraron a todas luces la difícil tarea de la resolución de las tensiones políticas y lo desafiante del arribo a consensos electorales.

© LA GACETA

Diana Ferullo - Licenciada en Historia y doctoranda en Humanidades por la UNT.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios